El jueves de esta semana compartí un par de horas con la gente de Manahmana, a pesar del plantón de algunos innombrables. En un momento de la conversación Aitor me dijo que me veía muy pesimista/gruñón de un tiempo a esta parte. Es evidente, ¿no? Pero, pesimista y gruñón ¿respecto a qué? A una forma de concebir la empresa grande (que no la gran empresa) supeditada al poder vigente y que trata de reproducirlo por vías cada vez más sutiles.
Pero, al mismo tiempo, no tengo ningún inconveniente en manifiestar mi optimismo más desbocado por los nuevos proyectos, las empresas alternativas, la cooperación entre personas y la contribución al procomún. Cada día que pasa estoy más convencido de que tenemos una multitud de caminos realmente sugerentes a nuestra disposición al margen de los que ofrece la empresa grande y el sistema económico omnipresente. Nadie nos va a quitar la ilusión por girar el rumbo y crear nuevos escenarios. Pero me temo que no va a ser en las corporaciones grandes.
Sin embargo, también en este tipo de mastodontes podemos encontrar ilusión. Porque hay personas. Y entre personas hacemos química. Con unas sí, con otras no. Al final se te olvida el nombre en letras de oro de la gran corporación y te das cuenta de que estás trabajando para otras personas a las que mirar a los ojos, de igual a igual. Eso sí, no hay que perder de vista hacia donde se dirige el transatlántico.
Seguro que las lecturas de estos últimos meses me han influido. Enchufarte de seguido a Ulrich Beck, Zygmunt Bauman, Richard Sennett, Gilles Deleuze, Vicente Verdú, Lawrence Lessig, Gary Hamel, Michael Hardt o Slavoj Zizeck conforma un cóctel quizá demasiado explosivo. Pero también es verdad que mis actividades de consultoría con diferentes clientes me acaban conduciendo al escepticismo beligerante.
Hace poco lo comentaba en una visita a una empresa emblemática de la margen izquierda con un antiguo compañero de trabajo: las empresas grandes y multinacionales no representan un modelo en el que confiar. La crisis actual saca a la luz lo que en años de bonanza económica quizá podía ocultarse: que las personas siguen siendo recursos prescindibles para la gran mayoría de todas las empresas grandes. Y, peor aún, se da la circunstancia de que muchas de estas empresas juegan a embaucar emocionalmente a las personas que trabajan para ellas. Esto es lo que me da miedo y lo que me hace ser un enanito pesimista beligerante y gruñón.
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La foto en Flickr es de interpete_desconocido.
8 comentarios
Tus post destilan toneladas de emcoión y pasión. Unos teñimos ideas con cierto color triston y otros con rojo fuego. Pero en el fondo hay implicación, posicionamiento (como decía cirugeda, «todos hacemos politica») en el sentido más amplio de la palabra y también capacidad de escuchar y servir de espejo para las personas y organizaciones que quieran moverse hacia un lugar y hacia otro. (desconozco los matices pero me cuadra que hace tiempo que eliges también en que proyectos enrolarte)
Lo grande y lo pequeño es un debate interesantisimo. Yo siempre pequeño y de lo grande las personas. 100 % de acuerdo. Hay algunos matices que tiene que ver con la vulnerabilidad de algunas estructuras pequeñas y sus efectos perversos en la organización. Leer al que lee, contrastandolo con una experiencia muy potente y refuerza mis intuiciones es un placer.
Gracias Sr. Iturbe.
Un abrazo
Umm… el innombrable ese, el tipejo ese, creo que soy yo… prometo algún tipo de penitencia para absolver mis pecados. 🙁
Que seamos beligerantes y gruñones, no significa necesariamente que seamos pesimistas (aunque lo parezcamos y nosotr*s mism*s nos lo creamos). Quizá somos más, conscientes de la urgencia de hacer algo… Y eso me parece algo por lo que ser un poquito más optimistas.
es bueno que haya enanos por ahí intentando cambiar las cosas,como decían aquellos CAIGA QUIEN CAIGA,o casi.
ya se sabe,en el tema de las personas,vemos como en las empresas como en la sociedad encontramos lo mejor y lo peor,lástima que muchas veces para las instituciones o empresas sean solamente un número,no un conjunto de conocimiento,de emociones,talento y pasiones,todo ello escondido y que muchas veces con las formulitas adecuadas tb peuda transoformarse en generar empleo y riqueza,pero claro sino dejan descorchar la botella como va a salir…pero ya se sabe,hay que cuadrar balances y planes de gestion
Buenas Julen,
yo, ya te lo dije en otro comentario…así que confieso que me alegro de ver que no sólo yo te percibía asi de «quemao», otros como Aitor tambien. De cualquier forma, creo que debemos sujetarnos un poco, ya que nuestras «emociones negativas» pueden afectar negativamente a otros, y como bien dices,»también en este tipo de mastodontes podemos encontrar ilusión. Porque hay personas».
Además, en lo de «embaucar emocionalmente a las personas que trabajan para ellas», esto es más facil verlo, por aquello de que son menos,y vivirlo , por su necesidad de que configurar una pequeña secta de coleguismo para que todo el mundo de el 200%, en las medianas y pequeñas…
Esta es mi opinión.
un saludo, M.
Explicar lo que se siente utilizando para ello las palabras, y el razonamiento me parece muy difícil. @MaS Yo no diría que Julen está «quemao». Aunque a mí a veces me da la sensación de que el que escribe es un abuelo cascarrabias! 😉
@Ricardo ¿No crees que el inconformismo mantenido en el tiempo puede provocar el efecto contrario al deseado?
@aitormanah… tienes razón, explicar lo que se siente con palabras es ciertamente dificil, así que tal vez no haya atinado con el adjetivo «quemao»…buscaré otro.
[…] empresa. Bastante complicado es lograr una transformación real, aunque sea mínima (como ya saben, hay quien piensa que no es posible), como para despreciar […]