El cártel, de Don Winslow #NovelaNegra 62

Hace ya mucho tiempo que leí El poder del perro, la primera novela de la trilogía que Don Winslow dedicó al narcotráfico. De aquella lectura se me quedó grabada una reflexión en torno a cuál era uno de los grandes motivos de esa lacra: simplemente tiene que ver con los mil kilómetros de frontera que separan México de Estados Unidos. El poder del perro ya se adentraba en un territorio en que ficción y realidad iban de la mano. ¿Era cierto?, ¿era pura ficción?, ¿podían ser verdad semejantes salvajadas?, ¿hasta ahí se podía degradar la naturaleza humana?

El cártel es la segunda novela de la trilogía. Algo más de 850 páginas, poca broma. ¿El poder del perro removía las entrañas? Pues bien, El cártel va más allá. La acción se sitúa, en gran parte, aunque no solo, en Ciudad Juárez. A un lado El Paso, al otro Ciudad Juárez; en medio la frontera. ¿Asesinatos como moneda de intercambio para dejar claro hasta dónde se puede llegar en la lucha por mantener en funcionamiento el negocio de la droga? Claro que hay que matizar:

La mitad de los asesinatos que se producen en la ciudad son obra de niños pobres que ni siquiera saben para qué cártel trabajan. Reciben una orden de un jefe situado un nivel por encima y cumplen esa orden si quieren vivir. Ese jefe puede ser un juarense, un Azteca, un sinaloense e incluso un Zeta. Puede ser uno un día y al día siguiente otro.

Si decides leer el libro yo que tú me armaría de una cierta coraza emocional. Quizá el libro se excede en la degradación que muestra. La escena del Niño Jesús jugando a patear un balón muy especial casi al final del libro raya con el delirio. Pero es solo una gota en un mar de ejemplos a cual más execrable. Y el mensaje de fondo sigue siendo descorazonador: da igual lo que hagas, el ecosistema seguirá funcionando. Al norte hay mercado, al sur hay campos de aprovisionamiento. La ilegalidad de las drogas hace el resto: dinero en cantidades ingentes.

La novela a veces me resultaba un tanto recursiva. Tantas vueltas a la misma salsa dentro del caldero corren el riesgo de provocar desconexiones. Sin embargo, esos momentos valle son menores dentro de una trama que va dando vueltas en torno a una buena colección de personajes que, por el simple hecho de aparecer en la novela, compran boletos para morir asesinados. De malas maneras o de peores maneras.

México no tiene la culpa. Se explica fácil:

¿Qué quería que hiciéramos? El país se estaba desmoronando, la violencia empeoraba cada día. La única manera de poner fin al caos era elegir al vencedor más probable y ayudarlo a ganar. Y ustedes, los estadounidenses, nos desprecian por ello a la vez que envían los miles de millones de dólares y armas que alimentan la violencia. Nos culpan por vender el producto que ustedes compran. Es absurdo.

Así pues, insisto, la frontera sigue siendo una de las grandes razones que lo explica todo:

Para empezar, la realidad es que la frontera es la razón de ser de los cárteles. Si no hay frontera, no hay beneficio ni plaza. No hay violencia.

Prepárate para leer una novela de esas que te hace bajar hasta lo peor del alma humana. Y el problema es que, nos dicen, está basado en hechos reales. Periodismo de investigación y literatura desasosegante.

Imagen destacada tomada de Wikipedia.