Desorganización y caos

by Julen

Necesito sentir, hasta donde puedo, una cierta sensación de control. Sé que mi capacidad es muy limitada. Necesito la sensación de control. Sé que me engaño. ¿Qué sentido tiene un juego en el que es evidente que las cartas están marcadas desde el comienzo? ¿Por qué entonces no abandonar la partida y dejar que todo me arrastre? Sé que no tengo argumentos para vencer. Solo puedo gestionar la forma y volumen de la derrota. En eso estamos.

La desorganización continúa abriendo puertas y cada una de ellas aboca al desasosiego. Es imposible cerrar los ojos. La luz penetra; da igual lo que intentes para protegerte de ella. El caos es ubicuo. No hay forma de evitarlo. Tras cada contacto, tras cada conversación, tras cada lectura; siempre sucede lo mismo: se abren las compuertas y no hay forma de detener el aluvión. Insisto, se trata tan solo de ver cómo minimizamos daños.

Cada cajón que descubro útil para ubicar lo que leo es inútil. Al día siguiente ya está en cuestión. Da igual que tape un agujero, el agua se cuela por otras rendijas. Al otro lado de la muralla la fuerza es tan descomunal que la derrota es el único escenario. Me miro hacia dentro en busca de refugio. A veces lo consigo y creo por un momento que todo ha sido un mal sueño, que toda esa desorganización y caos es solo fruto de mi imaginación.

Malditas paradojas, maldito pensamiento. Cabalgo a lomos de un caballo desbocado que no conoce otra forma de comportarse. Pasan los días, me hago mayor y creo que todo va a peor. Construyo cada día artefactos para autoengañarme. Mis trampas al solitario deben parecer patéticas, ¿no?

Imagen de Jonas KIM en Pixabay.

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1 comentario

Isabel 15/07/2020 - 19:53

El agua se cuela por las rendijas, pero también la luz. Nos lo recordaba Leonard Cohen: “Hay una grieta en todo; solo así entra la luz”. 🙂

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