La velocidad y el ritmo azorense

by Julen

Movimiento lento en GraciosaAcelerar. ¿Por qué? La competición es parte de «lo que hay que hacer». Hay que competir. Hay que ganar. Si no tienes ambición, te falta el alma de nuestros tiempos. No sirve con hacerlo como ayer. Tienes que hacerlo mejor. Y esto admite versiones diferentes: más rápido, más preciso, con menos recursos. Sea lo que sea, es progreso. Y mañana será mejor que hoy. El pasado es nuestra vergüenza. ¿Por qué moverse en un carro tirado por un burro?

Pisar una de estas islas pequeñas en Azores es pasar a otro plano. En las capas que conforman la cebolla de nuestra existencia, de repente accedes a una en particular que te desconcierta. ¿Cómo tienes que devolver el coche que has alquilado? Bien sencillo: en el aparcamiento del aeropuerto (donde cabrán unos 40 coches) abierto y con las llaves en el contacto. Pues claro, evidente: esa es la mejor forma,  la más cómoda. Pero implica un punto de partida: «esto es Santa María». Lo que quiere decir que nos conocemos, que así lo hemos hecho toda la vida.

Verde, azul, San JorgeEl ritmo ahora en Graciosa, después de una semana en Santa María, creo que ha bajado todavía un peldaño más. La isla tiene formas amables, de suaves colinas que holgazanean con las vacas pastando tranquilas. El mar siempre está abajo; el cielo arriba. Y en un lugar allí enfrente se unen. Son dos azules que juegan a atrapar el verde variado de las campas. Un terreno partido en mil pedazos con sus muretes de piedra que resisten el paso del tiempo sin mayor sonrojo.

Y en uno de los centros de la isla, una caldeira. No un cráter cualquiera, no. Porque se accede allá dentro por un sencillo túnel que divide el mundo entre adentro y afuera. Dentro de la caldera queda la Furna do Enxofre, un agujero que lleva al centro de la tierra, pero que ahora no puede visitarse por la alta densidad de dióxido de carbono. Dentro de la caldera el mundo se ha parado algo más si cabe.

Desde arriba, en una de las tres ermitas que el Monte Ajuda ofrece, la vista sobre Santa Cruz de Graciosa es completa. Se ve allá abajo la plaza que conforma un triángulo irregular con sus dos estanques para combatir en otro tiempo los problemas de las sequías. La vida se recoge en su ritmo cíclico allá abajo a la sombra de las auracarias, con su biblioteca, sus terrazas y su holgazana falta de productividad.

La velocidad se rompe en mil fragmentos para dar paso al ritmo, que no se obsesiona por buscar celeridad. El mundo moderno pasa rozando por el aeropuerto o si acaso reflejado en las motoras que desplazan a algunos turistas despistados en busca de avistar ballenas. Luego la estela que queda en el mar se disuelve mientras el motor de la lancha calla para esperar que emerja el cetáceo. Tiempo que se diluye en un ritmo olvidadizo. Estamos en verano, temporada alta aquí en Graciosa, la isla más al norte de todas las Azores.

Fotos de estas islas por las que andamos en el album de Flickr:

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2 comentarios

J. G. del Sol 10/09/2011 - 08:19

Muchas gracias a ti y a Noemí por compartir estas fotos también con Las 365 Miradas 😀

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Consultoría artesana en red » Respetar los ritmos naturales 21/09/2011 - 05:23

[…] competitividad moderna es una lucha contra el tiempo. Mientras, los ritmos naturales siguen su curso. Curiosa pelea. Socializa este […]

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