El estrés de la pantalla ubicua

by Julen

Mariano Amartino, aka Denker Über, escribía hace unos días un artículo que titulaba Fatiga por videollamada. Repasaba los problemas derivados de este uso intensivo de las videollamadas desde que comenzó la pandemia. Nos han obligado a aumentar la distancia social y eso ha provocado la explosión en el uso de un auténtico arsenal de telepresencias: Zoom, Skype, Meet, Duo, WhatsApp, jit.si, Teams, Hangouts y lo que se ponga por delante. Fuego a discreción.

Ahí enfrente está la pantalla. De mejor o peor calidad, de más o menos pulgadas, a mayor o menor distancia, son en gran parte nuestra ventana a la realidad en el momento actual. Si buscas «efectos dañinos salud pantallas» encontrarás que Google te devuelve algo más de cuatro millones de resultados. Da igual dónde vayas a buscar información al respecto, hay riesgos físicos más que demostrados. Pero en la actual situación de uso intensivo, no son menos relevantes los riesgos asociados a la fatiga mental en que nos movemos.

En mi caso, por ejemplo, es muy habitual que tras una clase online (sea en la universidad o en un formato de taller) descubra que estoy empapado en sudor. Es cierto que con el paso de las jornadas el efecto va remitiendo y que consigo relajarme mucho más que al principio, pero creo que no llego a dominar la situación como cuando estoy trabajando de manera presencial. En el formato online hay muchas variables de carácter tecnológico que sé que no voy a poder controlar y, claro, agobia.

Mi recurso básico es el humor. Siempre ando comentando que Murphy se ha matriculado como alumno, procuro compartir cariño e intento que todo el mundo se coloque en modo «vamos a echar un cable para que todo funcione». Pero raro es el día en que no surgen problemas de conectividad. Son, claro está, directamente proporcionales a las competencias digitales de quienes se conectan, aunque ya he tenido casos en que no era ese precisamente el caso. En formatos tipo webinar con muchas personas inscritas el chat siempre vomitará problemas de conectividad. Y cuando digo siempre es siempre.

Si continuáramos sin plan B, ¿acabaríamos relajando nuestra videopresencia hasta naturalizarla al completo? Soy pesimista al respecto. Me da que esto habrá que contemplarlo a través de dimensiones temporales más amplias. Mi experiencia en la universidad me dice que todo es más fácil con gente que no le tiene respeto ni miedo a la tecnología. Pero, claro, eso no excluye que alguien te envíe un correo para decirte que el ordenador se le ha bloqueado y que la pantalla azul de Windows ha aparecido en el peor de los momentos.

En julio, por ejemplo, tendremos defensas de proyectos fin de grado y fin de máster en tribunales que, según nos han comunicado, serán online. Me pongo en el lugar de nuestras alumnas y alumnos y estoy seguro de que habrá casos en los que la tensión crecerá de forma considerable. Habrá que diseñar el formato para estos tribunales online. Habitualmente los conformamos tres personas que, tras la exposición de quien hace la defensa, hacemos nuestras preguntas y luego nos reunimos para la evaluación. El proceso supongo que ahora será a través de Meet y la persona que expone compartirá su pantalla, pero ¿cómo va a captar nuestra atención? Es otro entorno y requiere otras competencias, no hay duda.

Estamos acumulando estrés. Me baja o alta intensidad, pero estrés. La fatiga de la que hablaba Denker Über tiene muchas caras. El teletrabajo al que estamos condenados va a tener repercusiones físicas y psíquicas. Tenemos que aprender a manejar válvulas de escape frente a este confinamiento digital. Quizá también es momento de que la tecnología detrás de las pantallas progrese y nos ofrezca soluciones menos agresivas para nuestra vista y nuestros sentidos en general. Estamos aprendido a marchas forzadas un nuevo lenguaje con una intermediación tecnológica brutal. No va a ser gratis. Ni para mí ni para quienes lo están usando de forma intensiva. Tiempo al tiempo.

Para terminar, recomendaros una lectura: Tecno-estrés, un libro de José María Martínez Selva, del que ya escribí en su momento en este blog hace nada, allá por julio de 2011 😉

Imagen de Лечение наркомании en Pixabay.

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4 comentarios

Venan Llona 15/05/2020 - 15:31

Doy fe, el miércoles 13 fue ese día de la BSoD (Blue Screen of Death) no en formato pantallazo azul tradicional, sino de bloqueo en una actualización de sistema al reiniciarlo, y justo previo a varias citas agendadas en el calendario, ni plan B, ni plan C, ni nada que valga, en ese momento te enfrentas «solo ante el peligro» y sales como puedes adelante.

Como dices, debemos de afrontarlo como es, como una situación habitual que nos puede ocurrir a cualquier y aunque preveamos las posibles incidencias, siempre puede ocurrir algo en tu extremo o en el otro extremo. Algo tan sencillo como «se te va la luz». Lo preveemos, tenemos cargada la batería, pero el router está apagado!, socorro!, plan B, tiramos de móvil y a través de Tethering conectamos por GSM. A pesar de esos planes «B», el mal rato y el estrés acumulado en esa situación te lo llevas.

Me siento reflejado.

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Julen 16/05/2020 - 16:36

Cuando los planetas se alinean en nuestra contra me temo que no hay nada que hacer. Eso sí, el mal rato que nos llevamos se las trae. Y si de esas vienen varias en poco tiempo… habrá que defenderse con algún que otro paseo o carrerita, ¿no? Por aquello de oxigenar 😉

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Cómo salir del confinamiento digital – Consultoría artesana en red 18/05/2020 - 06:28

[…] pantallas se han convertido en la manera en que acceder a la realidad. Poco a poco se han convertido en objetos capaces de provocar estrés. Nuestros sentidos, preparados para otra forma de vida, tienen que acostumbrarse a marchas forzadas […]

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Andres 03/02/2021 - 12:39

Efectivamente, yo también me veo reflejado. Sin más, estaba realizando un examen online y pluff, sin conexión, pues qué pasó, me suspendieron y tuve que realizarlo otra vez. Estamos preparados para esto? la verdad es que no, y lo peor es que no solo nos tenemos que adaptar sino tragar con todo acumulando como bien dices estrés, y luego tenemos que buscarnos la vida como realizando actividades de team building online para evitar futuros trastornos psicológicos asociados al estrés. De mal en peor…

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