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Quiet quitting: cuestión de prioridades en la vida – Consultoría artesana en red

Quiet quitting: cuestión de prioridades en la vida

by Julen

No sé hasta qué punto estás al tanto del asunto del Quiet Quitting. Es un concepto que ha generado cierto revuelo mediático en los últimos tiempos. Como puedes ver a través de una simple búsqueda en Google, son bastantes las referencias en torno a este concepto, tanto en la prensa generalista como en la especializada. En el ámbito académico también puedes encontrar ya algunas referencias, aunque por lo reciente del asunto, no son tantas.

De las cosas que yo leo, te recomendaría este artículo de Santi García: Quite quitting: la gran renuncia silenciosa, que, además, ofrece una buena colección de enlaces para ampliar conocimiento. También te pueden servir estos dos artículos, uno centrado más en concreto en el Quiet Quitting y otro en otro concepto muy conectado: Great Resignation. Por simplificar, quédate con esta idea que recoge Santi García de quienes optan por apuntarse a esta tendencia. La extrae de un vídeo de un usuario de Tik Tok, Zaid Khan: «hartos de trabajar largas horas deciden silenciosamente tomárselo con más calma en lugar de abandonar sus empleos«.

Desde mi punto de vista, todo tiene que ver con algo de lo que he escrito muchas veces en este blog: el lugar que asignamos al trabajo en nuestra vida. Y sí, soy de los que pienso que ha ido perdiendo peso con el paso del tiempo. Sin embargo, también encontramos referencias recientes en sentido contrario. La primera que me viene a la cabeza es la idea de plenitud en el trabajo que plantea Frederic Laloux en su famoso libro Reinventar las organizaciones. Sí, también a este asunto le hemos dedicado líneas en este blog.

Creo que a medida que la inteligencia artificial avanza, sucede que más y más tareas de las que antes nos llenaban, ahora se quedan en puros trámites para un algoritmo bien entrenado. No solo se trata de las habilidades mecánicas que fueron pasando a los robots clásicos, sino que ahora estamos en un lugar en el que buena parte de los supuestos trabajos cognitivos que implica el trabajo pueden ser asumidos, sin mayores problemas, por la inteligencia artificial. Así, el trabajo pierde sustancia.

Las organizaciones con ánimo de lucro (y, por efecto arrastre, el resto de organizaciones) cada vez parecen ser más esclavas de la sacrosanta eficiencia. Y en esta carrera de autos locos, los humanos encontramos que ahí, en ese terreno, salimos perdiendo contra los engendros que hemos inventado. ¿Queda espacio para una actividad laboral plena, inherentemente humana? ¿Pueden seguir vigentes los principios de la teoría Y de Douglas McGregor? Recordemos que enfrentaba la teoría X –si no nos obligaran, no trabajaríamos– con la teoría Y –el desarrollo del esfuerzo físico y mental, en el trabajo, es tan natural como el juego y el descanso–. Y, claro, allá en pleno siglo XX el hombre se creía que sí, que éramos teoría Y.

El (supuesto) progreso social nos ha colocado en la tesitura de reflexionar sobre lo que nos da y nos quita el trabajo. ¿Somos lo que trabajamos? ¿Es el trabajo una fuente de estatus, de autoestima, de reconocimiento? ¿Trabajamos simplemente por la contraprestación económica que necesitamos para vivir? ¿Seguimos anclados en una ética del trabajo en la que este aparece como la maldición que recibimos por el pecado original que cometieron Adán y Eva? El caso es que el trabajo ha ocupado, hasta ahora, mucho tiempo de nuestras vidas. Y parecía de idiotas renunciar a (intentar) ser felices en todo ese espacio de tiempo.

En cualquier caso, la idea de «hacer solo lo justo» es muy castiza, ¿no? ¿Por qué esforzarse más de lo necesario? Esta renuncia a ofrecer un plus en nuestra actividad laboral siempre ha estado aquí. ¿Qué porcentaje de personas con un trabajo están dispuestas a dar ese plus? ¿Por qué deberían hacerlo? ¿Acaso luego van a encontrar una recompensa sincera por la parte empleadora que lo tendrá en cuenta si, por ejemplo, las cosas vienen mal dadas en el futuro? Ya se sabe que tenemos multitud de malos ejemplos por parte de las organizaciones con ánimo de lucro: socializamos pérdidas pero no beneficios. Te suena, ¿no?

En el fondo de trata de un pacto. ¿Qué me das y qué te doy? ¿En general, la relación de trabajo es igual de sana para las dos partes? ¿Los tan mencionados contratos psicológicos en el trabajo son solo un buen ejemplo del engaño global? Me viene a la cabeza el vídeo de Pantomima Full a cuenta de las startups.

Y sí, ya escribí de esto hace unos meses: Lo han conseguido: el trabajo no es relevante en mi vida.

Imagen de Jan Van Bizar en Pixabay.

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2 comentarios

¿Qué futuro puedes ofrecer a tu plantilla si eres una empresa industrial? – Consultoría artesana en red 12/06/2023 - 05:32

[…] son trabajos de mierda. Trabajos precarizados, autoprecarizados, depositarios de dosis enormes de quiet quitting, minijobs, gig economy. Anglicismos para mostrar la cara fea de la servitización. Palabros para […]

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El desapego hacia la cooperativa en la que trabajo – Consultoría artesana en red 17/11/2023 - 06:03

[…] otros factores que podríamos añadir. No es fácil por estos lares entender fenómenos como el quiet quitting y movimientos […]

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