Vivían en lugares alejados sin saber la conexión que mantenían. En la ciudad de las palabras no era fácil encontrar orden. Si bien a veces se agrupaban en barrios con cierta identidad según la procedencia, la mayor parte de las veces cada cual había buscado su hueco al margen de las otras. Había palabras de todas las formas y colores en un rompecabezas que parecía recrearse a cada instante.
Quizá por eso, el encuentro tuvo parte de magia. Caminaba cada una dentro de su universo cuando algo les llamó la atención. No tenía que ver con un parecido de forma, sino que la conexión, inmediata, tuvo que ver con su signficado. ¿Por qué y cómo era cada cual como era, al margen de su evidente hermandad semántica? Se observaron con un lógico recelo inicial, pero enseguida surgió la química.
Cada una quería saber de la otra. ¿Cómo fue que llegaste hasta esta ciudad? ¿Dónde naciste? ¿De dónde era originaria tu familia? Muchas preguntas para ponerse al día. Vivían en barrios sin apenas conexiones. El significado las unía pero no quedaba nada claro que tuvieran la posibilidad de construir una relación duradera. Sabían que de forma natural era difícil encontrarse por mucho que ellas se sintieran cercanas.
Recordaron, no obstante, que en ocasiones especiales se habían llegado a encontrar, cuando, por alguna razón que desconocían, un ser humano quería mostrar la profundidad del significado que las acompañaba. Pero lo habitual es que una sustituyera a otra y así no había forma de asentar la relación. Sí, cumplían la misma función, pero era una u otra. Una cercanía que era la misma razón de su alejamiento.
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