Cuando miras en el diccionario de la RAE el significado de «lealtad» encuentras uno referido a las personas y otro que tiene que ver con los animales:
1. f. Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien.
2. f. Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo.
¿Una empresa debe exigir lealtad a sus trabajadores?, ¿un partido político debe exigir lealtad a sus afiliados? Por supuesto que «lealtad» es un gran valor de nuestra sociedad. Es el pegamento que une proyectos, que legitima opciones, que genera cohesión social. Lealtad es un requerimiento previo para cualquiera que esté en el poder. Si no estás en el poder o no aspiras a él, «lealtad» es un término que pierde gran parte de su sentido. Alguien es leal a otra persona, las más de las veces en una situación que no suele ser igualitaria. La jerarquía exige lealtad.
Lealtad a la bandera, a los ideales, a la causa. Somos leales súbditos, leales guerreros. Los perros son leales a sus amos.
Así pues, ¿quién puede pedir lealtad? y ¿por qué lo hace? La mayor parte de las veces creo que se trata del miedo a saber tratar la divergencia. Mejor la eliminamos de raíz. Algo así como «bastante caña nos meten quienes no son como nosotros como para que desde dentro generemos divergencias internas». Nadie en su sano juicio airea las miserias. No, la mierda se barre para casa. Después, podremos tratarla sin que nadie se entere allá fuera o bien mantenerla bien tapadita bajo de la alfombra. Ojos que no ven, corazón que no siente.
¿Qué harías si alguien te pide lealtad? Bueno, si comulgas cien por cien con sus ideas no pasa nada. En realidad, lealtad sería algo así como un pacto más hondo y sentido. Algo así como «no te voy a fallar», «estoy contigo a muerte», «cuenta conmigo para lo que haga falta», contra el mal, ¡la hormiga atómica!
Entonces, todo esto que estoy diciendo ¿supone que aceptemos la falta de lealtad, que la impulsemos, que idolatremos la discrepancia, que provoquemos un cortocircuito en nuestras organizaciones y líneas de pensamiento? Vaya estupidez estás proponiendo, chaval.
No, esa no es la forma. Es mejor el equipo cohesionado, el equipo de alto rendimiento que se une ante la adversidad, que cura las heridas de sus soldados, que tiene bien claro cuál es el enemigo y que es capaz de defender con orgullo una postura hasta sus últimas consecuencias. Nada mejor que la trainera: alguien ve el futuro y el resto del equipo rema con la lealtad debida al patrón. Confía en su decisión. ¿Quién va a negar las bondades de la trainera como modelo de unión? La unión hace la fuerza.
Mea culpa. Magnifico la lealtad. No es para tanto. En realidad la crítica viene de serie con el humano que -más o menos- acabamos siendo. La lealtad convive con esa crítica malvada y traidora. Siempre ha habido insidiosos que te cortan la hierba bajo los pies. Criticar es fácil. Lo difícil es arrimar el hombro y construir. Bla bla bla, siempre de boquilla y luego ¿qué? El partido se hace con unión. ¿Somos equipo? Pues entonces todos a una. Como diría Edward de Bono en El Pensamiento Paralelo:
Entonces vino Sócrates seguido de Platón y ellos crearon orden a partir del caos haciendo la verdad «absoluta».
Así que lealtad, lealtad. Pero la lealtad encierra en su seno al mismísimo demonio. Porque la lealtad implica a su contrario. Donde hay lealtad hay traición. Al pedir lealtad enciendes la mecha de la traición. Así de cruel es el destino. Y los traidores, cuando la guerra termina, son juzgados para que conste público reconocimiento de su condición.
Ser leal agota. En un mundo enmurallado era fácil no salir del redil. En un mundo de ideas y pensamiento, las fronteras se diluyen y la lealtad con ellas.
————–
La foto en Flickr es de Daniele Sartori.
6 comentarios
Interesante tema este de la lealtad y la traición. Algo se por propia experiencia de lo que significan estas cosas en un partido político, por ejemplo.
Yo siempre he entendido por lealtad, no clavarle un puñal a alguien por la espalda, no «jugarsela», no conspirar contra él a sus espaldas mientras a la cara lo alabas… hasta ahí llega mi concepto de lealtad, no hasta el punto de no poder criticar o decir lo que no me parece bien o correcto, no hasta el punto de tragar con todo lo que haga falta por el bien de todos..
Claro que así me ha ido 😉
Las grandes palabras encierran grandes peligros.
Si alguien te pide «lealtad» (o «entrega», o «responsabilidad»…) pídele que te entregue una definición operativa. Así podrás saber hasta qué punto se trata de condiciones asumibles para ti.
Como la lealtad exige «hombría» yo no estoy incluida, lo único que me faltaba, que me exigiesen …. en fin
Entiendo por lealtad, lo que dice Pablo Aretxabala, no clavar puñaladas traperas, lo demás es responsabilidad.
«Los trapos sucios de lavan en casa» , depende, de según como se mire todo depende.
Me ha gustado la entrada, hay que cuestionarse hasta el aire que respiras, es la única forma de evolucionar.
De persona a persona (los grupos suelen pervertir casi todo) hay una que no tiene demonios: generosidad y quizás otra: incondicionalidad pero son una LOCURA. Decidas la actitud que decidas, la opción es tuya y no es exigencia en ningún momento, creo que ahí está la clave, en la vuelta.
Las empresas, como mucho, nos pueden pedir compromiso y prefesionalidad. Se ganarán nuestra lealtad cuando ellas empiecen a ser leales con nosotros, algo que, como viene demostrando la actual «desaceleración económica», no está ni remotamente cerca de suceder.
Eso sí, siempre habrá personas dentro de las empresas a las que les seas leal por afinidad, por simpatía, por agradecimiento, por…
[…] a las más diversas prácticas, desde plantillas para documentación hasta presencia en la web. Nos debes lealtad, llegan a decir. Pues cómprate un […]