Un cadáver en la biblioteca, de Agatha Christie #NovelaNegra 47

by Julen

Vamos a ver si continuamos leyendo a las firmas clásicas del género y las reseñamos por esta humilde ventana. Porque cuando digo «clásico» no me digáis que pensar en novela con asesinatos de por medio no es sinónimo de Agatha Christie. No se me ocurre mejor forma de dejar claro el asunto que con este párrafo extraído del artículo de la wikipedia en español:

El Libro Guinness de los Récords calificó a Christie como la novelista que más obras ha vendido de todos los tiempos. Se han vendido dos mil millones de copias, posicionándose sus trabajos como los terceros más vendidos en el mundo, solo por detrás de las obras de William Shakespeare y la Biblia.5​ Según el Index Translationum, Christie es la autora individual más traducida con ediciones en al menos 103 idiomas.6​ En 2013, su obra El asesinato de Roger Ackroyd fue elegida como la mejor novela de crimen de todos los tiempos por 600 miembros de la Asociación de Escritores de Crimen.7​ Le concedieron el título de Dama comendadora de la Orden del Imperio Británico.

Así pues, me da que no hace falta presentar a esta mujer. Por supuesto, los dos grandes personajes de sus obras son Hércules Poirot —acabo de ver Muerte en el Nilo— y Miss Marple. Y puestos a elegir, ya que la película me había refrescado de nuevo al bigotudo detective, decidí que mejor si cogíamos una novela de esta encantadora ancianita dotada de una perspicacia inigualable. Elegí una de sus clásicas: Un cadáver en la biblioteca. Y, claro, casi que la coges por la mañana y la terminas por la tarde 😉

Esto es algo que me llama la atención: lo fácil que se lee una novela como esta. Cada página invita a la siguiente. Y todo envuelto en un ambiente casi surrealista que te transporta a un universo paralelo. Por ejemplo, el capítulo que dedica a los chismorreos entre las señoras del pueblo es tan previsible como encantador. No importa que al asesinato inicial se sucedan otros; los cadáveres son solo la disculpa para las pesquisas. Son asesinos y asesinatos amables, si me permitís la expresión. Son una especie de ontología en sí misma.

Por ejemplo, leer a Agatha Christie es reconocer un pasado en el que nada mejor para recobrarse de un shock que un traguito de ginebra o de coñac:

Es Ruby, en efecto –dijo con voz trémula–. ¡Pobre chica! ¡Cielos, me siento tan rara! ¿No tendrá –miró a su alrededor con nostalgia– un poco de ginebra?

No había ginebra, pero sí coñac y, tras beber un trago, miss Turner recobró el aplomo.

Creo que podría leer una novela de Agatha Christie al día. Con tiempo y buen humor, no es mala idea para cuando dejemos de tener obligaciones profesionales, ¿no? Quizá hiciera falta alquilar alguna casita en la campiña inglesa al sur o al oeste de Londres o, mejor aún, acompañar la lectura con un viaje por esos lugares que marcaron sus obras.

Lee a Agatha Christie. Es un placer ir pasando páginas mientras te zambulles en su universo. De otro tiempo, con otros valores, en otra dimensión. Asesinatos para estimular tu ingenio.

Image by wal_172619 from Pixabay.

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