En la economía de la experiencia, esa que sirve para facturar, los gurús han descubierto el poder de venta de la felicidad. ¿Cuánto le pongo, señora? Muy bien, pues será cuarto y mitad. ¿Quiere su felicidad en forma de grupo en Facebook o prefiere algo más picadito como una buena sesión de videos en lonchas de tres minutos? El mercado de la web social está encontrando el nuevo maná de facturar la extimidad. Jacques Lacan nunca lo podría haber imaginado.
Sea lo que sea, tienes que mostrarlo. No tiene sentido que guardes para ti algo que puede ayudarte en tu autoestima y que, además, te hará ganar dinero. Tonto serías si no aprovechas tus momentos de gloria. Exponte porque en el circo de la web social, el premio puede llegar en cualquier momento. Hay muchos y variados, desde que tu alma la compre Google hasta que tu producto salga en la portada del Menéame.
Construimos nuestras chozas de felicidad a base de compartir lo que somos. Gracias a los chamanes del mundo contemporáneo, nuestras vidas son, por fin, facturables. Lo hacemos de forma consciente o inconsciente, pero este mundo moderno está ya preparado para que tu humilde condición no sea obstáculo alguno y puedas conseguir el premio de la felicidad eterna. Por supuesto que «eterno» es sólo un concepto publicitario; todo el mundo sabe que el tiempo murió abatido por los disparos de la economía de la experiencia.
Hoy la web social ya se sabe parte de esta nueva economía donde la persona es la reina de la fiesta. Exhíbete o te exhibimos. Tú eliges. Siente la libertad. O mejor, vamos a conseguir que la experimentes. Porque como producto que eres, como ese sujeto-objeto en que te has convertido, te mereces lo mejor. Vamos a proporcionarte experiencias. Tú no hace falta que hagas nada; sólo déjate llevar. Nosotros lo haremos todo por ti. Eres nuestro cliente, la razón de ser de nuestro negocio. Queremos lo mejor para ti. Tú, que eres facturable, te lo mereces todo.
Da igual que sea Google o Facebook, en el fondo son las dos caras de la misma moneda. La moneda eres tú. Gracias. Nunca pensamos que ganaríamos tanto dinero contigo. Gracias, mil gracias.
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La imagen en Flickr es de Jaume d’Urgell.
8 comentarios
Y bueno, se trata de identificar al sujeto con el objeto a: SÉ ESTO y serás feliz. Lo gracioso es que es (a) el objeto a es la mítica causa originaria y perdida del deseo — que nunca existió como tal, sólo se alucinó — así que lo llevan claro si pretenden convertirlo en mercancía, porque nunca es ESO; y (b) que la identificación del sujeto con el objeto a que se produce en el análisis — tú eres esto, una contingencia — es una fuente de libertad radical para Lacan. Curioso cómo le han dado la vuelta.
¿La persona, reina de la fiesta?Como el esclavo romano, centro de la economía de la época, tanto republicana como imperial, ¿no?
[…] que me han pillado copiando. Ya, pero eso era antes. Hoy estamos sujetos a una sobreexposición -facturable, por cierto- como nunca antes y el efecto Streisand ahí está, para rematarte cuando optas por el secreto […]
[…] fin, que esto es buen lío. Porque es bien cierto que la intimidad dio paso a la extimidad, que se convirtió en un gran negocio. Y mucha gente no es consciente de ello. La sobreexposición en que vivimos es signo de los […]
[…] al ecosistema. Primer anzuelo, el ego digital y la religión montada alrededor: diferénciate, extimízate, conéctate, reinvéntate, participa en la conversación, redime tu vida real en el paraíso […]
[…] de una organización van a ser activas en Internet. Y lo van a ser tanto en cuestiones privadas -extimidad a raudales convertida en negocio- como en el ámbito profesional. Así que quien sea community manager va a tener mala vida. Lo va a […]
[…] El negocio de la extimidad facturable […]
[…] derechos individuales se sacrifican en el altar de un estilo de vida extimado al máximo. Vendido como “sharing economy“, lo de “compartir” comienza a ser opción […]