La imaginación productiva disfruta con el confinamiento

by Julen

Somos humanos destinados a sentir y luego percibir lo que nos rodea. Vivimos de tomar contacto con la realidad, interpretar lo que sucede y tomar decisiones. No nos podemos permitir el lujo de que falle nuestro equipamiento de serie porque sería fatal. La evolución nos ha convertido en una máquina compleja que dispone de sentidos para saber, cada cual a su modo, que algo ahí fuera va bien o quizá no tanto. Enciendes la televisión, vagas por Internet: la vista y el oído te zarandean en una marejada de noticias sobre el coronavirus y la situación excepcional de confinamiento en que vivimos estos días. Pero hay escapatoria, porque nuestro equipamiento de serie actual esta diseñado para imaginar.

Dicen que hay dos tipos de imaginación. Una primera es reproductiva: toma la referencia de lo que en su momento los sentidos nos proporcionaron. Es una imaginación que reproduce a su manera, con ciertas licencias, lo que hemos sentido. Existe, además, otra imaginación, la que suelta amarras con la realidad, una imaginación productiva y radical, que no quiere límites. La encuentras fácil solo con evocar la sensación del vuelo. Anímate y deja volar tu imaginación.

El confinamiento es un buen ejemplo de constreñimiento universal. En cierto modo es una sensación similar a la que deben de sentir quienes comparten travesía durante meses en un barco o quienes trabajan en una plataforma petrolífera. A nuestro alrededor disponemos de un espacio que se convierte en una especie de cárcel. Los sentidos no pueden ir más allá de la realidad que los rodea. No hay manera de sentir otra cosa que no sea lo que la limitación espacial impone. Bueno, están las drogas, pero no va por ahí este texto. No es de esa escapatoria de la que hablamos, no. Hablamos de nuestra imaginación, la que sin mayores problemas nos conduce por nuevos mundos.

Cuando planifico un viaje en bici –tengo una bonita colección de viajes frustrados– imagino de dos maneras. Me documento y dejo que la imaginación reproductiva se ponga manos a la obra. Añadimos unos cuantos ingredientes de realidad en forma de mapas, textos, imágenes y vídeos y luego la imaginación se pone a trabajar para crear escenas del viaje. Sí, el viaje empieza a suceder en mi imaginación y sé que entremezcla ficción y realidad. Me gusta imaginar, me relaja, me hace sentirme bien conmigo mismo. Claro que la imaginación también se pone cabezona y empieza a sacar su lado productivo. No puede estarse quieta y dejar que las cosas se parezcan demasiado a la realidad.

Es en este segundo caso cuando descubro que el viaje parece tener vida propia. La imaginación productiva comienza su viaje particular. Busca personajes y crea escenas, a veces lógicas y a veces imposibles. Pero se ve que le da igual. Sabe cuál es su rol en la función y no deja que nadie le diga lo que tiene que imaginar. Así, el viaje, mucho antes de suceder y de que los sentidos comiencen a disfrutarlo, ha sufrido una elaboración previa, mezcla, como decía, de ficción y de realidad. Hace ya mucho tiempo que esto es así. No suelo comentarlo porque me parece que mi imaginación productiva prefiere que guarde por aquí dentro esos desvaríos. Son una especie de secreto que compartimos. Ella sabe que yo lo sé, pero se fía de mi discreción.

Según el calendario, estamos en el día 17 del confinamiento. A mi imaginación productiva le da igual. Es más, soy consciente de que está haciendo su particular agosto. Nada como reducir la estimulación sensorial para que ella se haya montado su propia fiesta, con desvaríos constantes. Sí, se la ve disfrutar como pocas veces. En varias ocasiones la he descubierto detrás de cualquier pequeña cabezada. Ella tiene algunos amigos en su cuadrilla. Uno de ellos es el sueño. Y no sé si han tramado algo porque llevo varios días en los que las noches se convierten en escenas imposibles. Por allí han pasado Grande Marlaska, spaguettis con perejil o playas repletas de suizos. A mí no me digáis, yo solo soy el vehículo para semejante delirio.

Sí, la imaginación nos define como humanos. Y bajo ciertas circunstancias hay que agredecer a la ingeniería que nos diseñó que lo tuvieran en cuenta. Somos, también, lo que imaginamos. Nadie nos puede quitar esta baza. No nos queda sino dejar que nuestra imaginación productiva haga su trabajo, que nos saque de las paredes en que vivimos. Ya sé que lo puedes hacer con ayuda de Internet, pero te invitaría a que pruebes a dejarla trabajar más a su aire. No te defraudará. Hay que llevarse bien con ella. Tenemos que tolerar sus caprichos. Le das un folio en blanco y no veas lo que es capaz de construir. Increíble. No puedes ni imaginártelo. Para eso esta ella. Que la disfrutes.

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1 comentario

Manel Muntada Colell 31/03/2020 - 07:32

En realidad, si somos alguna cosa, somos tan sólo lo que imaginamos ser.
Muy acertado el post, company!

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