El pozo de la tía Aurora

by Julen

El agua que bebíamos en casa no era aquella que salía por el grifo. Supongo que quienes vieron el milagro del agua corriente no acabaron de fiarse del todo de que aquel líquido pudiera beberse. Ahora nos quedan pocas dudas, pero seguro que hubo momentos, al principio del milagro, en que su calidad dejaría que desear. Así que, en casa, íbamos al pozo de la tía Aurora a coger el agua.

Frente a nuestra casa estaba (y está) la casa de la tía Aurora. La mujer murió cuando yo era muy pequeño. Era una hermana de mi abuelo y todavía soy capaz de recordar las visitas a su cocina, con aquellos azulejos de escenas vascas a media altura. Era analfabeta, pero muy lista y la queríamos mucho. Junto a la casa, había un terreno llano bastante extenso. Además de los cultivos típicos, recuerdo varios manzanos, un cerezo, y, por supuesto, el pozo.

De vez en cuando le acompañaba a mi abuelo cuando iba a por agua al pozo. Cogía un balde de zinc, de los que también empleaba para recoger la leche cuando cataba las vacas. El procedimiento era sencillo. Una vez que el balde descendía hasta tocar el agua, la clave consistía en dar un golpe de mano rápido para que se volteara allá abajo. Al sumergirse en el agua, se llenaba de inmediato. Solo quedaba subirlo de nuevo a la superficie.

El pozo, según la época del año, variaba en su nivel. A veces veías el agua cerca y otras, en cambio, quedaba a varios metros de profundidad. Entonces, daba cierto respeto. Al menos para un niño como yo. Luego había que llevar el balde —siempre era solo uno— hasta casa. Al llegar, se vaciaba en otro de color amarillo, de plástico y con tapa, con la base más ancha de lo normal.

Y de él bebíamos. La mayor parte de las veces lo hacíamos con un único tanque, también de zinc. Era el tanque oficial de beber agua en casa. La liturgia seguía una lógica muy sencilla: levantar la tapa amarilla, coger agua con el tanque y beberse toda la que habías cogido. Enjuagabas después el tanque y allí quedaba para quien viniera detrás. No soy capaz de situar en el tiempo cuándo desapareció aquel balde amarillo. Pero, sí, llegó un momento en que desapareció. Como el pozo.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.