El derecho a la imperfección

by Julen

2942689610_23d97d847aEn la empresa se llama excelencia, sean premios príncipe felipe, efecuemes o cualquier otro eufemismo. En las personas a veces se le inyectan suficientes dosis de corrección política y se llega a denominar espíritu de superación. En definitiva, no es más que el ansia por ser lo que no somos. Estupendo, algo por lo que luchar.

¿Necesitas tener éxito en la vida? Por supuesto. Nadie quiere ser un fracasado. Tu madre no lo soportaría; la mía tampoco. Cada mañana hay que luchar por mejorar. Inconformismo al poder, mejora continua. Las empresas lo tienen claro: mejoras por doquier, sean como sean. Radicales o incrementales, de producto, de servicio o de acceso al mercado. Da igual, pero pelea, cabrón, que hay que competir.

Mientras, el deseo de mejorar carcome tus miserias. Tu empresa está repleta de zonas oscuras que hay que tapar para que el mundo no las conozca. Es parte de las reglas del juego. Mostrar imperfecciones no mola. Por mucha beta permanente que nos vendan. El camino es duro y hay que renovarse o morir. Los ciclos de vida se han acortado, los hemos acortado entre todos. Tu aparato de telefonía móvil dura lo que dura para demostrarnos a nosotros mismos lo mucho que progresa el mundo.

Se vive mal en la imperfección. Recibes críticas, te das cuenta de que haces las cosas mal. Tu cerebro no puede competir con las tecnologías de la información de última generación. Va perdiendo puestos en la clasificación de la excelencia. Como dice Kevin Kelly (tomado del último libro de Nicholas Carr):

Lo que más nos sorprenderá es lo mucho que dependeremos de sus conocimientos, tanto sobre nosotros mismo como sobre lo que deseamos conocer. Hemos empezado a encontrar más fácil buscar algo en Google por segunda o por tercera vez en vez de recordarlo. Cuanto más enseñemos a este megaordenador, más responsabilidades asumirá sobre nuestros conocimientos. Se convertirá en nuestra memoria. Y después en nuestra personalidad. En 2015 serán numerosas las personas que, apartadas de la máquina, dejarán de sentirse ellos mismos, como si hubieran sufrido una lobotomía.

Claro, todo esto ha sido a cuenta de leer el último artículo de Dolors. Que sea lo que Dios la ciencia quiera. Bienvenido el progreso de la humanidad.

Por el derecho a la imperfección, lo firmo y sello en Bilbao, a 21 de noviembre de 2009.

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La foto en Flickr es de visualpanic.

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