Calle cuesta arriba

by Julen

Calle de RuestaLa calle sube hacia lo alto. Permanece quieta sin apenas cambios en los últimos años. Se deja recorrer, sin prisa alguna. Es un camino que conduce a la esquina, a la vuelta, a otra calle que reanuda el ciclo. Una ventana aquí y otra allá, pequeños huecos para respirar. Una opresión encendida con el silencio.

La sensación es de volver al mismo lugar. El empedrado es como tantos otros, un engaño para la edad. La piel debería estar arrugada pero hoy la cosmética reina en cada rincón. El tiempo ha tenido que esconder los años dejando que se se filtren por las rendijas. Allá al fondo la historia descansa tranquila presa del olvido. Pero la calle sigue en el mismo sitio, aunque vestida de seda.

No hay ninguna razón para llegar hasta otro sitio que no sea esa esquina. El paso cansino, lento, transformado en acto consciente por los mayores, se agarra al suelo. Los pies apenas se levantan del suelo, casi parecen arrastrarse reventados por la artrosis. Los huesos y el corazón entumecidos, fija la mirada en ningún lugar. Mientras, los niños gritan allá arriba, junto a la iglesia.

La mirada atrás para tomar conciencia de que no hay cuesta. El giro lenta de la cabeza para recorrer con la mirada lo que los pies ya no pueden. Una existencia que se empequeñece y se ahoga en un aliento irregular. El anciano camina porque si no el mundo le vence. Y aunque lo haga despacio, sabe que es la forma de mirar a la cara sus arrugas. La calle se empina en la cárcel de la edad.

Y un día, sin saber por qué, llegó la sentencia. Pena capital. La calle murió.

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