Me imagino que nuestra historia –o quizá haya que hablar de prehistoria– está repleta de momentos en que hubo que defenderse de gentes venidas de fuera. Muy humano, muy visceral y, por supuesto, darwiniano. No hay manera: o ellos o nosotros. Es ley de vida. Los recursos son escasos y hay que priorizar. Primero los de aquí y luego, para todo aquello que no queramos, entonces sí que procede dar vez a toda esa chusma que viene de fuera. Un mensaje simple, directo a tu visceralidad. Lo dice Trump y mucha otra gente que gobierna o aspira a hacerlo.
No importa pensar en quienes tuvieron que emigrar de aquí hacia otras partes del mundo. Nuestra emigración dignifica, habla de la valentía de quienes se embarcaron en aventuras inciertas, habla de quienes pelearon por un futuro mejor. La gente que tomaba la decisión de emigrar era buena gente, trabajadora, con el compromiso de conseguir un futuro mejor para los suyos. Y hacían lo que hacía falta, hacían lo que cualquier persona valiente y bien nacida haría en su lugar: pelear por un futuro mejor.
Bajo los plásticos de El Ejido trabajan miles de personas. Es muy fácil catalogarlas: nacionales y extranjeros. Claro que las cuentas no salen bien. Extranjeros, magrebíes, subsaharianos, gente diferente, con otros usos y costumbres, gente de la que no te puedes fiar porque son distintos. Allí, en la miseria de los plásticos creció la economía, según parece. Las rentas crecieron, se abrió un futuro con cimientos foráneos.
Ahora todo parece que vuelve a estar a flor de piel. Frustración, enfado, un mundo que no termina de ir como queremos. El Mediterráneo como un inmenso cementerio cargado de vidas anónimas. No hay cruces, no hay medias lunas, no hay rastro, no hay futuro. El camino hasta los plásticos pasa por emprender el viaje de sus vidas. O de sus muertes. Toda una decisión. Pero no lo es. No cuando no hay elección, no hay nada que decidir; solo emprender la huida hacia donde sea.
Cerca de 400.000 personas. Como tú y como yo. Andalucía ha votado. Gente que interpreta el miedo y toma la decisión de votar a quien dice: hay que echarlos de aquí porque nos están robando lo que es nuestro. Así de simple. Directo y sin ambages. Directo a la sinrazón. Pero directo. Un mensaje tremendo que olvida el pasado y lo reduce todo a un presente que revienta la más mínima empatía. Levantas la mirada y ese otro diferente se convierte en tu enemigo: cultural, religioso, económico. En toda su plenitud: primero nosotros. Si lo dice quien gobierna a la primera potencia mundial, ¿por qué no lo vas a hacer tú?
Los plásticos imponen otra vida, con condiciones infrahumanas. En la época en que hay que apretar dicen que son 12 horas al día. Dicen que 17 euros al día. No es para gente de aquí. Son otros los que tienen que aceptar la esclavitud del siglo XXI. ¿Quieres que se vayan?, ¿quieres que vuelvan al lugar desde el que emprendieron su viaje? Ellos son la causa de nuestros males, ¿no? Así de simple: sin ellos viviríamos mejor. No hay otra. Han venido para robarnos nuestros 17 euros.
2 comentarios
«Los penúltimos se quejan de los últimos de la fila» leía hace poco y, la imagen, me pareció reveladora. Los penúltimos se quejan de los últimos sin pedir explicaciones a los que van por delante…
Triste forma de pasar por el mundo 🙁