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10 reflexiones personales sobre vivir y teletrabajar desde la isla de El Hierro – Consultoría artesana en red

10 reflexiones personales sobre vivir y teletrabajar desde la isla de El Hierro

by Julen

Desde hace ya unos años venimos hablando de los nómadas digitales. Grosso modo, nos referimos a profesionales que pueden desarrollar su trabajo apoyándose en las tecnologías de tal forma que se independizan, hasta cierto punto, del lugar físico desde el que prestan sus servicios. La Wikipedia en castellano los define así:

Un nómada digital es un profesional que usa las nuevas tecnologías para trabajar, y que lleva a cabo un estilo de vida nómada. Por lo general, los nómadas digitales trabajan de forma remota (desde casa, cafeterías o bibliotecas públicas) en lugar de hacerlo en un lugar de trabajo fijo.

En cierta forma la pandemia impulsó este modelo al ofrecer un gran número de herramientas para trabajar en remoto. A las plataformas de videoconferencia enseguida se le fueron añadiendo funcionalidades para que la experiencia de trabajo colaborativo, síncrono o asíncrono, fuera suficientemente digna. Aunque es más que evidente que aún queda mucho por mejorar, lo cierto es que en los últimos cinco años la mejora ha sido espectacular.

Además, sitios como Nomad List, Digital Nomad World y muchos otros ensalzan este estilo de vida y de trabajo. Entre otros servicios que ofrecen, se dedican a clasificar lugares del mundo en función del atractivo que ofrecen para los trabajadores en remoto. Los territorios se promocionan en un escaparate a través del cual venden sus mejores galas. Entienden que este tipo de turista/trabajador es muy atractivo por el potencial económico que añaden a la oferta tradicional. Aquí en las Islas Canarias, por ejemplo, es una estrategia en la que se lleva invirtiendo desde hace tiempo. Solo tenéis que echar un vistazo a lo que van publicando en el Portal de Noticias del Gobierno de Canarias sobre teletrabajadores. Pues bien, aquí estamos desde hace una semana para pasar un mes completo. En la isla de El Hierro.

En este blog hemos hablado muchas veces de travacaciones y de trabacaciones. Es algo que llevo haciendo desde hace muchos años. Cierto que nunca con un desplazamiento de un mes completo, pero el asunto no es nuevo. Entiendo que cada caso es único y que cada cual tendrá que ver, según su actividad profesional, si este modelo le es aplicable. Además, hay muchos factores en juego que incluyen aspectos no solo laborales sino también personales. Hay familia, hay personas dependientes, hay cuidados de por medio…

Por bajar al terreno de lo concreto, voy a compartir algunas cuestiones personales por si pueden servir de ayuda a quien quizá se lo esté planteando. Son ejemplos que, claro está, no serán pertinentes para ciertas personas, pero a lo mejor sirven para abrir una reflexión al respecto. No sé, ni por asomo se me ocurre pensar que voy a «dictar cátedra». Bueno, allá voy. Lo hago en formato viñeta para no enrollarme demasiado 😉

