¿Teletrabajo? Aflora la desconfianza

by Julen

Cuando en marzo de 2020 nos confinaron, hubo que pasar a una fase de teletrabajos forzados. Como quiera que no había plan B, cada cual, con sus medios, tuvo que ponerse a teletrabajar. Lo nunca visto. Tu hogar pasaba a ser el nuevo lugar de trabajo. El salto era cuántico y puso sobre la mesa una nueva forma de relación entre las personas. Quien más quien menos aprendió a desempeñarse con las herramientas de videoconferencia. Adquirimos competencias digitales de un día para otro. La necesidad hizo virtud. Pero todo aquello comienza a diluirse.

Según los datos recogidos en su último informe por Red.es, una entidad pública adscrita al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, en el segundo trimestre de 2021 solo un 9,4% de las personas ocupadas trabajaron desde su domicilio particular habitualmente —más de la mitad de los días de su jornada laboral—. Una caída de casi siete puntos con respecto a los registros del mismo periodo de 2020 (16,2%), y de casi dos puntos en comparación con los del trimestre anterior (11,2%).

Esto es lo que se puede leer en uno de los numerosos artículos que se están publicando estos días en torno al teletrabajo, ahora que poco a poco —tocamos madera— los datos de contagio están disminuyendo. En concreto la cita está extraída de un texto firmado por Carlos Morillo en El País: El teletrabajo pierde fuelle frente al presencialismo.  Además, el Gobierno restringe el teletrabajo del funcionariado:

Los funcionarios que actualmente teletrabajan hasta cuatro días a la semana verán cambiado su modo de trabajo desde el 1 de octubre. El Gobierno les llama de nuevo a las oficinas y les permitirá trabajar a distancia como máximo un día a la semana.

Parece que tanto en la empresa privada como en el sector público, los tiempos de teletrabajo están reduciéndose a favor de lo de toda la vida: vete a la oficina. La fábrica, claro está, por sus instalaciones específicas y su inversión en medios productivos es harina de otro costal. Aquí mismo, en la universidad, también estamos hablando de presencialidad como vuelta a la manera normal de hacer las cosas. Parece que en todas partes, al contener los datos de contagios por coronavirus, volvemos al contacto social de siempre. Y eso se traduce en que teletrabajo, el estricto y necesario, nada más.

Pues qué queréis que os diga, pudiera ser que necesitemos una conversación más seria en torno al teletrabajo, ¿no? Aquí ya hemos escrito varios artículos al respecto. No hay duda de que el teletrabajo tiene, como todo en la vida, su lado oscuro. Además, creo que es muy difícil establecer estándares porque hay una variable que lo condiciona todo: la situación particular de cada persona. Y es que, si por el lado de quien diseña el trabajo, es evidente que se pueden estandarizar modelos, no lo es así cuando miramos a cada persona. Las circunstancias personales son diferentes y hay que tenerlas en cuenta para ver hasta dónde y cómo puede convenir el teletrabajo.

Por otra parte, hay datos que asustan respecto a las consecuencias negativas que, parece, ha traído el teletrabajo en las relaciones laborales. La mitad de la gente dice que el ambiente se ha degradado:

El 53% de los empleados que ejercen en remoto de manera habitual reconocen que las relaciones con sus compañeros de trabajo han empeorado desde que operan, total o parcialmente, desde sus casas. Así lo constata el segundo estudio sobre teletrabajo realizado por la escuela de negocios EADA.

A esto se le añade que se pudieran estar trabajando bastantes horas extras que no son pagadas. Vamos, que parece que no se dan las condiciones para que el teletrabajo sea la forma natural de hacer las cosas, al menos en el momento presente.

Sin embargo, creo que es una conversación que hay que iniciar, de forma adulta, con todas y cada una de las personas que trabajan en una oficina. No parece lógico hablar de todo o nada, pero sí de en qué circunstancias y con qué alcance es bueno, para las dos partes, el teletrabajo. No hay duda de que puede ayudar a conciliar mejor y de que sentir que te escuchan y que se busca una solución que convenga a las dos partes es un gran paso adelante para mantener unas relaciones sanas, de confianza, en el trabajo. Porque de esto se trata, de la confianza entre las partes.

Ahora disponemos de unos medios que han mejorado. La pandemia nos espabiló a todos, a quienes tenían que diseñar sistemas de trabajo fiables y a quienes teníamos que aprender a desenvolvernos en otro contexto. Hoy estamos mejor que ayer para hacer las cosas bien teletrabajando. Si se da un paso atrás —que se dará, porque ahora hay plan B, no como durante los momentos álgidos de la pandemia con el confinamiento— eso no debe impedir que en la comparativa veamos que hemos avanzado si miramos a la situación prepandemia.

Es natural que haya cierto hartazgo de las relaciones mediadas por la tecnología, pero el camino no es otro. Igual que a nadie se le ocurre pensar que el teléfono no sea un avance en las comunicaciones, lo mismo debe suceder con las herramientas de videoconferencia y de dinamización de entornos online en general. Cada vez dispondremos de mejores experiencias y nos parecerá más natural una comunicación mediada por la tecnología. Será una tecnología cada vez más transparente. No tengo duda al respecto.

Sin embargo, a día de hoy me da que lo que se pone sobre la mesa es, en realidad, un tema de confianza. Y si el retroceso en las prácticas de teletrabajo es considerable, entonces el iceberg está comenzando a mostrar algo preocupante, que nada tiene que ver con la tecnología, sino con las relaciones humanas en el trabajo. Por ahí, me da, que está aflorando el problema. Otra vez. Una especie de vuelta a la casilla de salida.

Imagen de nicod5300 en Pixabay.

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2 comentarios

Iñaki Murua 03/10/2021 - 12:21

¿Igual en la Administración, sobre todo, lo de «control horario» (o sea, «fichar») es todavía una asignatura a superar?

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Julen 04/10/2021 - 06:29

Tema complicado ese de los controles horarios. No solo en la Administración Pública. Casi casi irresoluble, me temo.

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