Uno de los grandes ejes del gobierno abierto que propuso en su día la administración Obama y corrió como la pólvora entre los decálogos de buenas intenciones de nuestras instituciones fue la transparencia. El año 2013 se publicó la Ley de transparencia, acceso público a la información y buen gobierno. Los tiempos que corren lo exigen: para que nos fiemos de las instituciones y de quienes las gobiernan tenemos que poder acceder de forma pública a cierto tipo de informaciones. Nos fiaremos en la medida en que sepamos.
Lo que está pasando con ciertos personajes entregados supuestamente al servicio público en la Universidad Rey Juan Carlos es lamentable. Si quieres, elige otro adjetivo sinónimo de lamentable o carga incluso algo más las tintas. No puede ocurrir que haya dos varas de medir. No es admisible que la ciudadanía rasa hinque los codos, estudie, haga los trabajos que se le piden y pague la matrícula correspondiente y que, mientras tanto, otra parte (políticos con poder, de momento) reciba un trato de favor escandaloso.
Por mi trabajo, me toca tutorizar un buen número de trabajos fin de grado y fin de máster. Además, he pasado recientemente por el proceso de elaborar una tesis doctoral. Entiendo que en determinadas circunstancias los textos que se elaboran pueden requerir confidencialidad. Pero, en general, quien lo ha escrito desea que su texto, si siente orgullo por lo que ha elaborado, pueda ser leído por otras personas. La ciencia progresa en la medida en que cualquiera que esté investigando tenga acceso a lo que se investigó antes. Así de simple.
No tenemos que tener miedo a copiar. En dosis adecuadas y citando la fuente, cuando estás elaborando una tesis doctoral, es completamente natural construir un marco conceptual que proviene de referencias anteriores. Nadie construye en el vacío. Vivimos en tiempos de remezcla y nos toca (re)combinar lo que otra gente propuso antes y buscar nuevas interpretaciones sobre la base de hechos, datos y nuestro correspondiente análisis. La cuestión fundamental es citar a quienes estás utilizando como referencias.
Me parece de ínfima catadura moral esa insistencia por dificultar el acceso a ciertos textos académicos a no ser de que haya razones justificadísimas para no hacerlo. Por contra, me parece un objetivo loable que quienes hemos publicado textos académicos intentemos hacer la mejor de las divulgaciones posibles. Yo quiero que cualquiera pueda tener acceso a mi tesis doctoral. Por eso el texto completo de la tesis doctoral está disponible y puedes consultar más información relacionada en el blog que abrí para el doctorado. Y tengo la intención luego de publicar un libro relacionado con la tesis.
Que a alguien le descubran un plagio debería ser causa automática de cese para cualquier persona dedicada a la política o que tenga responsabilidades de cierto nivel. Nos habla de quien hizo trampas, de quien dice una cosa y hace otra. Leyes que abogan por la transparencia y comportamientos en las antípodas. Tengo la sensación de que lo que está pasando en la Universidad Rey Juan Carlos es solo la punta del iceberg. Quienes aceptaron los tratos de favor deben pagar por ello. Quienes, desde su posición de poder, aceptaron ese tipo de regalos no nos pueden representar en ningún sitio.
Da rabia que, lo que a uno le cuesta un tiempo y esfuerzo, a otros les venga con el cargo. El poder compra títulos. Así de simple. Así de triste. Vaya con la universidad del rey emérito.