Supongo que 31 años son muchos. Y la competición es la competición. Eso quiere decir que si no ganas, el sentimiento se diluye. Alguna vez me han explicado que en ciertas partes de Gipuzkoa hay hinchas del Athletic porque la Real Sociedad en su momento estuvo bastantes años en Segunda División. Así que la gente era del equipo que ganaba. O al menos del que estaba en la competición de más alto nivel. El fútbol es un deporte. Pero su profesionalización y creciente proyección mediática lo han convertido en un negocio. Y hay que ganar (títulos o dinero) porque si no el sentimiento decae.
El mundo se ha globalizado. Los equipos de fútbol profesionales de primer nivel son selecciones con recursos planetarios. Sí, también aquí todo se ha hecho pequeño. No hay distancias. Barcelona, Real Madrid, Manchester United o Paris Saint Germain son marcas globales. Han evolucionado desde el sentimiento hasta el poderío económico. Hay que ganar. Hay que ganar en el terreno de juego y en las cuentas de resultados. Es así de fácil. No es complicado de entender, ¿no?
Quizá por eso tiene sentido en 2015 que tengas que echar mano de la historia para hablar de títulos. En un mundo que ha mudado costumbres, la aldea gala continúa resistiendo. Pero hay que pagar las consecuencias de arrimarse a la ilógica del sentimiento y no a la lógica del mercado. ¿Cuánto tiempo el sentimiento soporta la humillación de la derrota? ¿O acaso la derrota se convierte en el mejor antídoto contra el desaliento? ¿Será que la desgracia une?
En cualquier alineación de su equipo de toda la vida, una niña o un niño pondría a Messi. Nadie quiere perder la magia de jugar de esa manera. Las pantallas, en sus diferentes versiones, asaltan a la mocedad del mundo contemporáneo y le dicen: ¡mira cómo juega Messi! Y con siete o nueve años no hay defensa sentimental que valga. Yo también quiero a Messi en mi equipo. Da igual que tenga problemas con Hacienda o cualquier otro elemento que distraiga la atención. Los medios de comunicación, los antiguos y los modernos, bombardean con el mensaje que vende: ¡pon a Messi a jugar con tu equipo!
Así que cuando la realidad impide lo que una niña puede hacer con su ingenuidad (Messi, por qué no, también es del Athletic aunque él no lo sepa) es lógico que todo reviente al ganar un título. Cada 31 años sucede que la magia de la ilógica funciona. Se abre un resquicio para que se cuele ese otro sentimiento fácil. El difícil, el que es una constante, ese viaja en segunda. El tren de la felicidad va repleto de desilusiones sublimadas. Saberse aldea gala hace piña. Ayer, hoy y mañana. Es el antídoto contra la globalización.
Hay que mirar al mundo como es en pleno siglo XXI. El fútbol de las grandes marcas ha conquistado la ilusión del tercer, cuarto y quinto mundos. La camiseta manchada con la otra marca indica el norte. Messi juega en una liga mundial donde no caben sino unos pocos. Las marcas -las de fútbol- lo saben. Y aceptan las mismas reglas con las que juega Google (perdón, Alphabet), Microsoft, Samsung o la General Motors. Aceptan los trucos fiscales, las edulcoradas memorias de sostenibilidad y el capitalismo emocional. Messi es el medio para un fin. Él quizá viva ajeno, pero que no se preocupe, que su entorno ya lo sabe.
El fútbol son resultados. Por eso en esta fiesta la ilógica del Athletic recibe atención mediática. De un tiempo pasado donde los títulos levantaron la leyenda a un tiempo moderno donde 31 años es el peaje con el que contribuir a los nuevos valores. Siempre me asusto de las masas. También de las de ayer aquí en Bilbao. No estuve ni estaré ahí, en esa algarabía general. Me parece más cautivador el tránsito tortuoso a través de la oscuridad de las derrotas. Entre ellas, algunas victorias para mantener la moral a flote.
Quién sabe. A lo mejor hasta hay quien envidia esta otra opción. La vulnerabilidad siempre genera sentimientos de afecto y simpatía. Resultados los justos, pero sin exagerar. En el mercado globalizado ganar es obligatorio. Quien se aparta de la norma sabe que ha elegido otra forma de ser y estar. El fútbol no son resultados. A veces. Muy pocas veces.
Otras entradas en este blog sobre el Athletic.
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La fotografía está tomada de Mi vida en rojo y blanco y corresponde al mítico partido contra el Manchester United de 1957 en el que el Athletic ganó 5-3.
18 comentarios
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¿31 años de peaje? eso no es nada comparado con la cantidad de litros que ha llovido durante esos años en el sur de Islandia…
Aúpa Athletic!!!
Ángel, ¡quién nos lo iba a decir el día que estuvimos alrededor de San Mamés! Jajajaja
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La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. José Saramago
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa. Mahatma Ghandi
Ana, perder es sano, no me cabe duda alguna. Otra cosa es la obsesión a la que nos han lanzado: competir y ganar como referencias. Pues me bajo en la siguiente estación 😉
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