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La condena a teletrabajos forzados – Consultoría artesana en red

«Los trabajos forzados pueden ser un castigo en forma de trabajo obligado aplicado a delincuentes o prisioneros de guerra«. El texto está extraído de Trabajos forzados (pena), la entrada de la Wikipedia en español. ¿Somos prisioneros de guerra? No, pero el símil se entiende, ¿verdad? «Los presos reciben un sueldo bajo, pero tienen la comida y el alojamiento gratuito. Las empresas obtienen mano de obra barata y en algunos casos se ahorran el coste del equipamiento para realizar el trabajo.» Así se describe el trabajo forzado. De momento no encuentro ninguna entrada en la Wikipedia para los teletrabajos forzados, pero lo mismo hay ya quien está a un golpe de tecla de ponerse manos a la obra. Hoy, el teletrabajo que sufrimos es, en su mayor parte, forzado. Para lo bueno (algo tiene), pero también para lo malo (bastante de esto hay). Escribí de esto hace unos días: Digitalización y teletrabajo forzoso: lo que aprendemos con el coronavirus.

Alicia Pomares escribía un artículo hace unos días en su blog: ¡Esto no es teletrabajo! Y lo sabes (me permito quitarle la tilde a Esto porque no la lleva). Comenzaba el texto de esta manera: «Si lo seguimos llamando teletrabajo lo vamos a odiar.» Estoy muy de acuerdo con su enfoque de la situación actual. Me parece que hay que tener mucho cuidado con ver solo la punta del iceberg que presenta una situación ideal, la de cierto tipo de empresa y de trabajador que ven (casi) natural esta forma de trabajar. Un buen ejemplo es la universidad, en la que ya disponíamos de una plataforma online para los contenidos de todos y cada uno de nuestros cursos y en la que el personal docente, mejor o peor, dispone de ciertas competencias digitales. Y lo mismo sucede con el alumnado. Así que, mal que bien, ya sabíamos lo que era disponer de una plataforma digital para nuestro trabajo. Pero lo mismo somos la excepción.

Las condiciones en las que estamos ahora trabajando son, desde luego, excepcionales y no son, ni de lejos, las mejores. Emocionalmente somos muchas las personas que soportamos una presión nada agradable. Con el punto de mira en nuestra gente mayor, la preocupación es evidente. Además, si hay cargas familiares, con niñas y niños correteando por esos hogares que son ahora, también, lugar de trabajo, el asunto no pinta bien. Tenemos que improvisar un nuevo puesto de trabajo, a escasos metros de la cocina (si no dentro de ella) y del dormitorio. Y con el equipamiento del que cada cual disponga, claro está. Lo mires como lo mires, hemos profanado lo más íntimo, el refugio sagrado que un día fue nuestro hogar. Ahora es, no por tu decisión, lugar de trabajo.

La situación obliga y hemos aprendido a sobrevivir. Cada cual se ha buscado la mejor manera de hacerlo. En función del tipo de actividad laboral, el teletrabajo forzado es una pena si cabe leve comparada con la que sufren todas esas personas que no pueden trabajar confinadas en sus hogares. Cada sector de actividad está afectado de forma diferente por la digitalización. Quienes se supone que algo sabemos de management ya dijimos que digitalizar tenía que ver, sobre todo, con transformar productos en servicios. Pero eso no debe hacer que nos pongamos la venda en los ojos: necesitamos trabajos que sigan ofreciéndonos productos o servicios que no pueden migrarse a lo digital. Nuestra digitalización depende de otras actividades no digitalizadas. Es un buen momento para la solidaridad entre diferentes.

Me asustan las loas desmedidas al aprendizaje forzado. Insisto en que no hay por qué ver el vaso medio vacío y reconozco que yo mismo he aprendido un montón en estos más de treinta días de confinamiento. Incluso he tomado algunas decisiones que falta me hacían. Incluso me ha entrado trabajo debido a mis supuestas competencias digitales. Incluso podría decir que salgo ganando. Pero la manera en la cual estoy teletrabajando es forzada. No ha sido mi elección. Sé que mi temperamento me ayuda y que, en general, me siento bien con lo que me toca. Pero, como definición general, los teletrabajos forzados son una condena.

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5 comentarios

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