En caliente: Europa avergüenza

Europa da marcha atrás y dice que las devoluciones en caliente son legales. Cómo no. Todo sea por protegernos de esa sarta de delicuentes y potenciales asesinos que no quieren otra cosa que no sea beneficiarse de las prestaciones de que disponemos en el primer mundo. Ya lo dicen: «podrían haber solicitado un visado o protección internacional, en particular en el puesto fronterizo, pero también en las representaciones diplomáticas y consulares de España en sus respectivos países de origen o tránsito o bien en Marruecos». Así de fácil. Solo se trata de ir a la oficina correspondiente, te dan el visto bueno en cuestión de minutos y ya puedes entrar en territorio europeo.

Quizá toda sea más sencillo si tienes estudios y puedes ayudarnos vendiendo tu tiempo a un precio razonable. Necesitamos personas formadas, capaces de aportar su conocimiento. Esas son, por supuesto, bienvenidas. No dudamos para nada de su buena fe. También sirve si destacas en algo: por ejemplo, si como africano que eres, de Kenia o Etiopía, corres que te las pelas, entonces tampoco te vamos a poner problemas. Nuestro medallero en pruebas de alto nivel te lo agradece. El caso es que si eres persona normal, más bien pobre y lo que te duele es la tripa porque no comes lo suficiente, entonces te jodes y te das la vuelta. Bueno, o vas al puesto fronterizo y se lo explicas al funcionario de turno. Si no, date una vuelta por el consulado español de tu país de origen, que verás cómo enseguida te entienden.

Europa se protege del sur. Vox ya lo dice: tenemos derecho a defender la frontera de las invasiones de negros y moros de mierda. Perdón, perdón, eso no lo dice Vox. Solo lo piensa, no lo dice, aunque a veces no se pueden contener y se les escapa algún que otro exabrupto. Hay que regular todo este aluvión de gente. Menos mal que a algún que otro migrante le entrarán dudas al saber del cementerio que hemos montado en el Mediterráneo. No hay mal que por bien no venga. Lo dicho, hay que defenderse de las hordas desesperadas que nos quieren robar nuestras prestaciones públicas y que, además, de paso, si no te andas con cuidado te violan a las hijas de dos en dos.

Donde antes dije, como Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ya vale de devoluciones en caliente, ahora digo que sí, que te agarro del cuello y que te jodas, negro de los cojones. Y si te llevas un recuerdo en forma de herida sangrante, mejor, ese recuerdo te quedará para no volver a intentarlo. ¿No has escuchado lo que dice ahora Europa? Puedes irte a las correspondientes oficinas diplomáticas y allí se te atiende. Pero eso de saltar esta puta valla, no; por ahí no pasamos. Tenemos a la ley de nuestra parte.

Y así seguimos. Progresa que te progresa. El primer mundo se defiende del tercero, sea como sea. Con concertinas, con el estado de la ley o con las mentiras de todo lo que nos va a robar esta gente. La pobreza tiene estas cosas: la gente pobre quiere buscarse la vida y encontrar un futuro para los suyos. Aquí, de momento, les decimos que no. Esta no es ninguna tierra prometida. Insisto, solo si tu país de origen se gastó pasta contigo en darte una carrera o si destacas en algo serás persona bienvenida. El resto, la chusma, que ni lo intente. La violencia –legal– actuará con total determinación. Éticamente reprobable, pero eso se arregla con unas buenas dosis de propaganda.

Termino porque me estoy poniendo un poco nervioso. No soy capaz de entender cómo la ley deja de ser justa día sí y día también. Que los hilos del poder lo enredan es evidente, pero no soy capaz de digerir que como ciudadanía de a pie nos tengamos que comer semejantes barbaridades. La injusticia de la ley como seña de identidad en la vieja Europa. Esto es el futuro: tú ahí, yo aquí. Y no te confundas, nos vamos a defender. Puto negro de mierda.