10 lecciones que creo haber aprendido del teletrabajo forzado

by Julen

Allá hacia finales de marzo del año pasado todo cambió. Lo que antes hacíamos de una manera ¿lógica?, de repente pasó a ser imposible. Nos confinaron. No había plan B, nos condenaron a teletrabajos forzados. Cada cual tuvo que mirarse para dentro y ponerse manos a la obra. El problema es que el cada binomio persona-trabajo era único. Y si a eso le añadíamos que las empresas tampoco sabían muy bien qué hacer, el momento fue, cuando menos, curioso. Por decirlo de forma suave.

Ha pasado más de un año y ya podemos hablar con cierta perspectiva. Cada cual tendrá que ver cómo le ha ido. Llevaba tiempo queriendo escribir este post. Comparto las 10 lecciones que creo haber aprendido de casi año y medio de teletrabajo intenso.

1. Es cuestión de dosis.

No es cuestión de sí o no al teletrabajo; es cuestión de en qué dosis. Y ahí se admiten muchas diferentes posibilidades. Porque cada binomio persona-trabajo puede requerir dosis distintas. Si ahí en el centro está la persona, no queda sino hablar con ella para conocer su caso particular y encontrar de mutuo acuerdo la mejor de las propuestas, la que proviene de su situación personal. La parte empleadora (por decirlo de alguna forma) tiene la obligación de contribuir a que ese talento se aproveche de la mejor manera posible. Y nunca, nunca, va a ser café para todos.

2. La tecnología nos ayuda.

La pandemia ha naturalizado las relaciones mediadas tecnológicamente. Sí, mejor no verse en la obligación de recurrir a la tecnología. Siempre es mejor echar mano de ella debido a una elección voluntaria, desde nuestro libre albedrío. Pero también es cierto que la tecnología cada vez va a ser más transparente. Puede que no sepamos que la estamos usando porque es la evolución natural del ser humano. Somos humanos porque desarrollamos tecnología. Ahora, más que nunca, la tecnología nos debe ayudar a ser más humanos. Sí, una cuestión profunda, de implicaciones éticas y morales tremendas.

3. No termino de relejarme.

Llevo cientos de reuniones de trabajo online —si las cuento creo que me llevaría un buen sofoco— y decenas de sesiones de talleres a través de Google Meet, Zoom o Microsoft Teams. Hoy es el día en que lo más habitual es que tras una sesión de un taller online termine con la espalda empadada y con un nivel de sudoración que, hay que reconocer, no es normal. No soy capaz de relajarme. Sí, creo que lo consigo más que al principio, pero estoy muy lejos de naturalizar el nuevo modo. ¿Alguien me puede ayudar?

4. Hay situaciones sin vuelta atrás.

Lo comentaba en una reunión —por supuesto, online— en la que participaba ayer: ciertos trabajos se van a quedar con un formato online. En mi caso, por ejemplo, lo veo con las tutorizaciones de los proyectos fin de grado y fin de máster en la universidad. Son reuniones de seguimiento individual en las que repasamos el grado de avance de sus trabajos, que debe quedar reflejado en un documento ofimático. Si hay desplazamiento de por medio no le veo sentido a reunirme en formato presencial. Algo parecido me pasa con los talleres de 5S digitales. Me cuesta mucho verlos en formato presencial. Hace poco he tenido que llevar a cabo uno y he encontrado más inconvenientes que ventajas.

5. La tentación de la vigilancia total.

A falta de una relación sana de confianza entre las partes, el teletrabajo es una gran herramienta para lo peor de lo peor: la vigilancia total del trabajo que llevamos a cabo. Es una tentación y es triste que el software ya está desarrollado y a disposición de esta lamentable práctica de gestión. Sí, cada vez que dejamos huella digital con lo que hacemos —¿es posible no dejarla?— estamos proporcionando la materia prima para la hipervigilancia. La teoría X hace su agosto en época en pandemia, no te quepa la menor duda.

