Hace unos pocos días Euskalit, a través de su Observatorio de Gestión, publicaba Riesgos Psicosociales y Gestión Avanzada. En este artículo, que repasaba la forma en que el Modelo de Gestión Avanzada (MGA) integra aspectos relacionados con riesgos psicosociales en el trabajo, se incluían –como suele ser habitual y es de agradecer, por cierto– referencias a un par de estudios con datos desde luego preocupantes. Tanto a nivel estatal como europeo, el estrés, la depresión o la ansiedad van ganando terreno. ¿Tan mala vida nos da esto de trabajar?
Luis Aguilé cogió el testigo de la calle y entendió que lo de trabajar era, simplemente, una lata. Así de sencillo. Se alineó decididamente con los acólitos de la teoría X de McGregor, esa que decía:
El ser humano ordinario siente una repugnancia intrínseca hacia el trabajo y lo evitará siempre que sea posible.
Debido a esta tendencia humana a rehuir el trabajo la mayor parte de las personas tienen que ser obligadas a trabajar por la fuerza, controladas, dirigidas y amenazadas con castigos para que desarrollen el esfuerzo adecuado a la realización de los objetivos de la organización.
El ser humano prefiere que lo dirijan, quiere soslayar responsabilidades, tiene relativamente poca ambición y desea más que nada su seguridad.
En semejante escenario, que el colega McGregor presentó hace ya unas cuantas décadas, el trabajo no es sino eso que tenemos que hacer porque no queda más remedio. Si dispusiéramos de una renta básica universal, adiós al trabajo. Que lo haga la inteligencia artificial y su ejército de robots, que para eso les hemos enseñado a ser tanto o más capaces que nosotros, ¿no?
Volviendo al artículo de Euskalit, incluye la referencia a una útil herramienta de evaluación del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo. Se trata del AIP.29.1.22 – FPSICO. Factores psicosociales. Método de evaluación. Versión 4.1. – Año 2022. En ella se pueden encontrar nueve factores que, de una u otra manera, se abordan a través de diferentes elementos del MGA, tal como puedes ver en la imagen adjunta.
Soy de los que piensa que esos nueve factores de riesgos psicosocial pasan siempre por el tamiz de las diferencias individuales. Cada persona dispone de una personalidad única que puede estar mejor o peor preparada para absorber las presiones del entorno. Esto, evidentemente, no obvia para trabajar desde lo colectivo un entorno psicosocial de trabajo digno. El trabajo nos da y nos quita estatus social. Sin embargo, el fondo del asunto tiene que ver con una característica inherente a los tiempos actuales: la inseguridad.
El trabajo hoy es, en gran medida, inseguridad. Es un discurso que todo el mundo repite: el mundo es pura incertidumbre o, más aún, es incomprensible (de VUCA pasamos a BANI), nadie puede asegurarte que lo que hace competitiva a una organización también lo sea mañana, nadie te puede ofrecer una carrera profesional de las de antes porque nadie sabe si su negocio aguantará los vaivenes de la competencia. Te pedimos flexibilidad, que te adaptes, que cambies con los tiempos, que comprendas que vivimos bajo el yugo de la competitividad global. Somos estado líquido, no hay estructura sólida que te garantice ningún futuro.
¿Quieres ejemplos? ¿Qué pasó con grandes corporaciones industriales? ¿Altos Hornos de Vizcaya, Babcock Wilcox, la General Eléctrica? Todos conocemos cientos de historias de gigantes caídos. De vez en cuando salta a la arena mediática la recurrente noticia de un despido masivo por parte de las grandes tecnológicas. No pienses que es solo cuestión de una industria que pierde empleos. Es el modelo, es el sistema: el trabajo es pura y dura inseguridad.
En un salto doble mortal con tirabuzón, incluso tu propia compañía te dirá que compites contra plantas industriales de la misma marca en otros países. Sí, tus amigos son tus enemigos. ¿No os suena en el tablero de juego de la automoción, por cierto? Plantas industriales que compiten contra sus hermanas.
Así pues, el problema presenta una doble vertiente: el trabajo parece que nos da mala vida, pero el (supuesto) progreso de nuestro primer mundo trae debajo del brazo trabajos que son pura inseguridad. Malos trabajos. Por mucho que nos los vendan como lugar de realización personal, ahí no hay proyecto de vida, hay una circunstancia temporal que dura lo que dura. Si quieres certezas, es tu problema. Autoengáñate.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
4 comentarios
Gracias Julen, interesante reflexión.
Por hacer de abogado del diablo manifiesto mis dudas sobre la idea de que vengamos de un mundo de seguridad laboral. Tal vez así ha sido durante algunos años y para algunas personas pero no creo que fuera la norma general de nuestros antepasados. En mi caso, uno de mis abuelos se fue a Cuba a inicios del siglo XX porque las opciones que le ofrecía su entorno (o las que él fue capaz de ver) eran muy escasas.
Yo hablaría más bien de que el mundo actual ofrece diferentes tipos de trabajos frente a los cuales podemos optar en función de nuestras prioridades personales. Un amigo trabajaba de ingeniero hasta que decidió irse al campo a cultivar hortalizas, otro que tenía un bar con mucho movimiento trabaja ahora de cajero a una cadena de alimentación para poder tener horario fijo y atender así a sus hijos, una tercera lleva varios años preparando oposiciones porque su prioridad es la estabilidad. Cada uno de los tres construye a su manera su “garantía de futuro”.
Y las empresas ¿qué pueden hacer? En primer lugar sobrevivir en este estado líquido. Algunas entienden también que, tal como propone Euskalit, mejorar sus propuestas de trabajo, hacerlas más atractivas puede ser una buena idea si queremos que las personas aporten su experiencia y conocimientos. Por lo menos mientras esperamos a que la inteligencia artificial y el ejército de robots nos permita alcanzar la renta básica universal.
OK. Entendido. Sí, llevas razón. Eso sí, antes las carreras profesionales en las empresas eran mucho más longevas. Creo que una mayor movilidad es signo de los tiempos. Porque si no te estás moviendo te caes de la bicicleta
Muy interesante Julen. Aqui el fondo de la cuestion es el propio sistema: necesitar trabajar para sobrevivir
Hola, Julen: Mis dudas están en torno a esa lectura tan negativa del trabajo. Claro, depende de lo que definamos como «trabajo». Si es lo que tienes que hacer para vivir, y solo lo haces por eso porque no te gusta nada, pues sí. Suscribimos la lectura de McGregor. Pero si es lo que haces profesionalmente, cabe la posibilidad de que te guste hacerlo, que disfrutes haciéndolo. Yo veo a mucha gente que siente eso. Yo mismo creo que me sentiría mal si no trabajara. Me faltaría algo que es intrínseco a mi forma de ser y estar, y no creo que por «necesitar» eso, padezca de alguna rareza. Muchísima gente disfruta trabajando. Y a menudo lo descubre cuando, por alguna razón, le falta. En fin, hay de todo en la viña del señor, y es así como me gustaría verlo. Tampoco estoy tan seguro que hoy en eso estemos peor que antes. Es más inseguro, sí, es más desagradable, no sé, ni siquiera lo creo…