La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo #NovelaNegra 20

by Julen

La Virgen de los SicariosNo sé hasta qué punto podemos clasificar esta novela de Fernando Vallejo en el género negro. Desde luego que, si es por asesinatos, no hay problema, porque uno pierde la cuenta de los que van cometiendo Alexis y luego Wílmar. Un sicario es un sicario. Y si eso lo sitúas en el Medellín de los años 90 allá en Colombia, es muy probable que no haya problema en que la colección de fiambres sea numerosa. Quizá ubicar la novela en el género negro sea solo reconocer una de sus propiedades. Estamos ante un retrato de la naturaleza humana que resulta diferente, contradictorio, mordaz, salvaje y lleno de irreverencia. Pero ya conocemos a Fernando Vallejo. No hay medias tintas que valgan. Te damos la bienvenida al lado más salvaje.

En eso o en lo que fuera, el día amaneció normal, asesino.

Estamos, desde luego, ante una obra con un importantísimo reconocimiento público. Solo leyendo el artículo de la Wikipedia en español ya puedes hacerte una idea de qué estamos hablando. Pero, al margen de que haya película o de que genere acuerdo la relevancia de la obra, La virgen de los sicarios es una novela bestial, transgresora y directa a herir la sensibilidad. Es imposible quedarse al margen de lo que lees. María Auxiliadora es un personaje fundamental de la novela, un punto en el que converge esta inmensa paradoja en la que vive el sicario, a prueba de toda fe.

¿Qué le pediría Alexis a la Virgen? Dicen los sociólogos que los sicarios le piden a María Auxiliadora que no les vaya a fallar, que les afine la puntería cuando disparen y que les salga bien el negocio.

Fernando Vallejo no tiene problema alguno en soltar lo que a buen seguro son tropelías para la clase bienpensante. La pedofilia, la homosexualidad, el crimen, el clero, los migrantes del campo o los gobernantes. Da igual, arrasa con todo. Y lo hace jugando con la literatura. Porque toca aquí y allá las cuerdas de la gramática, de la sintaxis y del significado que asignamos a las palabras. No hay problema en echar mano de El Quijote. Un hijueputa es un hijueputa, sea en el siglo XVII o en el Medellín de finales del siglo pasado.

La virgen de los sicarios es una novela corta. La puedes leer una y otra vez. Desde la primera página vas a viajar a un escenario que entremezcla momentos oníricos con otros de realidad descarnada. Todo se reúne en torno a una trama que va dejando muertos, cada cual justificado de forma meridianamente clara. No hay nadie que no lo mereciera. El asesinato aparece como profilaxis, la mayor parte de las veces como punción sanadora. El disparo en la frente para que brote un hilillo de sangre sin mayor estridencia. Y continuamos camino, que queda mucho por recorrer en «este matadero al que vinimos a vivir».

Las comunas que rodean la ciudad de Medellín son el lugar en el que ubicar la acción. Pero podrían ser los arrabales de cualquier otra ciudad, sea de Latinoamérica o de cualquier otro lugar del mundo. Ahí crece el delirio.

A mano izquierda subiendo, en una finquita vieja, un rodadero con un platanar seco, abandonado, leíase el siguiente anuncio en mayúsculas torcidas y desflecadas, como cartel de Drácula: SE PROHÍBE ARROJAR CADÁVERES.

Imagen de ShonEjai en Pixabay.

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1 comentario

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