Por la ventana, inmensa, el cielo se abre. Siempre es azul, como en otros lados. Pero aquí parece más grande. Algunos nubarrones tontos se reparten sin sentido, sabiéndose perdedores. Es un azul profundo, diría que hasta alegre. En la inmensidad de una ciudad tremenda el cielo trata de ganar la batalla.
La primavera le sienta bien. El cielo cobra aún más vida. Las rayos de sol juegan a romper las dinámicas del pasado. Una mañana, de pronto, todo explota. Sabíamos que iba a pasar pero no por ello deja de resultar extraordinario. Hay ciudades para la primavera; hay ciudades para el otoño.
El cielo sube y sube. Gana altura y azulea más aún. Los nubarrones se esconden temblorosos. Miras hacia arriba y ves lo que quieres ver. Porque es tan grande todo allá arriba, que no hay sino lo que tú proyectas. Juega, verás el resultado. Incluso alguna que otra nube puede que salga a tu paso para manifestar una alegría contenida.
Mientras, por abajo, pequeñas personas. Ahí el cielo sigue tratando de esta presente. Pero no siempre lo consigue. Abajo hay muchas pequeñas historias. Algunas se rompen en mil pedazos. El cielo sigue allí arriba. Abajo no todo es tan claro.
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La imagen en Flickr es de ing_jorge.
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INSTRUCCIONES PARA LA ELABORACIÓN DE COLORES PARA LA PINTURA
Para elaborar el color azul, recorta un pedazo
de este cielo de agosto y sumérgelo unos minutos
en un vaso de agua de mar: ganará en transparencia.
Naranjas, rojos y violetas te los regalarán el amanecer
y el ocaso si sabes cómo sonreírles.
Si necesitas del verde
no pidas nada a los árboles,
pero arranca el manojo de hierbas
sobre el que tu pelo haya estado acostado antes.
Y el dorado, el dorado recógelo cuidadosamente,
de tan frágil, de las esquirlas de este instante.
El País
13/6/2010