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¿Quién quiere ser CEO y por qué? – Consultoría artesana en red

¿Quién quiere ser CEO y por qué?

by Julen

Ayer leía un tweet de Pablo Garaizar:

Pues bien, enseguida conectó con un pensamiento que me asalta muchas veces: ¿quién quiere llegar a ser CEO –toma anglicismo− y por qué quiere serlo? No conozco ninguna investigación que, con rigor, se haya puesto manos a la obra para identificar rasgos de personalidad presentes en estas personas. No sé si clusterizar a los CEO daría pistas o si, al final, cabría pensar que son un grupo de población cuyos rasgos de personalidad se reparten de la misma forma que entre el resto de la población.

Admito, por supuesto, que mi observación es limitadísima. Pablo se fijaba en un caso un tanto extremo que ha saltado a los medios recientemente. Yo le contestaba que el tipo en cuestión al que él aludía andaba en la órbita de Elon Musk y compañía. A veces semejan auténticas caricaturas de lo que cabría esperar de un/a CEO. Pero la caricatura, ya lo sabemos, parte de la realidad. Cuando el río suena, agua lleva. Mucha CEO y mucho CEO resultan ser perjudiciales para la salud. Gente tóxica. Emplea el término que quieras. Me explico, ¿no?

En mi limitada observación de la realidad, lo confieso, los CEO me generan más desconfianza que, por ejemplo, la persona que me atiende en recepción. Mira que tengo relación con personas que han llegado a la cúspide de sus organizaciones, pero lo digo como lo siento. Cuanto más arriba en la organización, más desconfianza. Al bajar en el supuesto nivel de responsabilidad siento que frente a mí encuentro personas «normales». ¿Quiere eso decir que los CEO son «anormales»? Matizamos, por supuesto.

CEO hay uno o una por organización. Son personas anormales especiales. De entre toda la población que habita una empresa, solo una está allá arriba. En su ascenso necesita ir cargándose de determinados valores que justifiquen por qué es la persona adecuada, que tiene una misión que cumplir y que su ambición (sí, ambición) «casa» con lo que habrá de trabajar para llegar a la cúspide. Insisto, por muy equipo que nos vendan, el modelo habitual es el de que allá arriba, en el podio, solo hay un hueco para una persona.

¿Ascendencia natural?, ¿honestidad?, ¿carisma? Vale, lo compro en ciertos casos. Pero en otros muchos enseguida te das cuenta de que el camino hacia la cúspide ha dejado algún que otro muerto y muchos heridos. Verás que hubo perdedores y perdedoras en la competición por alcanzar el éxito (una visión muy particular del éxito, por supuesto). Hubo gente que salió de la organización y otra que se quedó en modo crítico ad eternum.

Desde luego que declaraciones como las que Pablo recogía en su tweet son de hacérselo mirar. Creo que hay cierto tipo de CEO en el que es relativamente fácil encontrar síntomas de psicopatía (por continuar haciendo alusión al tweet de Pablo). Hablamos de gente controladora, de gente «política» (en su peor sentido, lo siento) que necesita gestionar el poder a base de movimientos sutiles en su entorno. Buscan aliados y los gestionan de la mejor forma posible. Y los enemigos, que se preparen. Fuego a discreción.

Quizá el problema sea el modelo de organización. ¿Somos capaces de ver una dirección colegiada y no una persona al mando? Habrá casos, pero son excepciones. La norma es que «buscamos una persona para liderar la organización». Y nos quedamos tan panchos. Es como debe ser. Líder y liderados, un ecosistema en el que el roce hace el cariño y también la enemistad y el odio. Y ahí, según la cultura vigente, el CEO o la CEO sobrevive a base de un comportamiento más o menos psicopático.

Dicho lo dicho, quizá haya que recurrir a Carlo M. Cipolla y sus leyes de la estupidez humana:

  • Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación.
  • Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
  • Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
  • Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas.

En fin, quizá lo podamos explicar también por el principio de Peter. El ascenso en la organización termina con cada cual en su máximo nivel de incompetencia. Pues eso, un post para hacer amigos 😉

Imagen de Tumisu en Pixabay.

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2 comentarios

Germán Gómez 15/09/2023 - 10:47

Me vale como comentario general Julen, con un variado racimo de ejemplos que coinciden con tu apreciación, pero también tengo otros ejemplos que se escapan y que podrían englobarse bajo el paraguas de «la única persona disponible / dispuesta para ocupar el cargo de CEO». En estos casos, la tendencia a delegar, a trabajar en equipo, a compartir decisiones puede ser mayor por el hecho de que «el poder» no se percibe tanto como algo atractivo sino, más bien, como una carga.
Algo similar, creo, ocurre con los políticos; ocupan puestos de responsabilidad que muchas personas, entre las que me incluyo, no queremos ocupar. Y como no queremos, dejamos que accedan a ellos personas del perfil que comentas, especialmente si el puesto se acompaña de una buena retribución. Tal vez se podría proponer un sistema de asignación por sorteo, entre las personas que cumplen unos determinados requisitos. Jeje.
Gracias en todo caso por la reflexión.

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Julen 29/09/2023 - 10:04

No te había contestado, Germán. Pues sí, me da que llevas bastante razón en la reflexión que añades. Buena observación.

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