Nacionalismo, globalización y el poder de lo pequeño

by Julen

Lo pequeño es hermoso es un clásico ensayo publicado en 1973 por Ernst Friedrich Schumacher. Releído ahora, 45 años después, no hay duda de que contenía una buena carga de contenido que, con el tiempo, ha ido ganando actualidad. Schumacher escribía sobre economía y ya se las veía venir: ojo con esquilmar el planeta a base de consumir sus recursos para satisfacer lo que exige el supuesto progreso. Hoy podemos reinterpretar su propuesta desde el decrecimiento y, en general, desde la sostenibilidad. Bien, ¿qué tiene esto que ver con los nacionalismos?

Supongo que cada cual necesita, más o menos, sentir que conecta con el lugar en que vive. Claro que esto es en la actualidad un constructo que admite muchas interpretaciones. Quienes leéis este blog sabéis que muchas veces hago alusión al sur de Islandia. Sí, yo vivo en el sur de Islandia, un hiperterritorio que incluye muchas conexiones, geográficas y emocionales, por supuesto. Siento El Hierro, ciertos lugares de Andalucía o muchos pueblos de la España Vaciada tan cerca como este lugar en que vivo, Bilbao, su margen izquierda y todo lo que la envuelve.

Creo que los sentimientos de conexión con un lugar determinado hacen a las personas humanas, valga la redundancia. Esto me vale también para una gran empresa: es mucho más sencillo «conectar» con tu equipo cercano que no con la gran empresa. Siempre me he sentido cómodo con lo pequeño, con lo humilde, con lo austero. Puede que sea un poco carcamal, tampoco tengo pudor por reconocerlo. A lo mejor soso y demasiado cascarrabias. Qué le vamos a hacer.

Lo pequeño es, por supuesto, un concepto relativo. ¿Qué es pequeño? Puede ser tu barrio, la ciudad o el pueblo en que vives, la asociación a la que perteneces o el país en que vives. Puedes buscar en lo pequeño la conexión más íntima con la que te sientas a gusto. Admite, insisto, muchas interpretaciones. El mundo hiperconectado nos permite vivir en la paradoja de vernos como personas conectadas a lo local y con conciencia planetaria.

Nunca me he sentido nacionalista en la definición clásica de profundo contenido político. Acepto con naturalidad que no hay forma de quitarse de encima la paradoja de la que hablo. En la wikipedia, como casi siempre, puedes encontrar un poco de luz sobre dos posibles maneras de entender el nacionalismo:

En el análisis del nacionalismo se han configurado dos paradigmas contrapuestos y excluyentes, cada uno de los cuales implica una determinada concepción de la naturaleza y el origen de la nación y una definición de la misma: el modernista o constructivista, que define la nación como una comunidad humana que detenta la soberanía sobre un determinado territorio por lo que antes de la aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido las naciones —la nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o primordialista que define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que defiende, por tanto, que las naciones existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus raíces en tiempos remotos —así sería la nación la que crea el nacionalismo y no a la inversa—.

Me parece muy importante que la gente pueda sentirse a gusto con una referencia geográfica que le proporciona identidad. Esto se traduce en la necesidad de respetar la decisión no ya de cada persona individualmente sino la de quienes, como colectivo, se posicionan mayoritariamente de una forma o de otra. Vamos, que «lo pequeño» de Schumacher me conduce al derecho a respetar que la gente que vive en determinados territorios tengan la opción de decidir sobre su futuro. Es el principio de autonomía y también el de subsidiariedad el que se pone en juego. Lo digo yo, que nunca he sido de banderas.

Otro conflicto de nuestra época tiene que ver, claro está, con la globalización. Las distancias geográficas se han reducido como nunca antes. El capitalismo global parece haber ganado la batalla y hace del planeta una tabula rasa. Pasear por una calle comercial del centro de una gran ciudad es una experiencia muy similar, da igual el lugar en el que estés. Las franquicias igualan y el comercio online remata. Somos ciudadanía del planeta Tierra. Nuestras preocupaciones comunes tienen que convivir con la diferencia. Un planeta homogéneo es un planeta muerto. De ahí que necesitemos, otra vez, que lo pequeño, lo diferente, las miles de culturas y la diversidad reconquisten terreno.

Imagen de Eveline de Bruin en Pixabay.

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3 comentarios

amalio rey 09/01/2020 - 12:08

Totalmente de acuerdo con eso que dices de que los sentimientos de conexión con un lugar determinado hacen a las personas más humanas. Ese arraigo es mágico, lleno de contenido, por mucho que se empeñen en presentarlo como algo obsoleto.
Es cada vez más difícil conciliar esa paradoja que comentas de: “vernos como personas conectadas a lo local y con conciencia planetaria”. Son tantas las presiones desde el capitalismo global que te obligan a irte a los extremos: o compras la música de lo global (al ritmo de Amazon) terminando domesticado, o te atrincheras en modo militante para poder preservar lo local. Cada vez es más complicado conciliar ambas posturas. No nos dejan porque el sistema está montado para que nos dejemos llevar. Evitar eso te convierte en un salmón aguas arriba, con el enorme desgaste que produce.
También estoy muy de acuerdo con que “la gente pueda sentirse a gusto con una referencia geográfica que le proporciona identidad”. Ahora hay un esfuerzo deliberado de atacar las “identidades” pero, claro, unas más que otras y según convenga. Es un tema complicado porque hacerlo siempre excluye pero es que la vida está llena de eso, de tener que “descartar opciones”. Hay cosas que se quedan dentro y otras fuera. Y si no eliges tú, otros se encargan de elegir por ti. A favor, por supuesto, del derecho a elegir negociando desde el respeto mutuo el impacto potencial que puede tener eso en las interdependencias.

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Juanjo Brizuela 10/01/2020 - 07:58

Quizá deberíamos valorar más lo que tenemos aquí cerca más que buscar lo que «puede haber» allá lejos. Lo que pasa también es que cuando estamos «allá lejos» más que descubrir lo que hacemos es ratificar (o rectificar) lo que tenemos aquí.
Soy cada vez más de «lo pequeño». No es por la comodidad sino porque nos anima a seguir cuidándolo. Como cuando nuestro hij= lloraba en la habitación de al lado.

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Julen 10/01/2020 - 09:18

El mundo ha explotado y se ha aplanado en muchos aspectos. No hay más que mirar al mundo empresarial en el que el estándar es crecer, crecer y crecer. Así nos vamos alejando de aquello que fue el origen. Nos venden la ambición y el progreso, pero sigo pensando que una austeridad moderada y la renuncia a grandes logros es un valor a cuidar. Pero no, me temo que lo pequeño no está de moda.

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