Más de media vida delante de una puta pantalla

Me da que empiezo a estar en un momento de mi vida en que, no sé muy bien por qué, no hago más que mirar al lugar en que encuentro para ponerlo en perspectiva con el pasado y el futuro. De un tiempo a esta parte quizá soy consciente de mis limitaciones físicas. Por mucho que sea capaz de pedalear 25 días seguidos —traducido, por ejemplo, a desnivel acumulado fueron 34.000 metros—, siento que físicamente los años pesan. Lo digo como lo siento. Sin pesimismo; es simple realidad y así hay que tomarla. No sé muy bien por qué comienzo el post con esta reflexión. Lo reconozco.

Pues bien, cuando miro hacia atrás, tomo conciencia de que llevo toda mi vida laboral delante de una (puta) pantalla. Perdón por el exabrupto. Pero las cosas como son. Llevo aprehendiendo el mundo, al menos el laboral, a través de una puta pantalla desde que tengo conciencia de esa cosa que consideramos trabajo. ¿Y esto cómo me ha condicionado? ¿En qué influye ahora mismo en cuanto a la persona que soy?

Me levanto. Ya sabéis a las cinco de la mañana (o antes). Digo que me levanto, desayuno y ¡¡levanto la tapa del portátil!! Ahí empieza todo. Delante de mí, dos pantallas. Claro, la propia del portátil y, luego, otra más grande para ganar perspectiva. O eso pienso. Ahora mismo soy consciente de que no puedo hacer mi trabajo dignamente sin estas dos pantallas. Soy un yonki. Veo el mundo laboral en 16:9.

Por supuesto que no soy capaz de encontrar una alternativa. No en mi trabajo. Pienso, por supuesto, en otros mundos artesanos y casi casi consigo eliminar la pantalla. No del todo, por supuesto. Porque en 2021 no hay forma de repensar el presente sin pantallas. Nos autoconvencemos de que el conocimiento fluye en gran parte por aquí. ¿Quieres saber? Pues vete buscando tutoriales en YouTube. Da igual que quieras convertirte en una buena madre o un buen padre, da igual que busques mecánica, da igual que seas catedrática, todo da igual. Porque no hay manera de evitar que la pantalla ocupe buena parte de tu campo de visión. La realidad es la pantalla.

Pero no nos quedamos ahí. Porque esa realidad nos dicen que aumenta (o puede hacerlo) a través de la pantalla. No solo es la verdad, sino que es una puerta al más allá. A través de la pantalla puedo darte acceso a lo que tu fisiología, la que se te ofrece de serie por ser humano, nunca alcanzaría. La pantalla es la forma en que trascender tus sentidos. La realidad es inmersiva. Estás dentro. Dependes de su resolución, de su tiempo de respuesta, de su relación de contraste y del tamaño de sus píxeles. Pero da igual, aunque tú y yo tengamos enfrente tecnologías diferentes en matices, la realidad es solo una: la que nos llega a través de la puta pantalla.

Pantalla ha evolucionado a pantallas. Pantalla es una cosmovisión, es un holismo, es más que cada una de ellas por separado. Pantalla es vida. Sin ella, la muerte.

¡Dios! La pantalla es dios, y yo su apóstol.
Es transparente, omnipresente, y yo…
Soy solo información.

Yo soy lo que busco. Soy lo que produzco.
La democracia es vigilancia, y yo…
Soy solo información.

Con quién estoy, de dónde vengo, a dónde voy,
O qué color me impulsa a gastar dinero.
Mi orientación política y sexual,
O mi opinión sobre la autoridad, la ley o el rey.

Somos etiquetas, somos contenido,
El mito de Narciso con espejos de bolsillo,
Y vídeos, vídeos, vídeos seguidos
De signos, signos dando sentido
A un bucle infinito:
Maquillar la terrible agonía con filtros.

Imagen de cocoandwifi en Pixabay.