Juanito, el rey emérito y sus 5.000 amantes: omertá ante todo

by Julen

Nota previa.- Esto es solo un ejercicio de simple descarga de mala hostia. Modo cascarrabias y un escribir por escribir, me temo.

Suponíamos que con el paso del tiempo cada vez sería más difícil ocultar la realidad. Claro que en vez de ocultarla ideamos el juego de inventar otras verdades. No se trataba tanto de que no supiéramos, sino de que supiéramos un buen ramillete de verdades y ahí se haría más complicado saber cuál era realmente la verdad. Además, el relativismo ha ido ganando enteros. Las cosas son… bueno, depende del punto de vista de quien las observe. No hay como mirar cualquier informativo: dime la cadena a la que pertenece y te diré el sesgo de sus noticias. Ahí, en ese galimatías, es difícil saber de qué fiarse y de qué no.

El rey emérito, según parece, era (escribo «era» porque dijo en su comunicado que se trataba de hechos pasados) un tío campechano, vividor y con buenas dotes para ser un buen referente del golferío más castizo. Su esposa, Doña Sofía, había quedado relegada a las obras de caridad, los osos panda y cosas así. Él, en cambio, como buen representante de macho alfa, tenía que recorrer el mundo para hacer negocios y, de paso, seguir cultivando sus habilidades de relación personal.

Mientras todo eso pasaba, un ejército de periodistas debía de hacer la corte al campechano porque todas las tropelías que poco a poco vamos conociendo quedaban sepultadas en una omertá evidente. Que el rey tuviera y mantuviera queridas, que el rey se levantara unos regalos de escándalo, que el rey fuera hermano de los reyes de la democracia de Arabia Saudí; todo eso formaba parte del estilo campechano. Para justificarlo supongo que se usaría algún argumento indestructible del estilo: este tío es la hostía.

Los empresarios afectos a la causa de conseguir pedidos al precio que sea estaban ahí. Si algo cae y hacemos caja, ya se justifica la contribución. El campechano nos consigue un tren a la Meca, cojonudo. Este tío es la hostia, hay que quererle. Ya se sabe que negocios son negocios y que no está el horno para bollos. Si el ahora emérito nos consigue facturación a ver quién es el guapo que se pone tiquismiquis con las formas. Esto es la selva y si no comes te comen. Ahí el emérito no era sino una pieza más en un engranaje que él, por supuesto, no había inventado. Ya se sabe que los hombres cierran negocios yéndose de putas. No te pongas exquisito, joder.

En 2020, unos cuantos años después de que abdicara, el mundo vive bajo una pandemia. No estaba en los planes. Vivimos dentro de una burbuja de desorientación. La economía se tambalea, las cosas se ponen feas. Para servir a los españoles, el campechano dijo que se marchaba. Quedaba al servicio de la justicia, faltaría más. Por si acaso, que nadie supiera en dónde iba a disfrutar de sus últimos años de vida. Este tío es la hostia. Lo hecho, hecho está. Seguro que, pese a su edad, todavía estará para echar una cana al aire, pero con esas caderas y tanto pasar por el quirófano, puede que ya no ande para muchos trotes. Aunque, claro, la mala hierba nunca muere. Que le quiten lo bailao al colega.

Los chismes del vulgo siempre contaron sus tropelías. El rey de las 5000 amantes formaba parte del imaginario popular. Juanito (parece que es como le llaman en sus círculos íntimos) era la hostia. El modelo de referencia Bertin Osborne es lo que es: una manera de ser y estar que a mucha gente le cae bien. Se sabe, pero se calla. Se sabe, pero solo se comenta en voz baja, entre sonrisas maliciosas para que el mito se agrande.

La omertá ha servido para que el campechano haya aguantado el tipo, para que el machismo más arraigado continuara sosteniendo la monarquía constitucional del Reino de España. Reyes, que no reinas; Borbones con la líbido desatada. El periodismo jugaba en otra liga: la de saber pero callar, la de permitir que las conquistas continuaran porque el campechano era la hostia.

Todavía hoy la omertá continúa. Parece que poco a poco está saliendo de los titulares. Messi es Messi. Los defensores del reino argumentan que se ha puesto en marcha una campaña de desprestigio. Es la envidia nacional: como a ti no te regalan coches de lujo ni te puedes follar a 5.000 tías, como tú te jodes con el coronavirus y eres un mierda, no haces sino criticar. Mira al pobre Urdangarín: llegó, vio de qué iba la fiesta y quiso ir de enrollado con su suegro. Pues que sepáis que no le llegaba ni a la suela del zapato. Al trullo, por corrupto, que tú no eres inviolable como Juanito. Las cosas o se hacen bien o no se hacen: inviolabilidad, como si fuera un ser supremo, el dios sol del siglo XXI.

La omertá es algo que la mafia siciliana puso sobre la mesa y que es ley sobre el resto de leyes. Juanito cascará algún día de estos. Luego ya si eso, bueno, la historia ya le juzgará. Pero hay que ver el tío cómo se ha cascado 80 años. Hay que joderse, es la hostia el emérito. Ver para creer. ¿Cómo puede uno no ser republicano? Es imposible con este tipo de gente. Menos mal que Felipe VI es diferente.  Como Urdangarín, un simple aprendiz. Lo que le queda todavía por delante. Y sin operaciones de cadera que se le conozcan. La omertá continúa en tiempos de gobiernos abiertos. Paradojas de la realeza.

Imagen de Ernie A. Stephens en Pixabay.

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4 comentarios

José Miguel Bolívar 03/09/2020 - 11:57

Grande!

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Julen 03/09/2020 - 20:37

Ya ves que hay desacuerdo

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Pedro 03/09/2020 - 15:54

Pequeño!

Mejor la consultoría artesana.

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Julen 03/09/2020 - 20:38

Ya ves que hay desacuerdo, disfruta del emérito

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