  1. Lo primero es una pregunta: ¿me aporta personalmente este tipo de experiencias?, ¿siento una conexión especial con este lugar en concreto y por eso me gustaría pasar un cierto tiempo?, ¿me transmite, en general, buenas sensaciones estar donde estoy ahora mismo? Tengo que tener claras que las respuestas son síes rotundos.
  2. Si quiero «probar», tengo que planificar con antelación. Es un buen ejercicio de encender «luces largas», una especie de estrategia que exige anticipar bastante. En mi caso, por ejemplo: negociar una ventana de un mes sin clases presenciales en la universidad (o con la posibilidad puntual de llevar a cabo algún compromiso docente concreto vía online).
  3. Si me vengo aquí a la isla de El Hierro es, también, para disfrutarla. No quiero sentir la misma carga de trabajo que si estuviera en mi lugar habitual. No puedo reducirla a cero ni mucho menos, pero la intensidad del trabajo a desarrollar no puede seguir la misma pauta que en «situación normal».
  4. Tengo que mantener ciertas rutinas laborales para asegurarme de que el trabajo comprometido sale adelante. Sí, tengo la «suerte» de que madrugo mucho. No me cuesta. Es algo que tengo interiorizado. Esto me proporciona una franja de trabajo «tranquila» en la que puedo pensar, documentar, leer, analizar… Que el día comience a las cinco de la mañana (o antes) me proporciona un as en la manga con el que jugar.
  5. Los compromisos laborales síncronos son los que son de acuerdo con los proyectos de consultoría que tengo abiertos. Hasta donde puedo intento jugar con la agenda, pero ni de largo esos compromisos dependen solo de mí. Así que tengo que aceptar que habrá reuniones y actividades docentes en un horario que tendré que aceptar y al que me tendré que adaptar.
  6. Necesito un lugar en el que trabajar a gusto. El año pasado ya estuvimos diez días aquí en Tigaday. Conocemos la isla con detalle porque hemos venido muchísimas veces desde aquel 1995 en que aterrizamos por primera vez en este lugar único. Tenemos alquilado para todo el mes un apartamento que ofrece lo suficiente. Y sí, la conexión a Internet debe ser fiable y de calidad, tanto la ofrecida por el establecimiento como la del plan B, la que nos ofrecen los datos del móvil.
  7. Tengo que venirme con la bici. Mi vida personal también gira en torno a la actividad física del pedaleo. Mi felicidad, en parte, tiene que ver con esta cuestión. La envié a través de Correos porque aquí enfrente tenemos la oficina de Tigaday. Ha sido una forma cómoda de traerla a la isla. Eso sí, diez días ha tardado. Pero que pueda pedalear las carreteras y caminos de la isla era un asunto innegociable.
  8. ¿Tengo que informar de que estoy trabajando desde aquí? Depende. Habrá quien no lo note y habrá quien sí. No obstante, no quiero darle una importancia que quizá, desde el punto de vista profesional, no procede. A fin de cuentas se trata de sacar adelante los compromisos laborales de forma prácticamente idéntica a como lo haría si estuviera allí en Bilbao. La única limitación: no puedo acudir a reuniones presenciales.
  9. Si vivo aquí, tengo que asumir ciertas costumbres locales. «Vivo» aquí es una expresión de calado. No he venido a «trabajar» aquí, sino también a vivir aquí durante este mes. Quiero que se me pegue el acento, quiero entender el ritmo de vida herreño, quiero pasear por el pueblo, quiero sentir que no he venido –ni mucho menos– solo a trabajar. Y aunque sé que es difícil, no me gustaría ser «turista». No obstante, lo acepto.
  10. Tengo que mantener el contacto intenso con la familia, con la que exige cuidados. Por un lado, con mi madre, que a sus 87 años ha pasado por un problemilla de salud del que parece que se está recuperando bien. Ha habido pacto con mi hermana y sé que dejo allí un pequeño marrón. Pero creo que nos hemos organizado dignamente. Luego están los nietos. Aitite ciclista no puede dejar de verlos. Benditas videoconferencias.

En fin, aquí estamos. Amanece. Tocan dos horas de bici. Hoy no hay reuniones en la agenda. Mañana sí, mañana tengo tribunales de defensas de proyectos fin de máster en la universidad. Lo disfrutaremos. Lo uno y lo otro. Hasta donde podamos.

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4 comentarios

Mentxu 15/02/2024 - 09:06

Disfruta a tope!! Yo quiero irme a Tenerife el año que viene. Así que seguiré tu ejemplo y tus consejos

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Julen 16/02/2024 - 07:10

Valencia de Alcántara en primavera tampoco es mala opción jejeje. Besos, Mentxu.

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Abilio Garcia 16/02/2024 - 10:08

Disfruta de aquello, disfruta de tu mes y de la bici, del entorno, de la gente, disfruta, mientras puedas realizar tu trabajo y compromisos laborales… Yo no puedo, y me encantaría!

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Julen 16/02/2024 - 12:10

Hacemos lo que podemos jejeje. Gracias por los buenos deseos. A ver si alguna vez puedes venirte para aquí 😉

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