Christian Salmon publicó en 2007 su libro Storytelling la machine à fabriquer des histoires et à formater les esprits. Al año se siguiente salía su versión en castellano: Storytelling la máquina de fabricar historias y formatear las mentes, en Ediciones Península. Es un autor del que ya hemos escrito en este blog. Su mensaje en este libro es bastante simple: nos han inventado una realidad y quienes dirigen economía, política o lo que sea deben ser capaces de crear historias y de hacer desvanecer la línea que separa ficción y realidad. Viajamos más a gusto en el mundo del espectáculo y eso es lo que nos entregan.
Salmon asigna esta nueva habilidad a los líderes posmodernos de la empresa, de la guerra, de la economía, de la política. Hollywood se convierte en el mejor aliado para explicarnos la realidad. El Ala Oeste de la Casa Blanca es «el vehículo» para narrar la política. No es la realidad sino la ficción. No es la ficción sino la realidad. Da el orden de los factores, el resultado es el mismo. Hay que fabricar el producto que el público quiere consumir. Y votar.
Así no queda sino aceptar que la política hoy pasa sobre todo por el prime time. Necesitamos que nuestros líderes -llámalos como quieras- se desenvuelvan bien ante las cámaras. La televisión, de nuevo y a pesar de su muerte tantas veces anunciada, juega su papel de caja tonta lista registro de la realidad-ficción y sirve para proyectar imagen de los señores de la política. Las audiencias dictarán veredicto. ¿Cantan bien?, ¿bailan?, ¿saben contar chistes? Hay que construir la historia del personaje.
Ronald Reagan era un actor. Puede que sea la referencia a seguir. Manuel Castells dice que las propuestas políticas en positivo se fabrican con facilidad, que ahí no está la diferencia. Es solo cuestión de hacer un buen estudio de mercado. No es tanto lo que se propone sino acertar con lo que el público desea. Y después ya tenemos a la máquina del fango para sacar los trapos sucios del contrincante o simplemente para sembrar la duda. Se gana criticando, insultando -con elegancia-, sacando las vergüenzas del competidor. Olvida lo tuyo y derriba al enemigo.
Quizá no sabe contar chistes tan bien como parecía. O sus habilidades para el rafting son más bien limitadas. ¿Te fiarías de alguien que no es simpático, que no haga deporte o que no se comporte ante las cámaras? La credibilidad se construye a base de foco, cámara y «resultar bien». Televisión como servicio público con un espectáculo garantizado: entretenernos. Sustituya actores por políticos, empresarios o ciudadanía de a pie. El reality show como panóptico global aceptado por la ciudadanía. ¿Dicen lo que el guión les exige o tienen capacidad para escribir el guión?
Entre tanto continúa el desfile para telehumanizar delante de las cámaras. La mezcla entre ser quienes son y quienes sus asesores de comunicación les dicen que tienen que ser es cuando menos curiosa. ¿A quién vemos? ¿A la persona?, ¿al personaje?, ¿a la actriz y al actor en que les han dicho que se conviertan? Pero el objetivo final es entretenernos. El cuarto poder de la caja tonta renace y construye un Cuéntame del presente, con actores reales y con la realidad guionizada.
Elijan su bebida favorita y no se corten con sus palomitas. El espectáculo continúa. Rían, lloren, emociónense, acompañen a sus personajes favoritos en su caminar por los escenarios. El Show de Truman emite 24/24, 7/7, 365/365. Todo es real siempre y cuando lo veamos en pantalla y nos entretenga.
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Muy buen análisis del panorama… https://t.co/XgJH55q9Ws
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[…] hace cierto tiempo al menos, bien afianzados. O algo así se retransmitía constantemente por la máquina del fango. Hasta que ayer las televisiones retransmitían lo inconcencible: una parte de la ciudadanía […]