¿Qué futuro puedes ofrecer a tu plantilla si eres una empresa industrial?

by Julen

Los datos son evidentes. El empleo se desplaza, en nuestro (supuesto) primer mundo, hacia el sector servicios. La industria, que un día supuso ese gran motor de desarrollo económico, ahora no puede ofrecer algo que antaño la caracterizó: empleo. Por ejemplo, aquí en la zona del Gran Bilbao, las grandes empresas siderúrgicas fueron sinónimo de plantillas gigantescas. En Altos Hornos de Vizcaya llegaron a trabajar 10.000 personas. Hoy su presencia es simbólica. Qué decir de los astilleros, de Babcock Wilcox o de otros grandes emblemas de la segunda parte del siglo pasado.

La industria, lo queramos ver desde un punto de vista más cenizo o más optimista, tiende a una progresiva reducción de puestos de trabajo. Los robots han encontrado su agosto bajo el techo de unas instalaciones fabriles que no quieren depender de errores humanos. Mejor que los errores provengan, nos dicen que con mucha menor probabilidad, de los algoritmos. Queremos procesos robustos, no depender de la excesiva variabilidad que ofrecen los humanos. En un mundo en que se dice que aceptamos la incertidumbre, preferimos no mentarla si de personas se trata. Máquinas, procesos robustos, cálculos precisos, datos, monitorización a través de una sensórica omnipresente. El mundo industrial no quiere ir de personas.

Así pues, tocan estrategias defensivas. Es el discurso de menos puestos, pero más cualificados. Es el discurso de la (falsa) seguridad derivada de nuestra eficiencia de clase mundial. Es el discurso de la plenitud (seguimos a Laloux) en un marco de progresiva restricción global. ¿Vamos al cero empleo? No, no hay que ponerse tan pesimista. Sencillamente, vamos estamos en un escenario en el que cada vez necesitamos menos personas. Insisto, porque salen perdiendo en la comparativa. Primero con los robots de toda la vida –esos que se concebían desde la mecánica– y ahora con esos otros cargados de inteligencia artificial –sea del tipo que sea–.

En esa pelea, claro está, las empresas industriales saben que tienen que jugar otras cartas. Hablan de talento, de marcas empleadoras, de mindfulness o de lo que quiera que pueda engordar el cesto del storytelling de manual. Complicado, ¿verdad? Es que no queda otra. Mientras la sacrosanta competitividad industrial siga su loca carrera por la mejora sin fin, no queda sino esperar que el proceso sea largo, que nos dé tiempo a acomodar el paso ante semejante tsunami.

Ya sabemos que ese monstruo llamado sector servicios conforma un conglomerado diverso. Ahí dentro enseguida se puede apreciar que enormes cantidades de empleo son trabajos de mierda. Trabajos precarizados, autoprecarizados, depositarios de dosis enormes de quiet quitting, minijobs, gig economy. Anglicismos para mostrar la cara fea de la servitización. Palabros para una realidad que se impone: ¡¡Este trabajo no, no nos representa!!  ¡¡Este trabajo no, no nos representa!! Un lema para que la industria no pierda la esperanza frente a los servicios. Al otro lado también hace frío. La crónica de una muerte anunciada, la del empleo industrial, sonríe porque espera que el proceso sea largo, no excesivamente doloroso y con una competencia –los trabajos de mierda del sector servicios– que demasiadas veces se gana a pulso su propia fosa común.

Ya, que me ha quedado un artículo muy cenizo, ¿verdad? Quizá simplemente es un texto de un lunes cualquiera a la espera de equivocarme. Retomo a Manu Chao: Próxima Estación Esperanza.

Imagen de Marko Lovric en Pixabay.

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