Mi ciclotimia frente a las redes sociales

by Julen

Supongo que es más que evidente: no soy capaz de mantener una postura consistente en el tiempo, por lo que respecta a la manera en que empleo las redes sociales. Por el tipo de proyectos que llevo a cabo sé que tengo que saber lo suficiente como para entender las dinámicas que implican. Y sí, desde luego que admito el argumento de que saber y hacer son verbos diferentes, por lo que no está de más practicar, además de entender. En cierta forma me siento poseído por una ciclotimia que no es que me abrume, pero que de vez en cuando molesta lo suyo. Por si acaso, ciclotimia:

Se caracteriza por la presencia de múltiples episodios de hipomanía (ánimo y energía elevados) con o sin irritabilidad, junto con episodios alternantes de depresión leve o moderada que no llegan a cumplir los criterios básicos para el diagnóstico de un episodio depresivo mayor. La ciclotimia, al igual que otros trastornos del humor, puede ir acompañada de ansiedad. Es la variante más inofensiva del espectro bipolar, después de los trastornos bipolares tipos I y II.

En realidad, el cuerpo me pide un uso muy selectivo de determinadas redes sociales en determinados momentos. De hecho, es lo que hago. Si estamos de ruta con la bici, entonces puede ser momento de pensar si publicar de vez en cuando en Instagram (conste que lo tengo abandonado), en Facebook (porque hay amistadas que viven en esta red) o en Twitter (la única red social que más o menos empleo con cierta asiduidad). Sí, hay momento en que me sale de manera más natural. Y es el argumento con el que mejor me llevo: las redes sociales están ahí para usarlas cuando me salga de dentro. Y si en otros momentos no me sale, pues ya está. A otra cosa, mariposa.

El griterío es excesivo y, además, yo nunca me he llevado bien con las multitudes. Más de tres, multitud. Me siento mucho más a gusto en entornos más recogidos e íntimos. No disfruto con el apelotonamiento de seres humanos. ¿Una marcha cicloturista con no sé cuántos miles de almas al lado? Con lo que bien que se pedalea sin seguir la estela de tanta gente.

Por otra parte, es más que evidente que las redes sociales se han ganado a pulso nuestro hartazgo. Parece haberse desatado una carrera sin fin por decirlo más alto, con más ingenio y en mayor número de veces. Todo porque lo que importa es el número de visualizaciones. Es la vara de medir: éxito o fracaso en función de la cantidad que consigas atraer. Por detrás, claro está, llegan luego las esclavitudes. Porque no es llegar, es mantenerse. Y ahí hay que ir echando más madera para que la locomotora no se detenga. Nunca.

¿De verdad tiene sentido en mi actividad profesional mantener abiertas las redes sociales con vocación de conseguir notoriedad? Lo siento, me da que no estoy ya para estos trotes. Mi ciclotimia comienza a vagar mucho más tiempo por momentos valle. Porque en el fondo nunca fui amigo de contar. Más que cantidad prefiero la calidad. Lo mejor de todo es, por supuesto, llegar hasta personas con nombre y apellidos. Y cuando se produce la química, entonces es cierto que se pasan todos los males y sales del momento valle para ascender a un pico de euforia.

Me escribo para mí mismo, lo tengo claro. Al menos en este artículo. Me escribo y me contradigo.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

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1 comentario

Venan 08/06/2022 - 10:33

Yo también llevo un tiempo un poco apartado de los canales habituales, tampoco los abandono del todo, pero sí con un nivel mucho menor que en otras épocas. Uno de los aspectos que más me gustan de los canales abiertos en las redes sociales es que se convierten en tu canal propio de (des-)información y PLE, ya que es el lugar donde podemos recurrir para informarnos, formarnos junto con nuestros referentes, compartir opiniones, informaciones, preguntar dudas, en definitiva nuestro entorno social de aprendizaje. Eso es lo que más hecho en falta y periódicamente paso por ellas para retomar viejas sensaciones.

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