Hace unos días asistía a una charla en la que se iban colocando una detrás de otra una serie de diapositivas que pretendían ser inspiradoras. La mayoría no iban acompañadas de texto alguno. Sencillamente eran fotografías. En algunas de ellas aparecían personas, aunque no en todas. Luego de terminar, mi atención se fue ante lo que era evidente, aunque me temo que solo para una minoría. Quiero ser optimista y pensar que alguien más se quedó con el detalle: no había mujeres en las diapositivas. No eran referentes. Los modelos, cuando se trataba de personas que inspiraban, eran masculinos.
En el típico corrillo tras la sesión lo comenté con un chico joven. ¿Te has fijado?, ¿no te ha llamado la atención algo de las diapositivas? ¿El qué? Ya, claro, el sesgo está ahí, cubierto bajo capas de normalidad. Sé que me repito pero siempre digo lo mismo: cuando no ves el problema, no hay paso al frente para cambiar la situación.
Esto mismo me ha sucedido en otro entorno bien distinto. Estás trabajando con una empresa de las que podríamos llamar punteras en su sector, con reconocimientos desde muchos diferentes ángulos, con ideas atractivas y procesos de cambio potentes. ¿No hay nada raro que llama la atención en torno a estos procesos de cambio? ¿No hay ninguna línea de trabajo explícita para ganar en diversidad, en este caso de género? Sencillamente, la corriente nos sigue arrastrando. La velocidad y la intensidad nos absorben y no tomamos conciencia de determinados sesgos. El de género sigue ahí, presente las más de las veces.
Hace ya cosas de un par de meses entregué un artículo para una revista del IVAP. Ya que estaba dándole vueltas a estos asuntos de género, me dije: voy a echar un vistazo a su consejo de redacción y a su consejo asesor. Sí, otra vez una desproporción importante en la composición, decantada por supuesto a favor de los hombres frente a las mujeres. Y podría seguir con los ejemplos. Podríamos hablar también de los algoritmos y la inteligencia artificial. Pero no hay que ir tan lejos (o tan cerca, según se mire). En nuestro entorno inmediato el sesgo de género está ahí.
Supongo que comenzaré a parecer el típico pesado que siempre anda con lo mismo. Pero no queda otra. Hay que insistir y buscar en la diversidad un valor que nos hace mejores personas y empresas. Y hay que gestionarlo porque ya veis que, si no, seguimos cayendo por el sumidero del «como hasta ahora». Y cada día que pasa, el asunto se pone peor. Sí, tenemos que conseguir tomar conciencia. La mezcla de rutina y un encubierto sesgo de género (o micromachismo, que de esto hay un montón) es perversa. Manos a la obra, por favor 😉