19 cámaras, de Jon Arretxe #NovelaNegra 50

Entre mis lecturas pendientes del género negro estaba hincarle el diente a la saga de Touré. No hay duda de que es un personaje que enseguida se te hace simpático. Un africano —de Burkina Faso en concreto— al que su autor, Jon Arretxe, sitúa en el barrio de San Francisco, en Bilbao, y al que convierte en detective digamos que por necesidad. De hecho, en esta primera novela Touré ejerce inicialmente como curalotodo al más típico estilo de chamán sanador. Lo de detective le llega por encargos curiosos que le implican directamente.

Solo he leído la primera novela, aunque ya estoy ahora con la segunda. 19 cámaras es un título que tiene que ver con las otras tantas cámaras de seguridad del barrio. Se deja leer muy fácil. Además, claro está, en mi caso, cuenta el añadido de documentar la vida del barrio que queda al otro lado del puente de Cantalojas, a escasos diez minutos de donde vivo. Allá, tras el puente, en la plaza del Doctor Fleming comienza otra vida. La emigración, sobre todo procedente de África, ha echado raíces entre las calles que vieron cómo la prostitución las ponía en el mapa hace ya muchos años.

Jon Arretxe nos explica en esta primera novela muchas cosas del ambiente del barrio. Se entremezcla la crudeza del mercado de la prostitución, los robos a pequeña y no tan pequeña escala, la difícil convivencia étnica y un cierto humor que ayuda a sobrellevar toda esa compleja realidad social. Y ahí, claro está, aparece la intolerancia. Los actos violentos no solo proceden de algunos que llegaron al barrio en busca de un mejor futuro y su destino se torció; también tienen que ver con prejuicios y racismo de parte de los blancos.

Quizá el personaje se come un poco la propia trama, pero no cabe duda, como decía, de que la lectura se hace muy entretenida. Touré vive en un piso patera y tiene que buscarse la vida. Y si para eso hace falta investigar lo que le encarguen, porque de ahí puede sacar algo de dinero, perfecto. Es investigar para comer. Y es a través de todo lo que rodea su peculiar investigación como vamos haciendo nuestro el personaje. Porque los sucedidos nos van conectando con escenas a veces delirantes y a veces crueles, a veces de pura ficción y a veces de la más triste realidad.

Seguramente escriba alguna otra crónica cuando haya leído más novelas de la saga de Touré. Por cierto, ahí es nada que parece que habrá una serie de televisión con una productora española «potente» para llevar a la pequeña pantalla estas seis novelas: 19 cámaras, 612 euros, Sombras de la nada, Juegos de cloaca, Piel de topo y No digas nada. Habrá que esperar a ver lo que sale de este proyecto, pero desde luego que le daría al personaje una proyección mediática considerable. A él y a su autor, claro está.

Aquel martes a mediodía me sentía más solo que nunca, sentado en uno de los bancos de la plaza el Doctor Fleming. Hacía una temperatura agradable, bastante más templada de lo que en principio correspondía a aquella época del año y, al ver cómo el cielo se iba cubriendo de nubes, pensé que pronto llovería. Reparé en el resto de africanos repartidos por los demás bancos de la plaza, y me di cuenta de que muchos llevaban la cabeza cubierta con gorros, viseras, pañuelos… ¿Por qué? No hacía fresco como para que se le enfriaran las ideas a nadie, y tampoco creo que siguieran la moda ni que lo hicieran por estética. Nunca lo había pensado antes, pero quizás se cubrían para disimular un poco su origen africano, como si aquello sirviera para llamar menos la atención. Yo también llevaba mi visera verde, como solía hacer cada vez que salía de la Pequeña África de San Francisco. ¿Cuál era mi razón?

La imagen es de Fred Romero en Flickr.