M@k se ha cascado un buen calentón en un comentario que me dejó ayer en el artículo sobre las consecuencias de que el conocimiento se configure como factor de competitividad en las empresas. Si no controlamos a este hombre lo mismo acaba tumbando a unas cuantas del IBEX35 😉
Pero creo que hay hilo de conversación interesante a partir de su comentario. Es evidente que la empresa es una institución con una delicada imagen en nuestra sociedad. Claro que «empresa» es al mismo tiempo muchas cosas distintas. Es Enron, Repsol, Eroski, BBVA y CAN. Pero yo también soy empresa: Consultoría Artesana en Red. Los exploradores electrónicos están configurando un grupo cooperativo y son empresas. Sole tiene su empresa de artesanía textil. Mak, ¿te refieres a estas empresas cuando disparas contra «la empresa» o estás hablando de otro tipo de empresas? El número de pequeñas empresas es tremendo.
Más allá de lo anterior, los argumentos de Mak siguen siendo interesantes para comprender el fenómeno «empresa». Aun con el peligro de generalizar, la empresa en su más simple acepción tiene algo perverso para gran parte de la ciudadanía. Empresas corruptas, Mundos paralelos, mundos podridos, Trabaja gratis, maldito. Mi punto de vista es conocido.
Pero entonces, ¿qué hacemos? La grandes empresas compiten en el universo de un mercado desbocado que prima el crecimiento, el consumo y la explotación máxima de sus recursos. Más con menos. Pero cuando la competitividad viene del conocimiento: ¿se trata de afinar la explotación de los recursos humanos? Seguro que en parte es así. Capitalismo desbocado que ha navegado oculto en oscuros intereses de lucro y más lucro. Boltansky y Chiapello lo explican mejor.
Los grandes hace tiempo que quieren ser pequeños. Es evidente que la motivación que sale de dentro es nuestro mayor motor de compromiso y, por supuesto, de rendimiento. Ese impulso interno suele alejarse de lo que hacemos en las empresas. Lo personal se va diluyendo entre bolsas de desplifarro que se acomodan en la organización a medida que la dimensión aumenta.
Las grandes empresas ocultan innumerables proyectos personales. ¿Podrían llegar a aprovecharlos?, ¿acabarían por fagocitarlos?, ¿daría miedo un mundo donde las empresas fueran el lugar de realización de los sueños personales?, ¿entrar en esa dinámica conduce al infierno o al paraíso?, ¿deberían iniciar las empresas un camino que las conduzca a reconocer que sus personas no son recursos sino que son su fin?
¿Estamos tontos?
La imagen es de pacoguevara en Flickr.
4 comentarios
Por Tutatis, cámbiame ese tag 😉
¿Que qué hacemos? Cada cual lo que pueda. Ya te he escrito en el post anterior que no creo que todo eso que ves y piensas se pueda generalizar a todas las empresas (ni lo mío). Pero es que en una «empresa de las mías» puese haber tantas personas como en seis o siete de «las tuyas». ¿Qué es entonces al final más significativo?¿La apertura y creación desde cero en red de cinco negocios nuevos en forma de PYME o un ERE a una empresa con veinte traajadores?¿Cuánta red y cuánta apertura son necesarias para generar el buen rollo que ahogue el malo de los EREs? Por no hablar de los despidos improcedentes, las malas condiciones de trabajo, las muertes en accidente laboral, las becas eternas, los despidos justo cuanto te corresponde algún derecho en forma de aumento salarial o el morro de unos directivos en Alemania que te chantajean para que no cobres lo que les habías convencido de pensar que te merecías…
¿A qué tag te refieres? :-p
Confiemos en que el intraemprendimiento prenda.
@M@k, por ser vos quien sos, etiqueta cambiada.
@Leo, es otra forma de bajar la gran empresa al proyecto de dimensión reducida. Eso sí, a veces parece más fácil emprender algo ex novo que no hacerlo desde el paraguas de la gran empresa.