6. Las brechas siguen siéndolo, más si cabe.

Yo vivo en un paraíso. Tengo medios, tengo un despacho diseñado a mi gusto, con mis libros, con mis cosas, con mis manías. Tengo un trabajo que me permite teletrabajar. Pero este último año nos ha hecho aprender que la brecha digital, esa que convive con la económica, es demasiado fácil de ensanchar con estas nuevas formas de trabajar. Pero en el caso del entorno laboral, la brecha tiene que ver con la aptitud y la actitud de las personas. Es una brecha muy compleja, porque hay  que entrar en el terreno de la psicología de cada cual. Pero la brecha digital existe y cuidado con no hacer nada para minimzarla.

7. La miseria de medir el tiempo.

Cuando pensábamos que vivíamos en plena era del trabajo del conocimiento, la realidad nos enfrenta de bruces con otra realidad. Lo que hay que medir es el tiempo, una vara de medir que nos engaña porque kairos y cronos no son la misma cosa. Pero pasa el tiempo y el teletrabajo profundiza si cabe esa manera triste y miserable de evaluar lo que hacemos. Se trata de medir los minutos de conexión, lo que somos capaces por unidad de tiempo. La productividad, entendida de esta forma, sigue devolviéndonos a un concepto de trabajo estancado en las profundidades del pasado.

8. Está en juego nuestra salud mental.

Cada vez que la pantalla ocupa más parte de nuestro tiempo, nuestra salud física —pero sobre todo la mental— está en juego. Quiero pensar que el tiempo nos inmunizará contra las nuevas tensiones de un entorno digital que de vez en cuando sigue sin ser del todo fiable. La estabilidad de la conexión a Internet no ha tenido su traslación en la estabilidad de nuestra conexión emocional en entornos virtuales. Ahí seguimos peleando para acomodar lo que somos a las exigencias de una relación mediada por la tecnología, o sea, mediada por las pantallas.

9. El teletrabajo natural es ese del que no te enteras que lo es.

Estoy convencido de que hoy en día hablamos de teletrabajo porque hay que transitar necesariamente por una etapa de adaptación. Aquí, en plena era de novedades, insistimos en hablar de tecnología. Pero el teletrabajo, buena parte de él, será «trabajo» más pronto que tarde. Trabajo sin más, sin necesidad de anteponer prefijos al sustantivo. La distancia dejará de serlo y el trabajo fluirá por canales soportados digitalmente. ¿Y qué?, ¿qué hay de nuevo en eso? Las generaciones que nacen con la tecnología ya implantada no verán sentido a hablar de teletrabajo. Eso es de gente mayor, como quien escribe este artículo.

10. El futuro es más teletrabajo.

Aunque pasemos por una situación transitoria de pros y contras, de intentos de regulación más o menos felices, el futuro nos enfrenta a olvidar las distancias físicas. Lo local va a seguir teniendo sentido y el kilómetro cero me parce un concepto fundamental a cuidar y desarrollar. Pero esto no impide reconocer que estamos inmersos en una transición conceptual respecto a lo que representa en nuestras vidas la distancia geográfica. El mundo se hace pequeño de la mano de las tecnologías —espero que no «plano»— y el futuro inmediato nos va a enfrentar cada vez más a interactuar con personas que no están precisamente «cerca» desde el punto de vista tradicional.

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Imagen de nicod5300 en Pixabay.

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2 comentarios

Venan 27/06/2021 - 23:33

Yo he aprendido una cosa más, el cuerpo tiene una capacidad finita y el incremento de horas un día tras otro puede ocasionar problemas no sólo mentales de “no descanso” o como dices tú de “no relajación”. En mi caso, tantas horas de clase mañana y tarde, día tras día, semana tras semana acabaron produciendo un trombo venoso profundo en mi pierna izquierda sin síntomas aparentes, que cuando quiso, se desprendió y me provocó una embolia pulmonar bilateral. Al borde del precipicio, nos salvamos por los pelos, una lección aprendida que quería compartir para que seamos todos conscientes de que el riesgo es real. Ya sabes, cuando la barba de tus vecino veas pelar, …

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Julen 29/06/2021 - 09:19

Tenemos que cuidar muy mucho esto de la salud porque estas nuevas prácticas tiene su lado no ya oscuro, sino bien negro. Cuídate mucho.

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