Cuando un médico no puede leer el DVD con los resultados de una prueba

Llevo una temporada entre médicos. Es un colectivo curioso, por decirlo de alguna manera. Además, de por medio está la organización para la que trabajan, con sus normas y sus prácticas. Y, claro, por supuesto que hablamos de cuestiones extraordinariamente sensibles. Nuestra salud está en juego, poca broma. Por último, otro factor que cada vez más juega en la ecuación de que recibamos un mejor o peor servicio es la tecnología. En fin, voy con un sucedido de hace un par de días. Por situaros: mi proveedor de servicios médicos es el Igualatorio Médico Quirúrgico, el IMQ.

Debido a una ciática que arrastro desde hace un par de meses, tuve que hacerme una resonancia magnética de la zona lumbar. Con los resultados de esta prueba y de un electromiograma de la pierna izquierda, me fui al traumatólogo. Se le veía desde el primer momento: era de la vieja guardia. Miró los resultados, pero ni se dignó en ver las fotografías del DVD que incluía el diagnóstico. En tres minutos dictó sentencia. Espero no volver a cruzármelo. Tachado.

Activamos un plan B. No voy a dar nombres porque no lo creo pertinente. Es una cuestión que afecta, desde luego, a IMQ como organización, no a un médico en particular. El caso es que en esta segunda consulta, con otro médico del IMQ, la actitud es bien distinta. Me siento bien tratado. Explico el asunto y, lógicamente, coge el DVD para ver las fotografías que contiene. Debo decir que los resultados de la resonancia incluyen un breve informe de media página y el DVD en cuestión.

Pues bien, es entonces cuando se da cuenta de que no sabe cómo leer el DVD. Les han cambiado los equipos y no ve la forma en que usarlo. En esto, un chico que está en prácticas aporta sus ideas para intentar abrirlo. Lo mismo hace la chica que atiende en la recepción de la consulta y hasta yo mismo. No vemos la forma. Llama a Informática y allí, por fin, le dicen que no puede leerlo. Con el paciente allí delante.

O sea, que el médico no puede acceder a las fotografías de la resonancia. Pero siempre hay un plan B.

Parece que tienen un ordenador de esos que supongo quedará fuera del sistema y que dispone de unidad lectora de DVD. Prueban allí, pero solo son capaces de ver la primera de las imágenes. Según parece (menos mal), es lo suficientemente esclarecedora como para sugerir un siguiente paso antes de acudir a neurocirugía. Se trata de una «infiltración ecoguiada». Me explican en qué consiste, me dan el volante correspondiente e incluso me acompañan para hacer la gestión: conseguir que esta infiltración sea pronto es ya harina de otro costal. Pero, insisto, en esta ocasión me sentí bien tratado.

Al margen de que uno, como decía, es muy sensible con las cosas de la salud, que un médico no pueda leer un DVD me ha parecido tremendo. Primero, porque es cierto que a estas alturas ese DVD que te dan con los resultados de la resonancia magnética está pidiendo a todas luces una actualización. O a lo mejor una vuelta atrás: fotografías impresas y no en un soporte digital. Otra cuestión es que, sin más, se enviaran a mi (supuesto) expediente personal del IMQ para que quien deba acceder a esas fotografías lo haga sin la necesidad de disponer de una unidad lectora de DVD.

En resumen, lamentable. Por un lado, ya tengo un traumatólogo tachado de mi lista. Y, por otro, algo más alucinante. He aprendido la lección: seré yo quien imprima las fotografías del DVD (o las pase a mi almacenamiento en la nube) porque parece que en el IMQ ahora mismo sus profesionales no pueden hacerlo. Tremendo.

Imagen de Brett Hondow en Pixabay.