El precipicio que sigue al éxito

by Julen

Jonas Vingegaard ganó el último Tour de Francia. Lo hizo contra el pronóstico generalizado de que el lugar más alto del podium estaba reservado para Tadej Pogačar. Pues no. Finalmente, el danés se lo llevó al bolsillo. Lo que vino después fue lo lógico: ha nacido una estrella. Según parece, volvió a su país en avión privado escoltado por cazas. Dinamarca se lo tomó en serio. El chico, del que conocíamos su historia como trabajador en una fábrica de pescado mientras demostraba capacidades para el ciclismo, había traspasado definitivamente la línea del anonimato. Jonas Vingegaard, ganador de la edición de 2022 del Tour de Francia. El mundo, a tus pies.

En este blog ya he escrito varias veces en torno al deporte profesional de élite. Llegar ahí arriba incluye, por supuesto, una relación hasta cierto punto enfermiza con los supuestos valores positivos que tantas veces se asocian al deporte normal. Porque alcanzar la élite supone, en la inmensa mayoría de casos, una sobrededicación obsesiva. Todo se reduce al objetivo de ganar. Cuantas más veces, mejor. Y hay que hacerlo allí donde la competencia es mayor. Ganar el Tour de Francia es pasar a la historia del deporte. Y asomarse al precipicio.

Hay quien habla de estrés postraumático. Después de la cima, el precipicio. Además, con una presión mediática que va con la profesión de deportista de élite. Debes de ser ejemplo. Eres un referente para niñas y niños. Lo que te ha valido para ganar en eso que sabes hacer —en este caso, dar pedales— debe de servirte también para demostrar que, más allá de superdeportista, eres superpersona. Y así creamos al monstruo.

El ganador del Tour de Francia ha estado desaparecido (hasta donde esto es posible hoy en día) dos meses tras su victoria. Parece que el chico ya tuvo en su momento algún problema con esto de digerir la presión y el éxito. Pero la que le ha caído encima por ocurrírsele ganar el Tour es mundial. El profesional devora a la persona.

¿Hemos construido una sociedad de nuevos dioses con pies de barro? Los famosos conforman una clase elegida en la que se entremezclan muchos especímenes. El deporte de élite nos proporciona un modelo que a veces da pena. Eso sí, los hay que ya no pueden renunciar al apoyo psicológico. La supermujer y el superhombre deben cultivarse también en los divanes. Y hay éxitos y fracasos. Los fracasos también alimentan al monstruo porque consolidan la liturgia del éxito. El fracaso es solo parte del camino.

Mientras, el resto de la población continuamos con nuestras batallas diarias. Pero las pantallas se empeñan en bombardearnos con historias de superhéroes. Y si alguno cae por el precipicio, mejor. Es solo parte del espectáculo y trae más visitas. En fin, espero que le vaya bien al chico de la fábrica de pescado.

Imagen de Aravind kumar en Pixabay.

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