Mujeres, hombres y empresas

by Julen

Hombre y mujerSilvia Muriel e Izaskun Merodio estuvieron trabajando en el proyecto ‘Investigación Acción Participativa Nuevos Enfoques Empresariales, Nuevos Recorridos hacia la Igualdad’, financiado por Emakunde, y cuyos resultados presentaron en la pasada edición IX del Foro de Igualdad. Ahora que durante este mes está en curso el X Foro de Igualdad (aquí el programa completo en PDF) ellas dos junto con Maite Darceles han querido bucear en las profundidades de la conexión entre feminismo y transformación empresarial. Les dije que escribiría un artículo al respecto y ya cerca de que suene la campana y el tiempo se me agote, comparto algunas reflexiones.

He querido hablar de «mujeres, hombres y empresas» porque prefiero subirme un peldaño y compartir algunas cuestiones de base. ¿Por qué? Porque quizá la casa debamos, todavía, construirla por sus cimientos. Y por mucho progreso que queramos vender en eso de la igualdad de género en la empresa, desde mi punto de vista el horizonte sigue negro.

«Igualdad» debiera ser considerado como «proporción lógica» entre mujeres y hombres. No creo que debamos forzar la máquina y ser maximalistas. Hay una etapa por recorrer, que es la de evitar las desigualdades más flagrantes. ¿Por qué digo esto? Porque creo que son las situaciones en las que más fuerza común podemos hacer hombres y mujeres a la vez, ya que son bastante evidentes. Aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver, todo sea dicho. ¿Qué proporción de mujeres en un equipo directivo?, ¿cuántas como ponentes en un evento?, ¿cuántas a la puerta de un colegio llevando a la chavalería a clase?

En la empresa, que es a lo que vamos, deberíamos manejar datos para buscar el grado de igualdad o desigualdad que encaramos: distribución por niveles retributivos, en consejo de dirección, en ciertos puestos clave, en puestos de apoyo… Conviene disponer de unas cuantas fotos que reflejen la realidad. Al margen de apreciaciones posteriores, los datos son los datos. Y ya he escrito por aquí muchas veces que cuando no se percibe que hay problema, no se pone en marcha ninguna acción para corregirlo. Lo primero, por tanto, es tomar conciencia del problema. Tenemos que manejar datos.

La empresa (sé que voy a generalizar) es mayoritariamente masculina en su concepción. Se vende asociada a un sentido épico donde la competitividad y la producción priman sobre la colaboración y la reproducción. Las cosas como son. Excelencia, liderazgo, presión por resultados, todo conduce a modelos de comportamiento donde la lucha y la victoria se llenan de agresividad. O dicho de otra forma, con perdón: es un sitio donde «hay que echarle cojones».

La frase anterior nos saca a escena otro de los problemas: si ese es el modelo de empresa que predomina -la empresa masculina- las mujeres que progresan en ella son las que tienen tantos cojones o más que los hombres. No es raro encontrar mujeres en puestos directivos cuyo asalto al poder ha seguido el patrón común: ambición, agresividad y competitividad extrema. En resumen: cojones.

Cuando Silvia, Izaskun y Maite quieren conectar feminismo con transformación empresarial yo, lo reconozco, me pierdo. Porque no sé hasta qué punto la transformación a la que podrían aspirar muchas empresas no reproduce el modelo que queremos cambiar. Claro que habrá otras empresas, no sé cuántas pero me temo que no demasiadas, que estén jugando ya en otro terreno, más «social» y «colaborativo». A fin de cuentas el mantra de la sharing economy y todo el rollo colaborativo del que no nos cansamos de escribir, va por ahí. Pero a veces miedo me da que las grandes empresas se apoderen de ese discurso y de que, al final, acabemos fortaleciendo el modelo que queremos cambiar y, además, lo hagamos todas contentas y felices.

Bueno, no voy a enrollarme más porque ya veo que, si no, me voy de lleno a un artículo infumable. Solo quería dejar algunas ideas que habitualmente suelo manejar sobre igualdad resumidas en este texto. Tiempo tendremos de continuar la conversación. A fin de cuentas, motivos (para mal, aunque espero que también para bien) tendremos.

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8 comentarios

Maite Darceles 24/10/2013 - 09:35

Gracias, Julen, por tu aportación a esta iniciativa de diálogos entre feminismo y transformación organizacional.

Estoy muy de acuerdo contigo en que el comienzo de la superación de la igualdad está en asumir conciencia de la situación (de desigualdad) y desarrollar la sensibilidad que hace posible ‘ver’ la desigualdad.

