Alcornoques y encinas

by Julen

Camino de Torrecampo por la dehesaDos recuerdos impregnados en la retina. Frío, día despejado, otoño o quizá invierno. Amanece (que no es poco). Los árboles se recortan contra el sol, compañeros de viaje hasta la muerte. Figuras longevas que alargan su existencia gracias a la sombra que proyectan al despuntar el día. Frío, frío intenso. El sol a la espalda.

Los árboles no son nada sin los caminos. Suaves laderas amables. Entretejen el monte en un mar de cruces anárquicos que llegan hasta todos los sitios y no alcanzan ningún lugar. Nada concreto. Sólo una leve invitación a no darse prisa. A veces se llega a viejo por caminar despacio el mismo tramo. Arrugas hermosas que nacen con la edad.

Un segundo recuerdo es el del verano. Inmisericorde y desafiante. Los caminos se han vuelto más solitarios si cabe. El sol es el rey de la creación. Y despliega su poder como se le antoja. En el cénit apenas queda cobijo para huir. Sólo sirve no estar. Sólo sirve huir por los resquicios de las primeras o últimas horas del día. Siempre supe que hay escapatoria.

Allí siguen las encinas y los alcornoques. Hoy más cerca. Esperando a que el tiempo se pegue a sus troncos de por vida. Luego nos vemos.

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En la imagen Alberto camino de Torrecampo por la dehesa, en la comarca de Los Pedroches. Fue en nuestro tramo transandalusero de la Semana Santa de 2010. Hoy de nuevo por estas tierras del norte andaluz. En el recuerdo fotos y texto de aquellos días.

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