El coronavirus y las anomalías en el progreso

No creo que haga falta insistir; es evidente que el progreso no es lineal. No puede ser tan sencillo. Son demasiadas las circunstancias que influyen en él como para pensar en una línea recta de carácter ascedente. La tendencia importa y también, por supuesto, las anomalías en el camino. Suceder ya sabemos que van a suceder; pero, claro, el problema es que nos encontremos una de esas anomalías en nuestra trayectoria vital. Y que, como anomalía, sea relevante.

Seguro que estamos afrontando uno de esos momentos. Por un instante–y quizá «instante» no sea la palabra más adecuada– las certezas quedan en entredicho. Nada como sentir la anomalía en la vida cotidiana de cada cual para pasar enseguida al lado oscuro. Vienen mal dadas y nos van a poner a prueba. A la sociedad en su conjunto y a cada una de nosotras en particular: somos personas y somos seres sociales. Es un buen momento de análisis global y local, de la forma en que nos comportamos cuando enfrentamos una anomalía.

Quiero pensar que es una cura de humildad. La fe en la tecnología y sus avances sinfín se da de bruces con una realidad incontestable: un virus minúsculo y desconocido lo pone todo patas arriba. Ni física cuántica ni procesadores de última generación ni los mejores modelos matemáticos manejando trillones de datos. No hay manera: toca reconocer que la predecidibilidad de nuestras vidas es la que es, limitada, con una buena parte de azar. Puedes aceptarlo o no, pero qué mejor prueba que lo que está pasando ahora.

Hay que quedarse en casa y repensar lo que somos y hacemos. Es una buena prueba para sacar lo mejor de cada cual y reconstruir lo que el coronavirus ha roto. Y desde luego que la alarma sanitaria está aquí, pero también la alarma social. Se abren nuevos tiempos y momentos de incertidumbre. Ya decíamos que vivíamos ahí, en los entornos VUCA. Sin querer endiosarlos, el coronavirus viene a demostrar que antes y ahora somos un parte del conjunto de la vida, relativamente pequeña por muy grandes que nos sintomas. Toca irse un rato al rincón de pensar e, insisto, dar lo mejor de cada cual. Ánimo.