Lo tengo claro: lo mío es contenido escrito

Supongo que cada cual tenemos nuestra forma natural de generar contenido. Siempre digo que tengo un blog porque, simplemente, me gusta escribir. Desde que era muy pequeño supe que esto de juntar palabras era lo mío. Estoy ahora terminando el libro que Amalio Rey ha publicado recientemente: El libro de la inteligencia colectiva. Creo sinceramente —ya tendremos tiempo cuando lo terminemos de ir destripándolo— que es una fantástica aportación a un territorio muy vasto y de límites complejos. Al leerlo no he podido dejar de pensar de qué forma el texto ha perdido relevancia frente a imágenes y vídeo en un Internet ubicuo.

Seguir aporreando teclas en vez de grabar imágenes con la cámara para componer luego productos más fáciles de consumir quizá no tenga demasiado sentido si quieres tener alcance. Sin embargo, hace ya mucho tiempo que decidí que escribo para que lo lea quien quiera. Por mi parte ya deshabilité las cookies: no creo tener derecho a monitorizar qué lees y por cuánto tiempo cuando llegas a este sitio web. Escribo primero para mí. Luego en la lista vienes tú, sí; pero faltaría a la verdad si dijera que escribo sobre todo para ti.

Muchos de mis artículos me ayudan a fijar un punto de vista, a reflexionar. Otros simplemente hacen de contenedor de ideas y recursos que voy localizando a través de lo que voy leyendo. Y ¿qué decir de los posts de crónicas de mis rutas de larga distancia en MTB? No son sino puro placer para mi propio recuerdo. A partir de lo que escribo, no obstante, claro que soy capaz de ver que puede serle útil a otras personas. Esto mismo que comentaba de los viajes en bici puede ser útil para que alguien decida emprender algo parecido.

Evidentemente, leo mucho, pero también, como no puede ser de otra manera, consumo vídeos. Por continuar con el asunto de la bici, ahora mismo estoy enganchado a los vídeos de Fred’s Cycling Obsession. Está subiendo estos días los de su reciente viaje por la National Cycle Network Route 78 (The Caledonia Way) en Escocia. Reconozco que es un trabajo estupendo y necesario. Y ahí está la gracia: la dimensión mediática de ese contenido en Internet multiplica por mucho el alcance que hoy en día tiene el texto. Pues muy bien, yo encantado. Mi aportación —porque sinceramente es lo que me gusta— tiene que ver con el texto. Así de anacrónico puedo llegar a ser. Y lo seguiré siendo.

Volviendo al libro de Amalio, sé que si hoy en día quieres posicionar contenido vas a tener que llevar a cabo un considerable esfuerzo de comunicación. Desde luego, basado en una premisa inicial: la calidad de lo que has creado, algo que, te aseguro, te garantiza su libro. Ahí entrará, en su caso, el movimiento vía redes sociales o las presentaciones del libro, sean en formato presencial u online. Ese esfuerzo por el alcance es el que nunca me he planteado ni creo que me plantearé con lo que escribo. Mi almacén es este blog. Aquí está lo que ha ocurrido desde 2005. Son 17 años escribiendo en este humilde blogsito. Demasiado tiempo como para parar.

En fin, termino con una reflexión. Escribir obliga a tratar el lenguaje con propiedad. Aunque hay gente que lee y luego apenas si traslada calidad lingüística al texto, lo lógico es cuidar la expresión. Por mi trabajo me toca leer en la universidad muchos proyectos fin de grado y trabajos fin de máster. Pasa el tiempo y continuamos con el drama de ver cómo jóvenes (y no tanto) son incapaces de escribir con propiedad. Un texto bien escrito es la excepción. El trasvase de producción del texto a la imagen y el vídeo está dejando cadáveres en el camino. Seguimos viviendo entre promesas de que la tecnología corregirá nuestra debacle. Mucha inteligencia artificial, pero todavía no veo que llegue a contribuir en textos de calidad. ¿La tecnología digital es la responsable de esta evidente falta de competencia escrita?

Pues eso, aquí seguimos. Escribiendo, como tantos y tantos otros días. Pura diversión.

Image by Gerhard Bögner from Pixabay.