¿Por qué escribo un post (casi) diario desde hace 16 años?

by Julen

Supongo que llevar 4.531 posts publicados no es muy normal. Bueno, no es normal, a secas. No es que publique todos los días, pero el ratio no está nada mal. Desde el 30 de marzo de 2005, fecha en la que comencé el blog, hasta hoy han transcurrido 5.811 días. O sea, que no llego al post por día, pero me quedo en un respetable 78% de los días en estos últimos casi 16 años. Así que algo tiene que haber en todo esto que me siente bien. Y sí, este el argumento que creo que lo justifica todo: escribir me sienta bien.

Hace poco leía un texto de Juan Freire y Antonio Lafuente que compartía Javier Poves, Chief Learning Officer en Team Labs (y muchas cosas más). Tenía relación con el artículo que publiqué el pasado día 22: La universidad: o es cool o no cuela. Seguía la estela de otro que Amalio Rey había publicado en el blog colectivo de #REDCA, la Red de Consultoría Artesana: Cultura del más fácil todavía en formación. El texto de Juan Freire y Antonio Lafuente tenía que ver con una «propuesta inicial a la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey para la transformación de su modelo pedagógico». Y allí encontré una referencia que me dio bastante que pensar. Proponían una arquitectura pedagógica en la que uno de sus elementos básicos era la escritura. Me permito reproducir un extracto amplio de este artículo porque ahí encuentro muchas de las razones por las que escribo.

La escritura es el paso necesario para dar forma a las ideas. A partir de un texto las discusiones dejan de ser abstractas y ambiguas, para comenzar a propiciar un intercambio de criterios, responsabilidades y estrategias de acción conjunta. La escritura permite separar las ideas de sus autores. Los actores humanos y no humanos que un texto moviliza adquieren vida propia y reclaman atenciones (tiempo, trabajo, recursos, infraestructuras, financiación,…) que alguien debe proporcionar. Escribir entonces no es fácil. Escribir es diseñar una espacio de posibilidades que sólo comprendemos cabalmente cuando lo “amueblamos” y lo llenamos de vida. Si escribir fuera como pintar, uno sólo conoce la escala, el colorido, la luz, la distancia relativa, los actores presentes y la atmósfera del “cuadro” cuando decide darle punto final. Escribir es aceptar el reto de experimentar con palabras dándole a cada una el peso que reclama y que nosotros aceptamos otorgar. Si escribir fuera una trabajo artesanal aceptaríamos que el resultado siempre es incierto, imperfecto, contingente y, sin embargo, comprometido, situado y responsable. Ser un buen artesano es la forma más fácil de ser un buen ciudadano.  Todo el mundo habla bien cuando deja que las palabras broten de su propia experiencia y busquen proteger la trama relacional que nos conecta a unos con otros y con (nuestras) cosas. Pero escribir bien es otra cosa. Escribir es hacer algo con las manos, implica dar forma a lo vivido y aceptar la existencia de un afuera donde algún desconocido quizás use distintas palabras o las interconecte de otra manera. Quien escribe está construyendo el mundo que habitamos nosotros y sus lectores. Y hacer un hogar inclusivo, compartido, saludable, abierto,… no es fácil.  Al contrario, es difícil y por eso hace falta entrenarse. Por eso pensamos que nada es más creativo, experimental y crítico que atreverse a tomar el lápiz y comenzar a “dibujar” el mundo.

Leo este texto de Juan y Antonio, lo meto hacia dentro y encuentro las razones. Creo que escribo porque:

  • Necesito sacar de dentro hacia fuera. Es un ejercicio básico de higiene mental. Me relaja.
  • Así comparto contenidos con otras personas a las que quizá les pueda servir de alguna forma lo que escribo, aunque eso, claro está, es decisión de cada cual.
  • Me obliga a pulir argumentos y a tejer conexiones.
  • Siento que es mi forma natural de expresión, aquella con la que puedo aportar.
  • Quiero disponer de mi propia huella digital.
  • Me permite bucear en lo que me interesa. Y en lo que me ha interesado.
  • Me proporciona agilidad mental. En vez de hacer sudokus, escribo.
  • A veces al despertar, no sé muy bien por qué, hay cierto contenido que se abre camino por sí solo. Yo solo intento que lo haga con un mínimo de orden.
  • No sé de qué forma detener la rutina. Ha pasado ya de nivel: no quiero detenerla.
  • Me gustan las palabras, me gusta cómo fluyen, cómo se organizan y se aprietan unas contra otras.
  • Me aporta otra manera de conversar, más tranquila. Incluso si en modo monólogo interior. No importa, es conversación.

A estas alturas no es que deba justificarme, pero algo tiene que estar sucediendo para que, 16 años después, no lo hayamos dejado.

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