El proletariado digital de McKenzie Wark

by Julen

McKenzie Wark ha titulado su último libro de una manera rotunda: «El capitalismo ha muerto«. Publicado por Holobionte, el caso es que hay que leer con cuidado para entender cuál es el tipo de capitalismo al que se refiere esta profesora de la New School de Nueva York. En una fantástica entrevista publicada recientemente en El Salto, Wark dice que «casi todas las empresas dominantes en el mundo son, esencialmente, empresas de logística». Se refiere a que el capitalismo de posesión de medios de producción mediante el que las pluvalías iban a parar a los de siempre se ha sustuido por otra fórmula, uno diría que más salvaje y de mucho más recorrido:

Básicamente, todas las empresas del mundo operan ahora a través del control de la información. No hablamos sólo de la posesión de patentes, sino de los sistemas de logística y de sus marcas. Aunque es cierto: no es útil hablar de ello como intangible porque el control de la información es increíblemente tangible; se trata de una infraestructura global. De hecho, esta requiere más energía que varios países juntos para funcionar. Mi argumento principal es que no se trata solo de información, es decir, de algo intangible, que la información es algo muy, muy tangible, material, pero de una manera diferente.

Wark se alinea con Markus Gabriel (ya publicamos post en su día) y nos explica que el sistema de los GAFAM actual funciona a través de un modelo piramidal. Tú y yo estamos en la base, trabajando gratis para que quienes poseen la infraestructura que hace posible la análitica masiva, hagan negocios a lo grande. De esta forma, Wark distingue entre la clase vectorialista, la que maneja los hilos, y la clase hacker, en la que podríamos incluirnos una inmensa parte de la población del primer mundo. Porque, a fin de cuentas, el sistema funciona en la medida en que le añadimos combustible. Sí, claro, hablamos de la información.

Por tanto, mira por dónde, tú y yo formamos parte de una clase de dimensión planetaria (bueno, o lo que quiera el señor Elon Musk), la del proletariado digital. Ahí andamos, con pico y pala, escribiendo aquí un post, publicando allá un tweet y compartiendo nuestras cosas en los almacenamientos que nos ofrecen las nubes varias que rodean el planeta. Por ahí vamos echando gasolina al fuego para que las marionetas que somos cumplamos la función como corresponde. Un poco triste, ¿no?

El trabajo de Wark viene de atrás. Dispones de una considerable colección de publicaciones. Por cierto, allá en la New School está también el colega Trebor Scholz, con el que llevamos trabajando un tiempo en el desarrollo de las cooperativas de plataforma, de las que ya hemos hablado aquí en otras ocasiones. El capitalismo global (o lo que sea que tenemos encima) ha construido un cimiento curioso, mezcla de infraestructura tecnológica digital y humanos que hacen lo que tienen que hacer para que la rueda continúe girando.

En fin, me quedo aquí. Pensando si tanto progreso no está sino involucionando para que todo siga como siempre. Unos, ricos cada vez más ricos; otros, una mezcla de tontos y marionetas, a veces con trabajos de mierda y a veces con trabajos que creemos dignos, pero que son solo parte del teatro. Ahí estamos, en 2021. Pandemia de por medio, delante de las pantallas, atentos por si fuera el caso que hay que trabajar —gratis— para los GAFAM. De nada.

El punto a analizar sería si la clase hacker es un estrato privilegiado. Con “hacker” no me refiero sólo a la gente que programa ordenadores, sino a cualquier persona que crea información. Nos gusta pensar que es una clase relativamente privilegiada porque no se ensucia las manos como lo harías si tuvieras que trabajar en la fábrica o hacer trabajos en el sector servicios, pero desde luego que existe una especie de proletarización de esa capacidad.

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