El dolor y la ausencia

by Julen

En general, sé que alguien que nació en la década de los 60 del siglo pasado, aquí en el Gran Bilbao —esa parte del mundo a la que suelo referir como el sur de Islandia— en el seno de una familia humilde, pero sin apreturas económicas, es un tipo con suerte en la vida. La lotería me concedió un premio gordo: el azar me alejó de los países del tercer mundo. La estadística se portó bien: ¡qué suerte de inicio para vivir! Creo que no se me debe olvidar que hay muchos millones de personas que tuvieron peor suerte. Así pues, quejarse, lo justo y siempre a sabiendas de que en la comparativa salimos, casi siempre, ganando.

Por otra parte, soy consciente de que mi actividad vital —incluyo, por supuesto, la profesional— guarda una relación directa con mi estado de ánimo, algo que es una mezcla de salud física y mental. Quienes leéis este blog ya sabéis de mi afición a andar en bici de monte. Forma parte de lo que soy. Es mucho más que un hobby, es una especie de regulador de mi estado de ánimo. El simple ejercicio físico de dar pedales actúa como una válvula que deja salir presión, pero que también recoge energía del entorno y la traduce en motivación, sea para lo que sea. Si no puedo andar en bici, estoy de mala hostia.

En los últimos años he sufrido varios episodios que han cortado la práctica de andar en bici. La última en otoño pasado. Hasta cierto punto es lógico. Toda aquella persona que practica deporte está sometida a lesiones. Hay excepciones, pero, en general, es una variable que hay que considerar. Además, en la bici están presentes las caídas, algo con lo que apechugar cuando no eres ningún virtuoso de la técnica, como es mi caso. Eso sí, siempre he dicho que estimo en mucho mi cobardía: si el terreno se complica tampoco hay problema a echar pie a tierra.

Cuento lo anterior, porque el miércoles pasado sufrí un episodio —no ha sido la primera vez— de contracción del músculo piramidal que, al presionar el nervio ciático, me hace ver todas las estrellas que pueblan el firmamento. Es, por decirlo de forma clara, incapacitante para una vida «normal». Además, yo, que a lo mejor no soy buen enfermo, enseguida lo traduzco a un humor de perros y una sensación de agobio conmigo mismo. Empiezo a cargar las tintas sobre mi culpabilidad: ¿de verdad ya estiras como debieras cuando andas en bici?, ¿ya te alimentas como debieras?, ¿ya dosificas los esfuerzos en función de tu edad y estado de forma? No, no y no. Tienes lo que te mereces: un dolor agudo e incapacitante. Te jodes.

Desde el jueves pasado, mientras andaba de travacaciones por tierras levantinas, hasta hoy viernes, han sido ocho días enfadado con el mundo. Hoy es el día que he tenido que suspender un taller en Enpresa Digitala (lo hemos pasado al 6 de octubre; gracias, Diego) porque no estoy como para coger el coche y subir hasta el Parque Tecnológico de Miñano. Podría, pero el precio, me temo, sería muy alto. El miércoles volví a cometer otro error y ayer jueves por la mañana, el escenario era no ya negro, sino negrísimo. Me levanté de la cama convertido en una miseria humana. Todo esto con un próximo proyecto RSSuave: el viaje en bici de Luarca a Lisboa en MTB que comenzará, en principio, este próximo 16 de julio.

Me sé la teoría: tengo que estirar el piramidal. Y estirarlo bien. Y comer y beber bien cuando salgo en bici. El miércoles de la semana pasada subí a La Vella, un monte que queda al lado de Crevillente y desde el que las vistas a las comarcas del Baix Vinalopó y el Baix Segura son espectaculares. Ese día se produjo una subida espectacular de las temperaturas hasta llegar a los 39 grados a media mañana. Aunque llevaba pastillas de sales minerales y las empleé para reponer los electrolitos que el organismo va perdiendo con el sudor durante la actividad deportiva, se ve que algo hizo crack por dentro. El fisioterapeuta con el que hablaba el viernes, mientras veía las estrellas por el dolor de la presión de sus manos en el piramidal, me explicaba que a lo mejor se había roto el equilibrio sodio-potasio. En fin, que cualquiera sabía, pero que podía ser una razón.

