La dictadura, la democracia, China, USA y American Psycho

by Julen

Ayer veía por televisión las escenas a las puertas del Capitolio en Washington y la distopía aparecía en pantalla en todo su esplendor. Recuerdo hace años, de vacaciones allí en USA, en un día de calor sofocante, cómo Washington relucía repleto de gente sin hogar. Fue de lo más impactante de aquel viaje: ¿cómo es posible que tanta gente quedara fuera del sistema y no tuviera sino que mendigar para salir adelante? Aquello, en una supuesta democracia como la americana, decía mucho sobre qué era (y es) justicia social y qué no.

Zigor Aldama publicaba el pasado día 4 un hilo de tweets en el que se despedía de una larguísima estancia en China. Entre las respuestas que provocaba surgió un cruce de opiniones sobre la dictadura China, si es que se puede calificar de tal. Echad un vistazo porque es interesante. ¿China es una dictadura? ¿Y Estados Unidos? Por favor, qué cosas voy a comparar.

Supongo que una vara de medir el progreso es la riqueza económica que una sociedad consigue. La lógica nos dice también que la forma en que se distribuye esa riqueza entre su ciudadanía forma parte también de la idea de progreso. Estados Unidos lleva muchos liderando el mundo desde su potencia económica. Su democracia se ancla en una serie de valores que parecían, hasta hace cierto tiempo al menos, bien afianzados. O algo así se retransmitía constantemente por la máquina del fango. Hasta que ayer las televisiones retransmitían lo inconcencible: una parte de la ciudadanía asaltaba la sede del poder legislativo. ¿Dónde? En Washington, allá en el país de las libertades.

Hace unos días leí, por fin, American Psycho. De hecho se convertirá en el segundo post de mi recién estrenada sección de novela negra de este blog. El asesino en serie Patrcik Bateman (ya decidirás tú si lo era o solo estábamos ante un delirio de su mente enferma) cita en varias ocasiones a Donald Trump como un referente. La escena se sitúa hace casi 30 años. Aquel personaje se ha convertido durante los cuatro últimos años en presidente de los Estados Unidos. Elegido democráticamente por el pueblo americano. Desde este otro lado del charco sigue pareciendo una distopía. Si siempre se ha dicho que Hitler llegó al poder a través de los votos de la ciudadanía, Trump más de lo mismo. Quizá estemos ante un pequeño daño colateral del sistema, ¿no? Pero parece que no tenemos otro mejor.

Desde la distancia, Donald Trump es el típico personaje que uno no puede concebir como «buena persona». Es imposible. Es una simple cuestión ética: este hombre está haciendo el mal. Su comportamiento semeja un delirio de tal proporción que Bret Easton Ellis habría podido recurrir a él como protagonista para su atroz novela American Psycho. ¿Por qué no pensar que aquel ambiente de degradación moral de los yuppies de los 80 podía degenerar en una bacanal de delirio en la que mujeres, vagabundos y gentuza de ese estilo no eran sino la parte de la sociedad a la que no quedaba sino exterminar? Patrick Bateman era un personaje de ficción. Donald Trump es realidad. Sí, está pasando. Ayer salía por televisión.

Zigor Aldama publicaba de nuevo otro tweet hace unas horas compartiendo un vídeo en el que algunos manifestantes en Washington pisoteaban cámaras de televisión. Donald Trump ya lo ha dicho: el cuarto poder se la ha jugado. Las fake news le han vencido en las elecciones, no su candidato rival. Nunca reconocerá que perdió las elecciones. Eso es de cobardes. Su delirio, a diferencia del de Patrick Bateman, sigue adelante; no quedó enterrado en una novela. Bret Easton Ellis dejó –maestro él de la futurología, quién lo iba a decir– un final abierto en su relato: ¿era cierto o era falso? ¿Había matado Bateman a más de 20 personas o el hecho de que Paul Owen, una de sus víctimas, parecía que seguía vivo invalidaba toda su obra? Ahora el delirio de Trump, ¿es real o es la televisión la que nos engaña?

La dictadura China controla a los medios y a su ciudadanía. La democracia americana controla el mundo a base de hacer y deshacer política internacional. Aquí te invado un país, allí coloco un dictador y más allá te impongo un bloqueo. Pero ha involucionado y ahora parece les ha dado por corromperse mediante política doméstica. La democracia americana salía ayer por la televisión. La escena comenzó mucho antes, hace más de 4 años. Donald Trump, compañero de fatigas de Patrick Bateman, se presentaba a las elecciones y las ganaba. Con el voto de la ciudadanía, como sucede en cualquier democracia occidental que se precie. Así estaba el mundo.

Cuatro años despúes, el trumpismo es un fenómeno digno de análisis sociológico, una patología en las democracias occidentales. Su modus operandi sirvió para ganar unas elecciones; nada de imponer dictaduras clásicas. Hay otras formas y en tiempos de postverdad la confusión es tal que mueve pieza y gana. Semejante aberración hace pensar en el final de la historia. Fukuyama ya nos lo explicó: las democracias liberales son el sistema. No hay más. Esto es lo que ha dado de sí el progreso. Hemos llegado hasta aquí. Bateman vivía en la ficción y era un asesino en serie. O no. Trump fue el presidente número 45 de los Estados Unidos de América. ¿O no?

Imagen de Comfreak en Pixabay.

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