Esclavos de la deuda, ese malvado motor económico

by Julen

Me ha parecido fantástico el artículo que ha escrito Alfonso Vázquez, de Hobest: La fábrica del hombre endeudado. Repasa en él el concepto de «deuda» como uno de los elementos básicos en que se asienta la crisis actual. Para ello se basa en el libro de Maurizio Lazzarato La fabrique de l’homme endetté. Rebuscando por aquí y por allá, para quienes queráis profundizar un poco más también os recomiendo también la lectura de La deuda, un artículo de Samuel @quilombosfera quien tiene un blog en http://www.javierortiz.net/. No voy a desgranar mucho los contenidos que se nos aportan, sino que trataré de dar mi visión particular al respecto.  Pero de veras que os recomiendo leer los artículos que cito.

El caso es que, de entrada, me han venido a la cabeza otras tres referencias: La era del acceso, de Jeremy Rifkin, La empresa viviente, de Arie de Geus, y, por último Vida de consumo, de Zygmunt Bauman. Creo que hay una idea de fondo que explica todo: ser lo que no somos pero que alguien se ha encargado de hacernos creer que podremos ser. Vamos, que observo un juego ¿perverso? en el que el afán de superación y de progreso personal se enturbia con la usura y el lado más salvaje del capitalismo.

La relación con el libro de Rifkin tiene que ver con esta cultura del acceso a lo que no somos: «los nuevos hombres y mujeres posmodernos están constantemente en busca de nuevas experiencias de vida», nos dice, mientras recurre a la visión del arquetipo humano «proteico» que describió Robert Jay Lifton. Por su parte, Arie de Gues nos trae una reflexión muy sana al final de su libro: ¿qué empresas sobreviven al paso del tiempo? Aquellas que no se arriesgan a buscar lo que no tienen, cuando de dinero se habla. El conservadurismo en las finanzas las hace más resilientes. No arriesgues en busca de esa financiación que puede convertirse al final en tu tumba. Finalmente Bauman en el libro que cito y en algunos otros se fija en el hecho de que es el consumo lo que define a nuestra sociedad. Un consumo en el que las personas se reconvierten a sí mismas en producto:

Por lo tanto, «consumir» significa invertir en la propia pertenencia a la sociedad, lo que en una sociedad de consumidores se traduce como «ser vendible», adquirir las cualidades que el mercado demanda o reconvertir las que ya se tienen en productos de demanda futura. […] Los miembros de una sociedad de consumidores son ellos mismos bienes de consumo, y esa condición los convierte en miembros de buena fe de la sociedad.

Hoy, por ejemplo, todo eso puede tener que ver con la idea de «emprendedor», un coladero de actitudes que interesan al sistema en vigor para que la rueda siga girando. Desprovistos de las seguridades que un día se fueron conquistando, la ciudadanía acaba convencida de que cada cual, persona individual, es responsable de su destino. Y en esto se ahonda mediante embrujos y coachings proporcionados por profesionales de la terapia basada en la autoayuda, auténticos chamanes de la sociedad contemporánea.

La deuda hurga en el sentimiento de culpa. Tenemos que pedir prestado lo que no tenemos para poder progresar. Pero, como indica Alfonso en su artículo, esto supone aceptar la ley del más fuerte. Quienes tienen el poder (económico) exigen ciertas maneras de comportarse a quienes solicitan el préstamo. Y el sistema se refuerza. Quien pide prestado entra en la rueda de «vivir para pagar la deuda».

Es fácil deducir de todo esto que la mejor manera de quedarse al margen es no pedir dinero prestado. Pero esto es utopía. Sin embargo, hay otras opciones. ¿A quién se puede pedir ese dinero?, ¿solo a las entidades «tradicionalmente» financieras? Hoy más que nunca las alternativas de crowfunding y de banca ética son necesarias. Quien pide prestado necesita saber que caben otro tipo de valores en quienes prestan o donan. Esta parece la vía de escape para salir de la usura habitual de las entidades financieras.

En fin, nadie tiene la llave para cambiar de forma radical las condiciones actuales. Pero la buena noticia es que hay alternativas. Y es una responsabilidad individual no contribuir a que el sistema de usura siga vigente. Demasiada gente vive atrapada en él.

 

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6 comentarios

Juanjo Brizuela 15/11/2012 - 07:33

Lo cierto es que visto así no te/os falta razón. La vida es la gestión de la deuda.
Pero lo que de verdad me ha hecho pensar en esta tempranera mañana es cómo somos como consumidores. Ufff… me hace que pensar. Consumir como hecho social. Creo que es una frase durísima. Personas reconvertidas en objetos y por tanto con ciclo de vida más allá de lo natural: en la medida de que puedas hacerlo, vales más. ¿duro, no te parece?

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Iván 15/11/2012 - 08:56

Real y duro post, la sociedad del consumo y aquella del aparentar lo que no somos. Triste realidad de una sociedad y sistema complejo donde la felicidad de muchos va acoplada al consumo. Gracias Julen por las reflexiones y la siempre necesaria mirada crítica .

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moli 15/11/2012 - 09:12

si no hubiera tanto dolor, leería tu artículo pensando, compañero. pero sintiendo lo que veo, sólo me cabe actuar muy ineficazmente dandolo todo. Tampoco tengo demasiado pero para mi misma todo eso de poco me sirve. muxuak

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Josu O. 18/11/2012 - 11:57

Gran y clarificador post Julen.

¿Al final van a tener razón los que decían que vivíamos por encima de nuestras posibilidades? O son los mismos que nos vendieron esas «posibilidades» en una campaña de marketing universal en la que la humanidad ha caido como tontainas

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Julen 26/11/2012 - 06:35

Gracias por comentar por aquí. En cierta forma es un ejercicio de solidaridad colectiva. Estamos de acuerdo en que la hemos cagado y ahora deshacer el camino es muy complicado. Iratxe siempre habla de «desprenderse de lo superfluo». Al final, lo evidente: no más rico quien más tiene sino quien más da. Y no, no siempre (yo el primero) damos ejemplo. Ánimo.

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Feliz y sostenible 2013. - productor de sostenibilidad 01/01/2013 - 00:20

[…] memos hemos llegado al menos con menos. Y no es sólo un problema de especulación inmobiliaria, deuda, crisis financiera o alejamiento de la clase política de la realidad […]

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