Mis visitas al fisio estos días han sido de las que recordar toda la vida. DOLOR. Así de simple. DOLOR. En letras mayúsculas, único, frustrante, inmenso. Pero no me olvido de lo que escribía en el primer párrafo. Tengo suerte. De sentirlo, de acceder a alguien que te está ayudando. Aunque te haga ver las estrellas del firmamento. Sin embargo, pasan los días y no avanzamos. Ayer jueves por la mañana, como comentaba, fue un pequeño drama. Y eso que fui capaz de sacar adelante un taller online de dos horas. Me lo explico únicamente por la adrenalina que debí generar. No hay otra posibilidad.

Ayer el médico decidió que teníamos que activar un plan B más intenso. Van a ser seis infiltraciones. La primera fue ayer, la segunda y la tercera serán hoy y mañana. Luego, la semana que viene, lunes, miércoles y viernes, las tres restantes. Drogas. Estiramientos y fisio siguen presentes. Delante de la pantalla sigo siendo capaz de, hasta donde puedo, dar la cara. Los trucos: una toalla enrollada bajo los glúteos para presionar el piramidal, una aplicación suave de calor en la zona, una postura erguida hasta donde puedo. Y cada poco tiempo estiramientos: piramidal y músculos adyacentes, junto con lumbares.

La actividad profesional continúa. Soy consciente de que otro tipo de trabajo conduciría lisa y llanamente a una baja. Simple. En mi caso, en cambio, salvo fuerza mayor, no la contemplo. ¿Mal hecho? Probablemente. Como decía, sí que hoy hemos cancelado un taller presencial. No hacerlo creo que habría sido una auténtica irresponsabilidad. Pero no me he sentido con fuerza de modificar otros compromisos. Mal hecho. Quizá refleja una relación perversa con el trabajo. ¿Tanto valor representa? ¿El dolor debiera, simplemente, conducir a la ausencia?

Soy optimista. De ayer a hoy la primera infiltración ya ha hecho su efecto. Seguro que hay placebo de por medio. Me lo quiero creer. Me quiero creer que, cómo no, saldremos de esta. Que volverán las rutinas, las del trabajo, las de la vida personal, las de andar en bici. Espero aprender algo y hacer las cosas mejor. La falsa ciática —es como se suele denominar al problema de la contracción del piramidal— es una mala compañía. Es dolor. Es ausencia.

Imagen de Engin Akyurt en Pixabay.

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7 comentarios

Abilio Garcia 24/06/2022 - 10:07

Ánimo maestro! Nadie como tú para superar lo que se ponga por delante, y eso si, recupera el buen humor… 😉 😉

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Julen 25/06/2022 - 10:18

Gracias por darte una vuelta por aquí, Abi. Valeeeee, pongo sonrisa en los labios. Hay que llegar como sea al 15 de julio para hacer esos casi 2.000 kilómetros que están esperando 🙂

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amalio rey 24/06/2022 - 15:01

¡¡ánimo, Julen!! tal como lo cuentas, los dolores con mayusculas suenan bastante insoportables pero me alegro que vayas mejorando. Además, tú eres un tío duro del norte. Yo tú me pillaba una baja, por una vez en la vida, que tienes el pretexto perfecto. Igual descubres que no se está tan mal no trabajando. Un abrazo fuerte

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Julen 25/06/2022 - 10:17

¿Trabajando? ¿Qué cosa es esa? Jejejeje, mira que somos cabezotas 🙂

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Joxemi arregi 25/06/2022 - 09:59

Eutsi Julen.
Volverás a tu punto de equilibrio. Ni lo dudes.
Toca gestionar los tiempos y la ansiedad. (Y espero que muy poco, el dolor).

Zaindu eta baikor !

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Julen 25/06/2022 - 10:16

Aupa, Joxemi. Aspaldiko!!!
Me pongo desde ya en modo optimista… queda mucho por pedalear 🙂

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Asier Gallastegi 25/06/2022 - 10:46

Estos días en casa hablamos mucho de los superpoderes del autónomo. Han sido dos meses muy, muy intensos y retadores. Las cosas han ido bien y llegamos con todo en su sitio a finales de Junio. Mi ultima visita al gimnasio se pareció bastante a las primeras. Pidiendo tiempo, rajándome de las ultimas rutinas, acercándome a casa arrastrando los pies y con un poco de rabia por esta especie de astenia veraniega. Rabia también cuando llegue a la reunión número 20 de la semana no tan preparado como quería. Leerte, leerme, respirar, permitirme cierto cabreo sin cabrearme porque me cabreo me ayuda. Proyectos robustos en cuerpos humanos con todo el potencial y fragilidad que esto conlleva. Eskerrik asko Julen

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