Alejandro Páez Varela es otro de esos escritores mexicanos catalogados dentro del género de la narcoliteratura. En su día ya hicimos aquí tres reseñas de otras tantas obras de otro de sus autores referentes, Élmer Mendoza: Balas de plata, La prueba del ácido y Ella entró por la ventana del baño. Todas ellas tenían como protagonista al Zurdo Mendieta. En realidad, supongo que cada cual escribe, en gran parte, de lo que le rodea. Y allá en aquella parte del planeta, al norte de México, pasa lo que pasa.
En esta edición que he leído de Corazón de Kaláshnikov se incluyen tres relatos, a los que luego se añaden otros textos relacionados que, según parece, no se incluyeron en la publicación original. Es la primera de una trilogía que se completa con El reino de las moscas y Música para perros. Cada relato nos presenta a un mujer asesinada. Estamos en Ciudad Juárez. El Paso queda al otro lado de la frontera.
Mientras anden de este lado, sin embargo, vivirán de los desechos, por los desechos, entre los desechos. De todo tipo de desechos. Juárez es una ciudad de desechos. Desechos se viste, desechos se come: se es un desecho. Nadie dice que se vive mal; peor se está en otras partes de México. Pero vivir al sur de la frontera y al norte del país obliga a convivir con (y ser) desechos.
La violencia, la droga, la prostitución. Tres mujeres nos van narrando sus vidas. Estamos ante una novela corta en la que la muerte violenta es solo el final lógico de una existencia en la que tres mujeres caminaron por el lado oscuro de la naturaleza humana. Deprime porque uno es capaz de abandonar la ficción de la novela y situar los hechos en mitad de la más cruda realidad. De hecho, el asesinato de Jessica fue real. Los de Violeta y Juanita no, pero forman parte del mismo universo de degradación.
La frontera, ya lo dijo Don Winslow en El poder del perro, es el negocio. Sus muchos kilómetros conforman el soporte ideal para la clandestinidad. Seres humanos en tránsito, lanzados hacia el norte en busca de una vida mejor. La novela de Alejandro Páez Varela atrapa a esas tres mujeres en una cárcel en vida: la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, con el río Bravo de por medio. Allí, cada línea de la novela es un descenso a los infiernos. En vida.
Juárez es un enorme basurero de los gringos.
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