BI-149696. Llegó un día a casa. Era el coche que cambió las rutinas de la familia. Yo tenía 6 años cuando semejante máquina apareció en escena. En casa fue mi madre la que se sacó el carnet de conducir, no mi padre. Una curiosidad, porque no era para nada normal que fuera la mujer quien condujera. Aquel Seat 124 se convirtió en uno más de la familia, junto a los humanos y a los animales de casa.
Era blanco. El primer día que lo estrenamos tuvimos un incidente. Sí, aquel primer día, poco antes de llegar a Portugalete, sufrimos un pequeño accidente de los de chapa y pintura. Gajes del oficio. Pero parece que no influyó en los ánimos de mi madre, que continuó haciendo uso de él sin mayores problemas.
El sitio de mi hermana y el mío, era, por supuesto, el asiento de atrás. Nada de sillas infantiles ni cinturones de seguridad. Eran otros tiempos. Me vienen dos grandes recuerdos. Por un lado, los viajes de los domingos, cuando marchábamos a pasar el día. Éramos domingueros en su más expresión más precisa. Lo hacía posible el 124. Allí dentro contábamos de todo para que los minutos fueran entretenidos. Lo más normal: coches de un determinado color, modelo o matrícula. A veces hasta matrículas extranjeras. Increíble.
El segundo recuerdo tiene que ver con los viajes de veraneo, los que nos llevaron hasta las costas del sur en las vacaciones estivales: Benidorm, Marbella e Isla Cristina de repente quedaban al alcance de un trayecto que hacíamos en dos días. Supongo que eran todo un desafío para la familia. Porque, claro, en aquellos viajes, se venían con nosotros unos tíos. O sea, que éramos seis personas metidas dentro de aquel habitáculo. Casi nada.
Imagen de 👀 Mabel Amber, who will one day en Pixabay.
1 comentario
Que bonito, que memoria tienes, chaval!! Un gustazo, de verdad, leerte dominguero