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El plinto y el potro – Consultoría artesana en red

El plinto y el potro

by Julen

De niño no me gustaba nada la gimnasia, esa asignatura que la cargaba el diablo. En las escuelas de mi barrio no la recuerdo como tal, pero, en cambio, cuando en cuarto de EGB pasé al colegio, me tocó enfrentarme de vez en cuando a aquellos malditos aparatos. En mi lista de traumas infantiles creo que no exagero si digo que el plinto y el potro se peleaban por ocupar los primeros lugares.

A mí, en general, me gustaba el fútbol, el frontón, correr o cualquier otra actividad deportiva. Bueno, excepto las acuáticas, vale. Pero aquellos aparatos me enfrentaban a una especie de miedo atávico. Es el concepto que se me ocurre. Porque, no me digáis por qué, me producían una ansiedad imposible de contener. No sé, supongo que pensaba que me iba a deslomar de alguna extraña manera.

Así que a mí se me caída el cielo encima cuando en la clase de gimnasia, nuestro profesor gordo que no había visto un chándal o un pantalón corto de deporte en su vida nos decía aquello de: ¡Hoy, aparatos! Los recuerdo como si los estuviera viendo ahora aquí delante. Forrados de color verde, el potro, con sus patas de madera, y el plinto, con sus cajones apilados, eran auténticos máquinas de tortura psicológica.

Porque la escena era siempre la misma. Había que hacer fila y esperar. Cuando nos daban la señal, era cuestión de echar a correr hacia aquel maldito aparato y saltar, o bien abriendo las piernas para pasar por encima o bien tratando de dar una voltereta en el aire. Esto último para mí era ciencia ficción. La carrera era la antesala del desastre. Así pues, cuántas veces me inventé que me pasaba esto o lo otro. Mi madre me firmaba justificantes para estar exento de semejante tortura. Hasta ahí llegaba la cosa.

La imagen está tomada de aquí.

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6 comentarios

Juan Manuel Muñoz Luque 18/06/2023 - 19:41

Para mi también era un contratiempo cuando en vez de patio teníamos clase en el gimnasio. Plinto, potro, cuerda: instrumental de tortura para muchos de nosotros, los menos atléticos o habilidosos y yo no tenía justificante posible porque era interno

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Julen 19/06/2023 - 11:01

Para mí era más que un «contratiempo» jejeje.
Eso sí, yo tenía el comodín del justificante de mi madre. Tan lejos en el tiempo y recuerdo aquellos aparatos del diablo…

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Iñaki Murua 19/06/2023 - 18:36

Se te ha olvidado el caballo, jejeje.
En mi caso, creo que el pavor estaba más que justificado: tuve un par de contratiempos / lesiones con los susodichos trastos (una rotura de cúbito, por ejemplo)

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Julen 19/06/2023 - 19:10

Los cargaba el diablo, no hay duda

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Toñi Peña 30/11/2023 - 16:08

Esos aparatos eran una tortura para casi todos/as…menos mal que ya son el pasado…

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Julen 30/11/2023 - 16:53

O sea que ¿ya no existen? Un gran paso para la humanidad… 😉

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