Trenes con destino hacia el olvido

by Julen

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El tiempo atrapado en el vagón se rinde a la paciencia. Pasan los minutos y, perezoso, se mueve a cámara lenta en un escenario de postal tras postal. Dentro personas de diferentes épocas recrean sus respectivos mundos paralelos. El constreñimiento universal se desmadeja y abarca todo lo que sucede, aparentemente casi nada. El tren, anclado a otra época, se niega en rotundo a asomarse al progreso.

Es una mezcla de ficción y realidad. Las imágenes de un documental se entremezclan con el presente. Tras los cristales los pueblos, ajenos a ese doble juego, se pierden en la niebla y en la humedad de los valles cantábricos. En las tierras altas la vida es dura y nadie parece renunciar a la parte de bienestar que le corresponde. Las abuelas y los abuelos miran por la ventana y recuerdan. El tren existirá mientras haya quien lo recuerde.

Hoy parece todo más irreal. Los raíles continúan si acaso más inertes que nunca, cual cadáver longilíneo. Seguirán allá por los años de los años. A la espera del óxido y de que las plantas se abran paso entre el balasto. Su diseño infinito resiste. Los trenes van y vienen. Del futuro al pasado y de nuevo vuelta atrás. Dan la vuelta en bucles infinitos.

Historias de amor ligadas a máquinas descomunales. Locomotoras que encerraron humanidad al completo, en todas sus expresiones. Una conexión entre seres humanos y gigantes de hierro. Difícil de explicar pero inquebrantable y traspasada de generación en generación. Resistente al progreso, hundida en lo más ancestral. Dicen que ella murió de pena con el abandono de la línea férrea. La vida no tenía ya sentido.

La imagen es de Razy Machay en Flickr.

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