Y este camino, al igual que el de la transformación no es un camino aséptico, por el que avanzaremos como algo natural, sin retorno, alegremente… (me hago eco de la última frase del penúltimo párrafo «al final, acabemos fortaleciendo el modelo que queremos cambiar y, además, lo hagamos todas contentas y felices»).

Tanto en el feminismo como en la transformación organizacional avanzamos siempre en dos niveles:

– Por un lado, en el nivel de la sensibilización, haciendo que la tolerancia, imaginario y expectativas sociales se transformen. Y esto, como indicas, está sujeto siempre a la amenaza de transfiguración de la idea en elementos inocuos para el sistema que queremos cambiar. Tenemos ejemplos mil de esto.

– También se avanza en el nivel de la transformación, actuando sobre realidades concretas.

En ambos niveles el avance de verdad requiere que la esencia siga viva, que miremos con todos los ojos que tenemos para captarlo todo (y no caer en los habituales (auto)engaños), que huimos de la autocomplacencia aunque reconozcamos todo lo que estamos haciendo y hemos hecho bien, es decir, estar sintiendo que la ‘cosa’ es coherente o al menos no somos capaces de proponer nada más para que sea más coherente, que no es un apaño cosmético, que no vamos de guays o a la moda o siguiendo el dictado de lo políticamente correcto, que el fin sigue estando claro, que el medio no se convierte el fin… Si me permitís la expresión, creo que necesitamos que hombres y mujeres actuemos con dos ‘cojones’ -o con dos ovarios, si lo preferís- para hacer frente a las situaciones que no queremos tolerar. Pero esto significa una transformación social de primer orden que asiente la sociedad sobre la idea de un hombre y una mujer capaces de pensar y decidir lo que quieren.

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Julen 05/11/2013 - 07:53

Pues nada, Maite, sea con un par de ovarios. El caso es ser activista, eso me queda claro. Y cada cual tenemos que ponernos manos a la obra hasta donde lleguemos en nuestra responsabilidad. Seguiremos en ello porque es trabajo de largo plazo.

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Iván 24/10/2013 - 17:02

Te dejo una foto muy representativa del congreso AECOC, demoledora. El club de las corbatas solos ante el peligro 😉 . Ni una mujer, ni un color, dramático 😉 https://twitter.com/AECOC_ES/status/392923018022113280/photo/1

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Julen 05/11/2013 - 07:51

Estas fotos son estupendas 🙂

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Itziar 24/10/2013 - 23:33

Jijiji me encuentro en una semana otra vez contigo Julen en otra casa y sobre feminismo. Aplaudo aqui tb tu valentia y apuesta. Hace 12 meses te vi en persona por primera vez. Tú dabas un curso y una mujer super capaz a tu sombra e invisible tomaba notas. Me chirrió… me cuesta
imaginarlo al reves. Un abrazo, Itziar

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Julen 05/11/2013 - 07:51

Hola, Itziar. Pues ya me dirás qué curso, que ando un poco perdido… No consigo ubicarme.

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Silvia_ncuentra 26/10/2013 - 15:55

Gracias Julen por tu post.
Los números, las cifras, son importantes. Por dar argumentos a las personas descreídas y por dar justificación a las decisiones que se toman.
Pero tal vez el complemento perfecto al dato es el cómo. importa cuántas mujeres se encuentran presentes en una organización, en sus órganos de dirección, en sus arquitecturas internas. Sin embargo, es mucho más profundo intentar adivinar cómo son los cómos de esas presencias: las femeninas y las masculinas.
Cómo se da su participación, cómo se escucha su voz y sus necesidades, cómo se atiende a sus vida -productiva, reproductiva, de cuidados, del propio autocuidado…-. Cómo participan en los procesos de toma de decisión o de poder.
No me da miedo reproducir modelos, porque precisamente ese creemos que tiene que ser el primer paso: rechazar los modelos imperantes.
Lo social y lo colaborativo son dos atributos, o pueden ser dos atributos, de una cultura transformada. Pero no sólo.
La habilidad, creemos, está en poder establecer contextos para la transformación donde no se reproduzcan precisamente dinámicas de desigualdad basadas en el menor valor de «lo» femenino.
… y no me creo que digas de verdad que estás perdido en eso de cruzar feminismo y transformación …

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Julen 05/11/2013 - 07:49

Silvia, es que «transformación» es un término que da para muchas interpretaciones. Implica ambición y no sé si lo que está al final a veces no se acerca peligrosamente al «más de lo mismo» pero con una apariencia diferente. Son mis neuras, en cualquier caso.

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